domingo , 5 mayo 2024
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Madame Butterfly, una historia de espionaje

Por: Franck Fernández Estrada (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Tuve la suerte de que mis mayores me iniciaron en la música clásica desde muy pequeño. Sin embargo, debo reconocer que hay compositores con los que nunca he logrado un acercamiento. Y no ha sido por falta de interés, porque he tratado de escucharlos, pero en cuestiones de gustos nada está escrito. Uno de esos compositores que no me dicen gran cosa es Giacomo Puccini. Eso no quiere decir que algunas de sus melodías sí me sean son muy agradables.

Entre las obras más famosas de este gran compositor italiano está la ópera “Madame Butterfly”. La trama es la de una joven japonesa que es seducida y ultrajada por un oficial de la Marina norteamericana. El hombre tenía familia en los Estados Unidos, mientras tanto la joven japonesa esperaba la llegada de su amado. La ópera termina en suicidio de la joven Madame Butterfly, haciéndose el harakiri delante de su hijo fruto de su amor con el norteamericano, aunque tuvo el buen tono de vendarle los ojos para que el niño no viera la tragedia.

El tema de Madame Butterfly ha sido retomado en varias ocasiones, incluso el nombre. Esto me lleva de plano a la historia que les quiero contar hoy. Ya en el pasado existió un personaje que trabajaba al servicio de Luis XV, el Caballero d’Eon. Este personaje se paseaba por Europa recopilando información de inteligencia para el rey francés. Lo mismo se presentaba vestido de hombre como de mujer. Aparentemente en realidad era mujer a quien le gustaba vestirse de hombre. De él o ella se decía que sabía manejar bien la espada.

Pues bien, aún vive un señor francés, ya de unos 77 años en el momento en que escribo esta crónica de nombre Bernard Boursicot. Su historia en algo está relacionada con esta del Caballero francés d’Eon. Hoy en día lleva una vida tranquila en un asilo de ancianos en Normandía, Francia. Él fue el héroe “involuntario” de una historia de espionaje absolutamente rocambolesca. Esta historia comienza en la recién creada embajada de Francia en Ulán Bator, Mongolia. Allí el Sr. Boursicot tenía el cargo de responsable de la correspondencia. Estoy hablando de comienzo de los años 60, Ulán Bator vivía el ostracismo del comunismo. Prácticamente no había embajadas y los occidentales que vivían en la capital mongola se contaban con los dedos de la mano. Había algunos estudiantes de los países hermanos comunistas: rumanos, búlgaros, vietnamitas, etc. Los diplomáticos del mundo en la época decían que ser enviado a Ulán Bator era “un castigo”.

La embajada de Francia, que por demás ni sede tenía, oficiaba en la habitación de un hotel. Debido a la poca actividad y al cruel clima de la región que oscila entre los -40° C en invierno y los +40°C en verano, cerraba durante estas temporadas, en total unos seis meses al año. No había que tener una gran carrera de diplomático para ejercer en Ulán Bator. Allí nunca pasaba nada.

Mientras tanto, nuestro Bernard iba por esas temporadas a China. De su época de servicio en Mongolia se puede decir que ya había entregado voluntariamente algunos de los documentos de la embajada a las autoridades comunistas mongolas. Nada realmente comprometedor, pero ya dejaba una pauta del no respeto a los intereses de su país.

En Pekín se había abierto recientemente la nueva embajada francesa. Ese círculo de embajadores franceses y sus esposas era asiduamente frecuentado por un joven chino que se daba a conocer bajo el nombre de Shi Lei Pu. Entonces tenía 26 años, una silueta muy delgada, gestos extremadamente afeminados, voz aguda y un rostro hermoso, nada masculino. Era cantante de la ópera de Pekín. Hacía los papeles de mujer porque en la época, siguiendo la gran tradición de la ópera china, los papeles femeninos eran interpretados por hombres poco masculinos. Como Shi Lei Pu hablaba francés, tenía las puertas abiertas de las residencias de las esposas ociosas de los diplomáticos franceses. A ellas les explicaba el significado de los distintos vestuarios y el maquillaje de la ópera china.

Desorientado estaba nuestro Bernard cuando conoce a Shi Lei Pu. Como Bernard no hablaba chino, no tenía prácticamente ningún contacto con los pekineses. Es Shi Lei Pu quien le presenta los pequeños restaurantes chinos ocultos para la mayoría de los extranjeros, le hacía descubrir los parques de la ciudad, la Ciudad Prohibida… Para el mes de mayo de 1965, Shi Lei Pu le confesó dos grandes secretos: 1) quería partir de China, 2) en realidad era mujer. La historia era absolutamente insólita. Resulta que Shi Lei Pu ya tenía dos hermanas mujeres y, al nacer él, para que su abuela paterna no obligará a su padre a divorciarse de su madre y buscar otra mujer que le diera un hijo varón, optaron por hacerla pasar por un hijo varón.

Así comenzó poco a poco una relación amorosa entre el francés y la cantante de ópera china. El detalle es que, en realidad, por muy femenino y muy gráciles que fueran sus maneras, Shi Lei Pu sí era hombre. Alegando sus creencias religiosas y sus costumbres, el chino logró engañar al francés haciendo que los momentos íntimos fueran a oscuras, rápidos y sin mucha actividad de las manos. El chino lograba esconder su hombría dentro del escroto. Fue así como logró mantener su secreto. Es necesario decir que Bernard no era demasiado experto en relaciones amorosas con mujeres. De hecho, desde 1974 mantuvo una relación amorosa con un hombre, Thierry Toulet, a quien había hecho venir tanto a Mongolia como a China so pretexto de que era su primo hermano. Más tarde confesaría que Thierry fue el verdadero gran amor de su vida.

