sábado , 18 mayo 2024
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Pandemia y normalidad

Antonio Salgado Borge (*)

El mundo después del Covid-19

Fuente: Diario de Yucatán

La exasperación de quienes desean que termine la crisis por la pandemia global para poder regresar a una “normalidad” es comprensible. Sin embargo, es importante reconocer que esa “normalidad” añorada tiene sus días contados.

Hay al menos dos formas de mostrar que es difícil esperar que el tornado generado por el Covid-19 nos dejará en un mundo distinto.

Cambios sociales

(1) La primera es porque la pandemia está alterando radicalmente la forma como interactuamos. Con aproximadamente la mitad de las personas que habitan este planeta ejerciendo alguna forma de “sana distancia” o “encierro”, buena parte de las interacciones se han mudado a formatos online. Aunque es evidente que las herramientas para ello ya existían, también lo es que la pandemia las ha potenciado exponencialmente.

Para ilustrar los alcances de este potenciamiento, vale la pena repasar algunas de las manifestaciones más visibles de este fenómeno. Una de éstas tiene que ver con la forma en que cuidamos nuestra salud física y mental. Y es que buena parte de la gente que acudía a gimnasios o centros de ejercicio les ha sustituido por clases o rutinas en línea: personas que nunca se habían ejercitado desde casa, ahora lo están haciendo. En consecuencia, los videos y canales de “gurús” del fitness han incrementado dramáticamente sus vistas.

También se ha registrado un incremento en la búsqueda y compra en línea de pesas y otras herramientas para hacer ejercicio. Lo mismo ocurre con centros de meditación o dedicados al crecimiento mental. A partir de la pandemia la más famosa aplicación dedicada a este tema, Headspace, multiplicó por veinte su número de usuarios sólo en marzo (“MIT Technology Review”, 20/03/2020). Esto ha generado preocupación en la industria del bienestar físico y mental, pues bien podría ser el principio del final de sus gimnasios o centros como los conocemos.

Otro cambio radical generado por la pandemia tiene que ver con la forma en que adquirimos bienes. Productos que solían adquirirse en supermercados o tiendas convencionales ahora son comprados en internet. La industria de comprar en línea ha sido de las grandes ganadoras desde principios de este año. El gigante Amazon ha consolidado su aplastante dominancia y ha tenido que contratar 100,00 nuevos trabajadores para atender la demanda de sus servicios.

Amazon está aplastando a toda competencia, controlando todos los mercados que encuentra a su paso y amasando capital económico y político. El valor de sus acciones se ha incrementado cientos de miles de millones de dólares. (“The New York Times”, 18/04/2020). Individuos que nunca habían comprado en línea actualmente lo hacen. Y bien podría ser el caso que a partir de ahora continúen haciéndolo.

Finalmente, la comunicación interpersonal también ha sido alterada. Actividades que antes eran consideradas primordialmente “presenciales”, desde fiestas hasta reuniones de trabajo, clases o sesiones de psicoterapia, ahora ocurren en línea.

Esto se refleja en el crecimiento increíble en el número usuarios de la aplicación Zoom, un software para video llamadas que hasta hace unos meses era aburrido y dedicado casi exclusivamente a llamadas de trabajo. Zoom ha pasado de 10 millones de usuarios de video diarios a un promedio diario de ¡200 millones! (“Reuters”, 02/04/2020). Y con ello, Zoom ha tenido que hacer frente a problemas severos en aspectos como los grados de privacidad y seguridad que ofrece a sus usuarios.

Lo importante para efectos de este análisis es que todo parece indicar que, al menos en parte, estos fenómenos podrían mantenerse incluso una vez que haya sido controlada la pandemia. A su vez, esto representará cambios en la forma como concebimos nuestras actividades sociales. Esta nueva “normalidad” será, sobre todo para la gente de clase media o alta, en buena medida distinta a la pasada.

Política y economía

(2) La segunda forma en que se puede mostrar que el mundo no será el mismo tras el paso del Covid-19 tiene que ver con las transformaciones económicas y políticas derivadas de este coronavirus. Es indisputable que la pandemia generará crisis y depresiones económicas, dejando en su camino a millones de personas en la pobreza y a otras más en condiciones de vida miserables. Lo que está en duda es si esta crisis significará el decaimiento de las instituciones y políticas económicas o su renacimiento.

