jueves , 16 mayo 2024
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El fin de un año tóxico

Mirada antropológica

Rodrigo Llanes Salazar (*)

Publicado en Diario de Yucatán

“Tóxico” fue elegida la palabra del año por el Diccionario de Oxford. Definida simplemente como “venenoso”, el diccionario asevera que “este año, más que nunca, las personas han estado usando ‘tóxico’ para describir una gran variedad de cosas, situaciones, preocupaciones y eventos”.

Este año, la comunidad de Dzonot Carretero, en Tizimín, sufrió una serie de fumigaciones en diversos ranchos que son propiedad del empresario Jacobo Xacur. En consecuencia, los apicultores de Dzonot Carretero perdieron 26 colmenas, 40 resultaron afectadas y 108 colmenas perdieron la mitad de sus abejas. Integrantes de la comunidad también denunciaron la pérdida de plantas melíferas como el box kaatsim, el uaxim y la majagua. Hasta ahora no hay sanciones ni reparación de daños. Apicultores de José María Morelos, en Quintana Roo, y de Hopelchén, en Campeche, también han denunciado las fumigaciones que se han hecho en sus comunidades. Por eso la lucha contra los agrotóxicos en la Península de Yucatán sigue.

Este año nos preocupamos más que nunca por los plásticos: muchos dejamos de usar popotes, bolsas y otros productos de ese material. ¿Quién no se alarma al saber que tan solo en el Océano Pacífico hay unas 87 mil toneladas de basura y que alrededor de la llamada “isla de basura” en ese océano, el plástico representa las tres cuartas partes de la dieta de las tortugas marinas?

Lo tóxico está en el aire que respiramos. Un estudio publicado en la revista Environmental Science & Technology Letter advierte que la contaminación del aire puede acortarnos meses y hasta un año de vida. Por ello, cada vez más escuchamos que el aire que respiramos es una cuestión de derechos humanos. Este año, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos publicó la recomendación general 32/2018 sobre violaciones a los derechos humanos a la salud, a un nivel de vida adecuado, a un medio ambiente sano y a la información pública relacionada con la contaminación atmosférica urbana.

También llamamos “tóxicas” a personas, relaciones y situaciones. A las personas tóxicas, aquellas que nos hacen daño, hay que mantenerlas lejos —dicen. En contraparte, las relaciones sanas hay que cultivarlas.

Un estudio publicado en la revista Psychological Science revela que la gratitud tiene un efecto positivo en las personas, tanto en quien da las gracias como quien las recibe. ¡Muchas gracias por estar leyendo esto, lo aprecio!

Hay muchas situaciones tóxicas, solo menciono una: estar sentados. Los estudiosos dicen que con la agricultura la humanidad dejó atrás el nomadismo de los cazadores y recolectores e incluso de los pastores, pero hoy somos sedentarios también por pasar demasiado tiempo sentados, lo cual, según diversos estudios, puede dañar a nuestro corazón. Se recomienda, entonces, hacer caminatas, aunque sean breves. Después de leer esto, da una pequeña caminata (yo lo haré al terminar de escribir).

Los teléfonos inteligentes, las pantallas en general, las redes sociales, se han mostrado más tóxicas que nunca este año. Primero, todos ellos son adictivos: no podemos dejar de revisarlos (incluso lo hacemos cientos de veces al día), estamos alertas todo el tiempo de notificaciones, alarmas; deslizamos el dedo por la pantalla para comprobar algo nuevo (o no, la mayor parte de las veces ni sabemos qué buscamos). Tener la cabeza agachada también presenta problemas físicos y emocionales.

Redes sociales

Las redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram ya no son solo espacios para compartir con familiares y amistades. También son tóxicas: aumentan el narcisismo y reducen la empatía, provocan depresión y nos empujan constantemente a compararnos con otras personas, con lo que cultivamos también la envidia.

Pero las redes sociales mostraron ser tóxicas, sobre todo, porque se ha comprobado la impactante magnitud en la que en ellas se divulgan noticias falsas que tienen consecuencias negativas en la vida política.

Una investigación publicada en la revista Science documentó que las noticias y rumores con contenido engañoso publicados en Twitter tienen un 70% más de posibilidades de ser retuiteados. Este año supimos que Cambridge Analytica extrajo información privada de los perfiles de 87 millones de usuarios de Facebook sin su consentimiento, con fines de propaganda electoral.

Una investigación de The New York Times reveló también que Facebook comparte nuestra información personal, incluyendo mensajes privados, a empresas como Bing, Netflix, Spotify, Amazon y muchas otras.

Lo peor: en las redes sociales se difunden discursos de odio que han tenido costos mortales en países como Birmania y la India.

