sábado , 18 mayo 2024
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Por qué Yucatán debería prohibir la venta de chatarra a menores

Comida que es veneno vil

Antonio Salgado Borge (*)

Fuente:  Diario de Yucatán

El Congreso de Oaxaca aprobó prohibir la venta de alimentos chatarra a menores de edad en ese estado. Organismos internacionales como la Unicef y la FAO celebraron inmediatamente esta medida.

No es para menos. Los alimentos con alto contenido calórico, como refrescos azucarados, pastelitos y frituras, representan un comprobado riesgo para la salud de las niñas y los niños. Diversas enfermedades crónicas, como la diabetes, pueden desarrollarse a causa del consumo de estos productos.

Estas enfermedades no sólo generan sufrimiento de miles de seres humanos, también representan una enorme carga financiera y operativa para los servicios de salud pública. Bajo el esquema actual, para los menores de edad la comida chatarra es veneno vil.

Aunque México ha llegado tarde a enfrentar a este problema, la buena noticia es que hay signos promisorios en el ambiente. La decisión del Congreso oaxaqueño ha seguido los anuncios de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México y del gobernador de Tabasco, así como los de diputadas y diputados de Morena en Colima, Coahuila, Nuevo León e Hidalgo, de que buscarán impulsar medidas similares.

Más importantes todavía resultan las dos iniciativas que serían presentadas por senadores para hacer esta prohibición extensiva en todo el país (“Aristegui Noticias”, 10/08/2020).

En este artículo defenderé que no hay algún argumento presentable para que el Congreso de Yucatán deje de hacer lo propio.

La educación

Las diputadas y diputados locales podrían argumentar que enseñar a las niñas y niños a no adquirir comida chatarra es suficiente para terminar con los problemas derivados del exceso de su consumo. Por ende, no es necesaria la prohibición de estos productos a menores de edad en México. Hay al menos dos problemas con este argumento.

(1) El primero es que asume que las niñas y niños tienen la autonomía para tomar decisiones complejas independientemente. Pero esto claramente es falso y es asumido como tal cotidianamente. Por ejemplo, a los menores se les restringe la venta de alcohol. También se les prohíbe conducir un automóvil o realizar transacciones bancarias.

El principio detrás de todas estas prohibiciones a niños es uno y el mismo: la falta de desarrollo de su capacidad de decidir informadamente y de su autonomía. ¿Por qué pensar que este principio no aplica para el caso de productos cuyo consumo puede lesionar permanentemente sus vidas?

Antes de continuar, es necesario plantear una aclaración importante. Las industrias chatarreras suelen colgarse del argumento de la educación para alegar que el consumo moderado de los productos que venden no impacta necesariamente en la salud de las niñas y niños que los consumen. Este alegato no aplica contra la regulación de la venta de chatarra a menores por una razón muy simple: lo que se está prohibiendo no es que los menores consuman estos productos, sino que los adquieran directa y discrecionalmente; es decir, sin la supervisión de adultos.

(2) El segundo problema con este argumento es que asume que no hay relación entre la legislación y la educación. Pero esto es falso. Por ejemplo, en materia de derechos humanos la historia nos muestra que un cambio en las leyes antecede a un cambio en la cultura. Estos derechos no están sujetos a la voluntad popular, y la introducción de leyes contribuye a que el público los entienda y acepte gradualmente.

Este fue el caso con el reconocimiento legal de la igualdad entre blancos y negros en Estados Unidos o de la igualdad entre mujeres y hombres en otras partes del mundo. En el mismo sentido, la prohibición de la venta de comida chatarra a las niñas y a los niños puede ser una poderosa herramienta para que tanto ellas y ellos como sus madres y padres aprendan a reconocer sus efectos.

Las drogas

Este argumento postula que es un sinsentido prohibir la venta de comida chatarra a niñas y niños cuando el mundo avanza en el sentido de regular la venta de drogas como la mariguana. El error de fondo en este argumento -un error por desgracia común- es que parte de la base de un mal manejo de la argumentación analógica.

Esto es claro cuando consideramos que, como ya hemos revisado antes, dado que niñas y niños no tienen todavía autonomía suficiente, distintas actividades deben serles prohibidas. Estas actividades incluyen la compra de alcohol y otras drogas. Al menos que yo sepa, nadie en su sano juicio ha defendido públicamente lo contrario. Por ende, al menos en este sentido, la analogía entre las drogas y la comida chatarra no se sostiene.

Alguien podría replicar, siguiendo con la analogía de las drogas, que la prohibición generaría un “mercado negro” en la venta de comida chatarra a menores de edad. Este punto puede ser desarmado fácilmente.

Siguiendo esta lógica, la venta de todo tipo de productos y servicios tendría que ser universalmente permitida. Para ser consistente quien postule lo anterior tendría que aceptar, por ejemplo, que ya no se requiera receta para la venta de cierto tipo de medicamentos altamente adictivos o que no se requiera de prueba de manejo para expedición de licencias de conducir, pues estos requisitos abren la puerta a mercados negros de medicinas o licencias.

Es obvio que esto no tiene sentido: los mercados negros deben ser atajados por las autoridades; pero de su existencia no se sigue que toda regulación deba ser desechada.

Además, la réplica de los “mercados negros” también pierde de vista que la prohibición que analiza el Senado mexicano sólo aplica para niñas y niños. Es decir, para personas que no cuentan con los recursos económicos o de movilidad para generar grandes “mercados negros”.

La insuficiencia

El último argumento que me interesa revisar aquí parte de la base de que la prohibición de la venta de comida chatarra a niñas y niños no es suficiente para acabar con los problemas que de ello se derivan; es decir, que esta prohibición no basta para terminar con el problema de la obesidad en México o para erradicar las enfermedades derivadas del consumo de este tipo de productos.

Este argumento confunde dos condiciones modales distintas: la necesidad y la suficiencia. El oxígeno es necesario para la formación de una molécula de agua, pero no es suficiente —para ello se requiere también de hidrógeno. Para ser claro, ni oxígeno ni hidrógeno, considerados por separado, son suficientes para formar una molécula de H2O; pero ambos son necesarios.

En el mismo sentido, la prohibición de venta de chatarra a menores parte de la base de que esta medida es necesaria para terminar con los problemas descritos arriba. Que yo sepa, nadie ha argumentado que esta prohibición sea suficiente para terminar con esta crisis. Lo que se ha dicho es que esta prohibición es un elemento necesario para ello.

Conclusión

Yucatán vive una crisis de obesidad que deriva en enfermedades crónicas padecidas por miles de personas. Muchos de estos casos inician en la infancia, con el consumo de comida chatarra como bebidas azucaradas, pastelillos y frituras. Esta crisis cuesta cantidades millonarias al Estado, contribuye a saturar los servicios de salud y, tal como el Covid ha demostrado, hace vulnerables a miles de personas.

Si el Congreso de Yucatán verdaderamente está interesado en la salud física de las yucatecas y yucatecos y en la salud económica del estado, tendría que prohibir la venta de comida chatarra a menores de edad. En este artículo he revisado tres posibles objeciones a esta prohibición y he demostrado que ninguna se sostiene. El Congreso local no tiene entonces pretexto presentable para no sumarse al movimiento antichatarra empujado en el Senado y en otros estados.— Edimburgo, Reino Unido.

asalgadoborge@gmail.com

Antonio Salgado Borge

@asalgadoborge

Candidato a doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Maestro en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y maestro en Estudios Humanísticos (ITESM)

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