Cuando se le preguntó su pronóstico al respecto, el historiador Francis Fukuyama declaró que, aunque las crisis son oportunidades para renacimiento institucional, aún es pronto para saber si este será el caso. Este profesor de la Universidad de Stanford puso como ejemplo la crisis de 2008 —también conocida como “la Gran Recesión”—. Esta crisis no derivó en renacimiento sino en una decadencia institucional que, como es bien sabido, jugó un papel fundamental en el deterioro del tejido social que explica el ascenso de figuras como Donald Trump en 2016. Pero es evidente que este resultado no era predecible ocho años antes.

Lo que busca Fukuyama ilustrar con este ejemplo es que sería un error esperar que se note a corto plazo, como si se tratase de las ruinas producidas por un temblor, lo que se ha caído y lo que ha quedado en pie. A ello tenemos que sumar que se estima que los “cierres” o “políticas de sana distancia” tendrán que repetirse gradualmente hasta que no se encuentre una vacuna. Es decir, aún cuando se “levante” la cuarentena o el encierro actual, es muy probable que vengan otros en el futuro.

Hay, sin embargo, dos enfoques preliminares principales que las élites políticas o económicas han empezado a anunciar:

(a) Por un lado, hay quienes lo único que desean es regresar a “la normalidad económica” lo antes posible. En occidente, esta lista incluye a Donald Trump o a gobernantes que quieren mantener un modelo económico idéntico o similar al neoliberal. Esto es, individuos que desean que el Estado continué empequeñeciendo y que sea orientado principalmente a concesionar a grandes empresas la locomotora económica y política de las naciones.

Este enfoque implica continuar excavando en el túnel en el que nos hemos metido. Si algo ha probado la pandemia es la importancia de contar con verdaderos “Estados de Bienestar” capaces de garantizar el acceso a salud de calidad. Pero el “Estado de Bienestar” ha sido destruido, principalmente, por proyectos políticos que ponen por delante los intereses de grandes capitales.

Además, la idea de “seguir como si nada” fue, en términos generales, la receta que se aplicó después de la crisis de 2008. Sus resultados en términos de desigualdad, destrucción del ejido social, deterioro del nivel de vida de las clases medias están a la vista. Esto es, de seguir este camino, la humanidad cambiará radicalmente acelerando algunas de sus tendencias más negativas.

(b) Por otra parte, hay quienes, como el presidente francés Emmanuel Macron, consideran que la pandemia tendría que motivarnos a dejar atrás la “normalidad”. Para Macron, esta crisis es “un evento existencial para la humanidad que cambiará la naturaleza de la globalización y la estructura del capitalismo global”.

Macron espera que “el trauma de la pandemia acerque a las naciones para ayudar a los más débiles”, que este cataclismo “impulse a los gobiernos a priorizar vidas humanas sobre el crecimiento económico, y que abra una oportunidad para taclear desastres ambientales e inequidades sociales que ya están amenazando la estabilidad del orden mundial” (“Financial Times”, 16/04/2020).

No hace falta ser fan de Macron para coincidir con su diagnóstico. Para que esto ocurra, es indispensable contar con Estados tan fuertes como democráticos, capaces de destinar cantidades importantes de recursos a la construcción de instituciones y servicios verdaderamente públicos. Si este escenario llega a materializarse, los enormes daños humanos y económicos de la pandemia habrán sido de alguna forma respetados y dignificados. Lo ocurrido será entonces un fondo desde el que rebotaremos hacia un renacimiento institucional urgente y necesario.

En conclusión, aunque es temprano para saber a ciencia cierta dónde nos dejará el tornado que ha generado la pandemia, no lo es para notar que nos esperan cambios importantes en los próximos años. Y que la naturaleza de estos cambios se está construyendo desde ahora.— Edimburgo, Reino Unido.

asalgadoborge@gmail.com

@asalgadoborge

Antonio Salgado Borge

Candidato a doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Maestro en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y maestro en Estudios Humanísticos (Itesm)

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