viernes , 17 mayo 2024
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Clan Andy S.A. de C.V.

Denise Dresser (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Aunque el presidente López Obrador diga lo contrario, el saqueo del país sigue. Aunque lo niegue en la mañanera, la evidencia contradice su incredulidad. Quienes antes llegaban al gobierno para hacer negocios, repartirse contratos y hacer ganancias privadas con bienes públicos lo continúan haciendo. Quizás los nombres cambian, pero las prácticas permanecen.

La “Cuarta Transformación” es otro gobierno que permite los conflictos de interés y minimiza su importancia, cuando de amigos o familia se trate. Y no hay ejemplo más evidente que la red de enriquecimiento que rodea al hijo de AMLO. El clan Andy Inc., armado en función de lazos de amistad, y no con base en la probidad.

Una y otra vez, es el hijo de Andrés, es señalado y no por buenos motivos. López Obrador podrá clamar que la corrupción se ha acabado, pero debajo del pañuelo que agita se esconde la consanguinidad que protege.

Como lo ha detallado Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, entre 2020 y 2022, más de 490 millones de pesos de recursos provenientes del extinto Insabi fueron a parar a una empresa de creación reciente, que está en la lista de distribuidores de medicinas que incumplen con la regulación sanitaria, y además pertenece a amigos de Andy López Beltrán.

De nuevo, un miembro del clan, en el ojo del huracán. Y contribuyendo a la tormenta hay dos gobernadores de Morena —Mara Lezama de Quintana Roo y el ex Adán Augusto López de Tabasco— que otorgaron contratos multimillonarios a la compañía Romedic, de Jorge Amílcar Olán Aparicio, amigo del hijo del Presidente que denunció el nepotismo, la cuatitud, y los lazos cuestionables entre el poder político y el poder económico. Ahora permite y justifica lo que antes criticó y prometió erradicar. La lógica que parece aplicar luego de cada investigación que exhibe la continuidad de la corrupción es “pues serán unos corruptos, pero son nuestros corruptos”.

Al gobierno morenista de Quintana Roo no le importó que la compañía del amigo de Andy estuviera en la lista de distribuidores de medicamentos que no cumplen con la regulación sanitaria. A la gobernadora Mara Lezama no le preocupó que en el domicilio que le proporcionó la empresa se encuentra una tienda Interceramic y una gasolinera. Le dio un contrato por 219 millones de pesos y le compró insulina, paracetamol y naproxeno, a pesar de que la Cofepris había indicado que los medicamentos provistos por la compañía representaban un riesgo a la salud, al no contar con garantías de calidad o fabricación. Cuatitud mata salud. Amiguismo privado mata responsabilidad pública. Y la red de beneficiarios va más allá del círculo cercano a Andy, al incluir también al padre del fundador de Romedic, contratado por Pemex, sin tener experiencia en el sector. AMLO tiene razón: ahora la lealtad importa más que la experiencia.

Y lo mismo ocurrió en Tabasco. Ahí el prestador de aviones gubernamentales y actual operador de Claudia Sheinbaum —Adán Augusto López— otorgó nueve contratos por 216 millones de pesos a Romedic, a apenas cuatro meses de la constitución de la empresa.

Los amigos del hijo del Presidente han logrado crear empresas, recibir contratos, convertirse en funcionarios públicos y amasar millones a una velocidad vertiginosa. Tan emprendedores, tan innovadores, tan impolutos ellos.

Los cuates se convierten en capitalistas, los que trabajaban antes en la ayudantía de AMLO pasan a ser titulares en agencias gubernamentales de salud, como el Insabi. Y de ahí saltan al IMSS-Bienestar. O a la campaña de Claudia Sheinbaum, para ayudarle a construir el “segundo piso” de la corrupción. El “segundo piso” del saqueo disfrazado de cambio epopéyico, que en realidad significa abuso reiterado.

“Populismo rentista”

En México —al amparo de la narrativa izquierdista/progresista— está surgiendo una variante de lo que el politólogo Sebastián Mazzuca llama “populismo rentista”. Una coalición tan rapaz y tan extractiva como la que sacó del poder. Un gobierno con una base social que permite el super-presidencialismo plebiscitario, y distribuye beneficios de manera discrecional a la población, pero también lo hace con los miembros de su círculo cercano. Un Presidente que, para acrecentar su poder, expande su control sobre la economía, y maximiza el acceso de los suyos al árbol frondoso del sector público.

La “Cuarta Transformación” no ha destruido a la mafia en el poder. La ha hecho suya.— Ciudad de México.

Periodista

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