lunes , 6 mayo 2024
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¿Ustedes, qué harían? Una respuesta a nuestro Sr. Presidente

*Por Gabriela Soberanis Madrid

Con respecto al Sr. Trump y su actitud hacia México, tengo algunas cosas qué decir. Voy a tomar como pretexto la pregunta “¿Ustedes que harían?” que nuestro Sr. Presidente hizo hace poco.

Si yo fuera presidente, ¿qué haría? Bueno, no lo soy, y quizás nunca lo sea. Pero me quiero remitir a mi propia experiencia de vida para dar sustento a la respuesta que voy a ofrecer.

Sr. Presidente, si yo fuera usted, mandaría al Sr. Trump al carajo y, si fuera posible, un poco más lejos. He aprendido que no hay nada más doloroso y fatídico que vivir sometidos a la voluntad de otros. He aprendido que las amenazas solo provienen de personas que, en su interior, son débiles; y tienen efecto en personas que también lo son. He aprendido que a veces no queda más remedio que retirarse, y que hay que hacerlo con dignidad. Esto significa encontrar la fuerza suficiente para marcharse sin darle muchas vueltas; luego se verá qué sigue. Sí, he aprendido que hay momentos en la vida en que lo único que queda es ser valiente; pero también he podido constatar que las soluciones y las respuestas siempre llegan para los que se atreven y se arriesgan, nunca para los cobardes. Es posible que al enfrentarnos, perdamos mucho. Es más, con toda seguridad así será. Pero en mi experiencia, cuando te atreves a perderlo todo, lo que ganas en el camino es inigualablemente mejor. Verá, yo soy de la idea de que como haces una cosa, las haces todas. Si en tu vida personal tienes miedo de perder una relación, un trabajo, un cliente, una idea, un sentimiento, no queda espacio para ganar. Cuando estás movido por el miedo, no hay cabida para la esperanza y el amor. Pero quiero aclararle que la esperanza de la que yo hablo tiene que estar depositada en lo único con lo que realmente contamos: nosotros mismos. Y el amor al que me refiero, privilegia el bienestar común.

Sr. Presidente, si yo fuera usted, revisaría primero mis miedos personales, y luego, por utópico que parezca, invitaría a toda la nación a hacer lo mismo. Les señalaría que ahí, en esos miedos, están todas las limitaciones que vemos, no en la realidad. Luego, les advertiría que vamos a perder casi todo lo que creemos que tenemos de bueno y que habrán momentos de gran incertidumbre. Sin embargo, les haría saber que pueden guardar la calma y seguir sus vidas sin aspavientos, porque todo aquello que se pierde, se recupera en formas inimaginables. Sí, también he aprendido que a veces hay que perder todo para que ya nada te ate y seas libre de irte a donde te plazca, y hacer lo que te dé tu real gana. Es paradójico, pero solo así nos atrevemos a construir la vida que realmente queremos vivir. Por último, le diré esto: si no podemos llegar a acuerdos de beneficio mutuo con el país vecino, no lleguemos a ningún arreglo. Pero si no obtenemos nada al negociar, habrá que hacer todo (y cuando digo TODO, quiero decir TODO) lo que esté en nuestras manos para, al menos, tener su respeto. Porque no se puede construir nada de valor si no hay respeto.

Creo que un buen líder marca la pauta y señala el camino. Déjeme decirle que el camino es hacia adentro. Hágale saber al pueblo que todo cuanto necesitamos para crear vidas plenas, prósperas y felices, está dentro de nosotros. Cuando comprendamos que no podemos progresar de verdad a menos que soltemos todo aquello de lo cual dependemos, entonces y solo entonces, estaremos listos para vivir libremente y tener vidas más ricas en todos los sentidos.

Yo le diría a todos los mexicanos que no hay necesidad de albergar temores hacia las amenazas del Sr. Trump. Tampoco hay necesidad de insultarlo de vuelta y decir que es un pelafustán. Tenemos que darnos cuenta que el caos, la violencia y el miedo se manifiestan para aquellos que necesitan aprender algo en esas circunstancias. Si nosotros queremos, podemos vivir una realidad diferente. Podemos encontrar la serenidad y estar tranquilos pese a todo lo que está ocurriendo. Podemos practicar el respeto genuino, aprender de nuestros errores y ayudarnos mutuamente. Podemos hacernos responsables de nuestras vidas y empoderarnos. Sr. Presidente, es menester señalar que no hay nada en el exterior que pueda vulnerar nuestra paz interior, a menos que nosotros lo permitamos. Y sin embargo, es verdad que vivimos momentos cruciales. Este es el momento de soltar los miedos, de dejar ir todo aquello que nos limita y nos hace creer que dependemos de otros para crecer y avanzar; este es el momento de mirar en nuestro interior y sacar fuerzas para ser todo lo que podemos ser y generar un cambio verdadero. Y créame, estas palabras no son un “cliché” para mí. Sé por experiencia propia lo que significa estar frente a dos posibilidades: la de someterse al buleador, o la de enfrentarlo y perder todo lo que se tiene para realmente ser libre.

Son tiempos de reflexión y valentía, y debemos unirnos en intención. Debemos dejar de criticar, de culpar, de sentirnos víctimas y de aportar al pánico colectivo. Son tiempos para empezar a hacernos responsables y dejar de malgastar el tiempo opinando sin hacer cambios en nuestra propia vida. Por qué mejor no nos preguntamos ¿Qué tengo yo que soltar para ser realmente libre? ¿Qué tengo que empezar a hacer por mí mismo? ¿De qué me tengo que hacer responsable? ¿Sin la presencia de quién tengo que seguir mi camino?
Sr. Presidente, si yo fuera usted y leyera estas líneas, las consideraría seriamente. Es más, las compartiría. No porque sean la verdad absoluta, sino porque son una invitación a tomar conciencia, y una invitación a la libertad, el respeto y la paz. Y hoy, no hay nada que necesitemos más que eso.

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