sábado , 4 mayo 2024
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Rodrigo Llanes Salazar: Recuento de la década

Mirada antropológica (2 de 2)

Rodrigo Llanes Salazar (*)

Fuente: Diario de Yucatán

A la memoria de Carmen Garay

Los recientes recuentos de la década que va de 2010 a 2019 (tengo que abrir un largo paréntesis en este momento porque sé que no hay consenso sobre cuándo comenzó la década de “los 2010”, si en 2010 o en 2011. Soy de los que considero que ahora nos encontramos en la década “de los veinte”, así que doy por concluida la década de “los 2010” desde hace unos días…). Retomando lo que estaba escribiendo, los recientes recuentos de la década pasada han estado contando la siguiente historia, más o menos con las mismas palabras y personajes:

La década inició con cierto optimismo y entusiasmo. Se anunciaba una primavera. Movimientos sociales en Medio Oriente, Europa, Estados Unidos y América Latina, que se autonombraban —algunos de ellos— indignados, reclamaban democracia real y una distribución más justa de la riqueza.

Los teléfonos inteligentes —sin duda, uno de los protagonistas de la década pasada— y las redes sociales parecían informarnos y conectarnos más que nunca.

La primavera pareció durar poco. La guerra en Siria y los escándalos provocados por las revelaciones de gobiernos que usaban las nuevas tecnologías de información y comunicación para espiarnos proclamaban el fin de la primavera. En 2016 parecía que la emblemática amenaza de la serie “Juego de Tronos” se había cumplido: “el invierno ha llegado”. Llegó con el Brexit y Donald Trump.

Cuánto había cambiado la conversación en tan solo unos cinco años. La indignación, los movimientos en red y el carácter revolucionario de Twitter pronto quedaron atrás en los análisis políticos; en cambio, las páginas en papel y en pantallas comenzaron a habitarse de preocupaciones sobre cómo mueren las democracias —ya no por golpes de Estado desde fuera, sino por descomposiciones desde adentro, vía electoral, como argumentaron en su célebre libro Daniel Ziblatt y Steven Levistky—. Incluso se encendieron alertas sobre la emergencia del fascismo. Los 2010 comenzaban a parecerse a la década de 1930.

Continúa la historia sobre los 2010: los teléfonos inteligentes y las redes sociales parece que no nos informan ni comunican del todo; por el contrario, nos desinforman —o sobreinforman— con noticias falsas, nos abruman con posverdad.

Cual industrias mineras, extraen datos de nosotros, así como nuestra privacidad y nuestra atención —aunque, claro, las más de las veces somos cómplices—.

La escritora Guadalupe Nettel ha caracterizado la situación con los teléfonos así: “la escena de una mesa de cuatro comensales, cada uno absorto en su pantallita ignorando a quienes se encuentran físicamente a su lado, describe el estilo de vida de la década de 2010”. Por si fuera poco, numerosos estudios científicos, eventos políticos, movimientos y activistas comenzaron a alertar sobre los inminentes efectos del cambio climático.

En la década de 2010 las ideas de calentamiento global y cambio climático dejaron de remitir a preocupantes escenarios futuros, a polos derritiéndose y osos polares famélicos, y se convirtieron en una realidad presente en todo el mundo.

Así, en la década de 2010, el cambio climático dejó de llamarse únicamente cambio climático y, cada vez más, lo conocemos como “antropoceno”, debido a que la humanidad ha definido ya toda una nueva era geológica; o “capitaloceno”, porque no ha sido la humanidad en general, sino, sobre todo, las sociedades industriales capitalistas; o “emergencia climática”, porque las y los científicos, activistas y medios de comunicación gritan que hay que actuar ya. Estos diversos nombres se expresaron en más y cada vez más severas olas de calor, incendios, sequías, huracanes, inundaciones, aumento del nivel del mar, extinción de especies (libros como el popular “La sexta extinción” de Elizabeth Kolbert comenzaron a denunciar la más reciente extinción masiva de especies provocada por el ser humano) y el asesinato de defensores ambientales.

El arte y la ciencia ficción hicieron lo suyo: imaginaron nuevos escenarios postapocalípticos, tóxicos —otra palabra clave de la década—: mundos devastados, contaminados, secos, infértiles, en los que la humanidad —y otras especies— apenas logran sobrevivir. Películas y series como “Mad Max: furia en la carretera”, “El cuento de la criada” y “Chérnobil” retrataron bien estos miedos y ansiedades.

En Yucatán, la problemática ambiental cobró visibilidad gracias a los récords de calor, la deforestación y la contaminación del agua.

Sin embargo, aún no hemos hablado lo suficiente sobre la posible inundación de la península de Yucatán debido al aumento de los niveles del mar. Tal vez esta sea una de las conversaciones fundamentales de la nueva década.

En este oscuro invierno de autoritarismos y emergencia climática, las mujeres levantaron la voz en contra de las diversas violencias que sufren, desde el acoso en las calles hasta los feminicidios. Con manifestaciones en redes, el uso de hashtags —#NiUnaMenos, #MeToo—, protestas en las calles y performances como “Un violador en tu camino”, las mujeres visibilizaron más que nunca el carácter tóxico de la masculinidad y nos obligaron a redefinir identidades y relaciones de género.

Para la escritora Gabriela Wiener, estos fueron “los años en que se crearon por fin una serie de nuevos sentidos comunes: a las mujeres no se les acosa, no se les viola, no se les pega, no se les mata por ser mujeres, tampoco se legisla sobre sus cuerpos”.

En Yucatán, ésta fue la década en la que se tipificó el feminicidio como delito grave y en la que no se aprobó la alerta de violencia de género a pesar de que las mujeres yucatecas sufren más violencia doméstica que la media nacional. Aunque se hizo mucho la década pasada, aún queda más por hacer. “En 2020 la apatía debería avergonzar tanto como llevar un abrigo de zorro. O nos movemos ahora o el mundo se convertirá muy pronto en un lugar donde ni nuestros hijos ni los ancianos que seremos querremos seguir habitando”, escribió Guadalupe Nettel. Aún es pronto para saberlo, pero los últimos meses de la década de 2010 estuvieron marcados por un nuevo espíritu de indignación, particularmente evidente en América del Sur. Nuevas manifestaciones contra viejas desigualdades en las sociedades de la región, jóvenes que han decidido no quedarse de brazos cruzados frente a la emergencia climática, mujeres que se rebelan contra el patriarcado, han hecho que la apatía nos dé vergüenza y nos ha inspirado para que, en la década de 2020, el mundo sea un lugar que queramos seguir habitando.— Mérida, Yucatán

rodrigo.llanes.s@gmail.com

Investigador del Cephcis-UNAM

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