El próximo año podemos intentar conversar más frente a frente sin tener el teléfono en la mano o en la mesa. Podemos ensayar en la cena de hoy.

Este año, Sophie Mackintosh publicó su primera novela, The Water Cure, en la que los hombres son literalmente tóxicos: transmiten toxinas a las mujeres, por lo que ellas deben celebrar diversos rituales de limpieza y evitar cualquier contacto con los hombres.

La masculinidad es tóxica. Movimientos como #MeToo (#YoTambién), #NiUnaMás o #MiráCómoNosPonemos lo dejaron clarísimo. El profesor de filosofía George Yancy escribió este año que “La masculinidad tóxica cobra muchas formas. Todas las formas continúan lastimando y violando a las mujeres”. Él, por ejemplo, le insistió a su esposa que cambiara su apellido al casarse. Al hacerlo, reconoce, no respetó su autonomía, su postura legal ni a ella como persona; la vio como su propiedad. “Yo había heredado una sutil, pero todavía violenta forma de masculinidad tóxica —escribe Yancy—. Todavía se asoma a veces: cuando pienso que me debe agradecer por limpiar la casa, cocinar, sacrificar mi tiempo. Esas son expectativas profundas y preocupantes que están moldeadas por el privilegio, el poder masculino, así como la masculinidad tóxica”.

Triple del trabajo

A pesar de los logros del feminismo, la ONU nos dice que en todo el mundo las mujeres hacen casi el triple del trabajo doméstico no remunerado que los hombres. En México, las cifras del Inegi indican que mientras las mujeres dedican un promedio de 42.3 horas a la semana en actividades domésticas, los hombres solo dedicamos 15.2.

Somos tóxicos cuando los hombres creemos que “ayudamos” en las tareas del hogar, cuando decimos que somos padres “involucrados” o cuando queremos tomarle una foto a la casa por considerar que la limpiamos muy bien.

Y somos tóxicos de muchas maneras más. Al medir nuestra hombría a partir del éxito, en la cantidad de ceros de nuestras cuentas bancarias —y en el tamaño de otras cosas—; al considerar que ser hombre es ser fuerte, activo, tener poder sobre los demás, conquistar.

Los hombres somos tóxicos al hacer chistes que denigran a las mujeres, al reírnos de ellos o al compartirlos por WhatsApp. Desde luego, somos tóxicos al acosar a las mujeres, ya sea en la oficina, en la escuela, en las calles; lo somos al insistirles a pesar de que digan que no. Lo somos al ser condescendientes con ellas o al intentar explicarles todo, incluso el feminismo. La masculinidad es tóxica porque los ideales de belleza siguen siendo injustos. Un estudio de la socióloga Elizabeth Baruch sobre las citas en línea documenta que las mujeres jóvenes siguen siendo las mujeres más deseadas, mientras que los hombres de cincuenta años son igual de deseados que los jóvenes.

Y la masculinidad tóxica mata. Según datos de la ONU, en América Latina 60 mil mujeres mueren al año a manos de un hombre. Pero no tenemos que ser feminicidas o violadores para ser hombres tóxicos.

La toxicidad masculina llega a otros extremos además de la violación y el feminicidio. Este año se hicieron más conocidos los “célibes involuntarios” o “inceles” (abreviación en inglés de involuntary celibacy): una comunidad de hombres en internet que se quejan de no tener relaciones sexuales debido a la libertad que han ganado las mujeres. Por lo tanto, añoran un viejo orden social que les permita tener relaciones con las mujeres que ellos quieran. No extraña que los hombres sean los protagonistas del ascenso de la derecha extrema.

Este año, la cantante catalana Rosalía lanzó su excelente álbum “El mal querer”, un flamenco mezclado con música electrónica, R&B y hip-hop sobre relaciones tóxicas. Lo recomiendo ampliamente. Sobre todo, hago un llamado a los hombres a que seamos cada vez menos tóxicos.

La política también fue tóxica este año. En 2018, la política de tolerancia cero de Donald Trump separó a más de 2,600 niños migrantes de sus padres después de cruzar la frontera de México con Estados Unidos. La polarización política, que estuvo muy presente en las elecciones mexicanas de este año, también ha resultado tóxica, y sumamente alarmante, ya que es cultivada e incitada por demagogos, grupos y partidos que buscan el poder a costa de la verdad y, sobre todo, del sufrimiento de miles de personas. No extraña que este año algunos de los libros sobre política más populares hayan sido “Fascismo: una advertencia”, de Madeleine Albright, o “Cómo mueren las democracias”, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. Las alertas ya están encendidas.

Lectoras y lectores de Diario de Yucatán, les deseo un feliz, próspero y no tóxico 2019.

Rodrigo Llanes Salazar

Investigador del Cephcis-UNAM

Publicado en Diario de Yucatán

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