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José Santiago Healy *
Fuente: Diario de Yucatán
Además de las agresiones innumerables en contra de candidatos y políticos durante estos tiempos electorales, se suma ahora el súbito secuestro del obispo emérito de Chilpancingo, Guerrero, Salvador Rangel Mendoza.
Lo inexplicable en esta ocasión fue la desaparición misteriosa de monseñor Rangel durante dos días y su aparición en un hospital de Cuernavaca en un estado de salud delicado y con evidencias de haber sido drogado por sus presuntos captores.
Pero más asombroso todavía es el hecho de que las autoridades locales y federales e incluso los medios de comunicación del centro del país han dejado el caso a la deriva.
El supuesto secuestro exprés de un reconocido prelado como Salvador Rangel debiera por sí mismo atraer la mayor atención y energía de todo México, en especial de los funcionarios públicos que están obligados a investigar y castigar a los culpables.
Además se trata de un dignatario eclesiástico —ahora en retiro por su edad— que ha dedicado enormes esfuerzos para pacificar al estado de Guerrero, convertido hoy en día en una tierra sin ley y en donde los distintos grupos del crimen organizado se disputan los negocios ilícitos.
Monseñor Rangel, de 78 años de edad y quien sufre de hipertensión arterial entre otras enfermedades, llevaba hasta el miércoles dos días en el hospital y según su abogado Pedro Martínez no podrá hablar durante tres días por el medicamento que le suministraron los supuestos delincuentes.
Según los indicios el Obispo emérito fue interceptado el sábado al salir de su casa en el estado de Morelos para quitarle sus tarjetas de crédito y ordeñar sus cuentas bancarias, al parecer le sustrajeron alrededor de 20 mil pesos.
Sin embargo, Rangel Mendoza reapareció dos días después cuando en los plagios exprés las víctimas son liberadas en unas cuantas horas.
Además del respeto y estima que el Obispo goza entre los feligreses, hay que recordar que durante las negociaciones que realizó entre los grupos delictivos de Guerrero fue amenazado de muerte por su actividad y por sus fuertes críticas en contra de las autoridades de la entidad y las federales.
En una entrevista con la periodista Azucena Uresti, el jerarca eclesiástico fue al grano:
“Estoy amenazado y le voy a decir, hasta sentenciado a muerte, yo no sé si por el gobierno o estos capos, pero yo sigo en la línea”.
El pasado mes de febrero declaró que Chilpancingo estaba “en llamas” y que se requiere la coordinación entre las autoridades federales y locales para alcanzar la ansiada pacificación.
El Obispo se reunió en varias ocasiones con capos del crimen organizado, promovió pactos de no agresión y también consiguió proteger de la violencia a sacerdotes de su región.
No es por supuesto santo de devoción de los gobiernos morenistas, sus críticas en contra de la falta de acción del régimen han violentado la comodidad de quienes habitan los palacios del poder.
Por fortuna monseñor Salvador Rangel está vivo y esperamos que en las próximas horas su estado de salud mejore y se encuentre en condiciones para denunciar las agresiones sufridas y que en el menor tiempo posible sus captores sean llevados a la justicia.
Mientras tanto la sociedad mexicana debe despertar y exigir un alto a la escalada de violencia que vivimos y que no respeta a nadie, lo mismo se ataca a políticos y candidatos como a periodistas y ahora a dirigentes religiosos.
Lamentablemente son tantos los hechos de violencia que los de ayer y anteayer pasan a un segundo término ante la gravedad de los nuevos sucesos.
¿Qué pasa en México señores? ¿Por qué no hemos sido capaces de obligar a las autoridades a realizar su tarea con profesionalismo, compromiso y efectividad? ¿Por qué nos hemos agachado y permitido que quienes ostentan el poder hagan y deshagan a su antojo? ¿Por qué, por qué?
Noticia final…
Por demás preocupantes las protestas y tomas de edificios en varias universidades norteamericanas para apoyar al estado palestino y condenar las agresiones militares por parte del gobierno de Israel. Agentes policiacos han intervenido en varios campus universitarios pero estas protestas podrían trasladarse a otras esferas en el mundo.— Hermosillo, Sonora.
- Periodista