En cuanto al engaño de Shi Lei Pu, se puede decir que fue total, magistral, vivió una doble vida. Una ligera mancha de sangre sobre la pierna de la novia china el día de su desfloración, pequeñas manchas de sangre dejadas casualmente por aquí y por allá los días en que se suponía llegaban “sus días”. Es a finales de 1965 que la amante le confiesa a Bernard que está embarazada. Le dice que hace poco había abortado. Esta vez Bernard le pide que conserve a la criatura pero, considerando su estatuto de madre soltera, decide retirarse a su aldea para allá ocultar su vergüenza y dar a luz de una forma oculta.

Bernard regresa de nuevo a China, pero esta vez en plena Revolución Cultural. Tiene enormes dificultades para encontrar a su amante. Todo encuentro de los chinos con extranjeros ante los omnipresentes guardias rojos era peligrosísimo. También para los extranjeros encontrarse con chinos. Además, su hijo no está en Pekín, sino muy lejos, en la provincia de Yunnan. Tuvo que esperar a que el pequeño tuviera 7 años para conocerlo.

Realmente era un niño que había sido comprado a un doctor y que, por su aire mestizo con europeo, llevó a Bernard al engaño. Finalmente encuentra a su Shi Lei Pu y en su casa conoce a dos hombres, uno llamado Kang, que su amante lo presenta como un empleado de la municipalidad de Pekín, amigo de ella, y otro más, ambos francófonos. En realidad eran agentes chinos. Estos dos personajes le dicen que para proteger a Shi Lei Pu tenía que pasar información de la embajada. Hasta que salió de Pekín en 1972, tres veces a la semana les pasaba información a estos dos agentes chinos. Por demás, fue en ese momento en que con estos agentes comenzó a leer el Pequeño Libro Rojo que recogía el pensamiento político de Mao, sintiendo verdadera simpatía por este credo.

Ninguna de las informaciones que pasaba era realmente clasificadas. A pesar de trabajar como documentalista, a él no llegaban los documentos que sí eran confidenciales. Más bien pasaba información relacionada a la URSS que tenía en su posesión la embajada francesa. Después de la muerte de Mao, sabe de un puesto de contador archivista en la embajada de Francia en Mongolia. Firma este contrato para estar cerca de China y de Dudu, como se llamaba aquel que creía era su hijo.

Después de Mongolia, trabajo en Belice y en otros puestos en otros países, tiempo durante el cual Shi Lei Pu y Dudu lograron llegar a Francia por intervención del embajador francés en Pekín. Cuando llega Bernard a París comienzan a vivir como una familia, no sin por ello abandonar su relación homosexual con Thierry Toulet. El 30 de junio de 1983 es detenido por la DST, la Dirección de Seguridad del Territorio de Francia. Es interrogado por cuatro funcionarios. A ellos les confiesa que sí había pasado información, pero no lo hacía con la intención de dañar a Francia, sino de ayudar a China.

A la semana de haber sido detenido, es detenido Shi Lei Pu quien niega todo, incluso que es mujer. Ambos son encarcelados. Bernard nunca dudó del sexo de su amante. Un día que estuvieron frente a frente los dos antiguos amantes le pregunto Bernard: -¿Porque nunca me dijiste que eras un hombre?, a lo que respondió Shi Lei Pu: -Porque nunca tuve tiempo, -Si de todas formas nos conocimos y tuvimos relaciones durante 20 años. Fue en ese momento que le exigió a Shi Lei Pu que se desvistiera y confirmó, al verlo desnudo, que era un hombre. Bernard Boursicot intentó suicidarse cortándose la yugular, pero fue salvado por los servicios médicos del hospital de la prisión de Fresnes, donde ambos estaban encarcelados.

En 1987 Bernard fue liberado y se dedicó a recorrer Europa en compañía de su amante masculino, Thierry Toilet. Vivieron juntos básicamente en Bucarest hasta que en el año 2000 Thierry falleció a consecuencias del Sida.

Esta trama, que escandalizó a la prensa no solo francesa sino también mundial, fue llevada al teatro bajo el nombre de “Liaison”. Después llegó la famosa película de David Cronenberg “Madame Butterfly”, interpretada por Jeremy Irons y John Lone respectivamente en los papeles de Bernard Boursicot y Madame Butterfly.

Madame Butterfly fue amnistiada personalmente por el presidente François Mitterrand como gesto diplomático para con China. A la prensa francesa dio varias versiones sobre su historia, incluso diciendo que había recogido el esperma de Bernard, se había hecho una inseminación artificial en una portadora, por lo que realmente Dudu era hijo de Bernard. Murió en París en 2002 a la edad de 70 años. Dudu después fue rebautizado con el nombre de Bertrand en Francia, donde vive una vida apacible con su esposa y tres hijos, sin querer saber nada de su “padre”.

Shi Lei Pu descansa en el cementerio parisino de Père Lachaise con una sola inscripción sobre su lápida: “Profesor Shi Lei Pu, escritor-artista, diplomado del Instituto de Francia, gran creyente del budismo”.

(*)Traductor, intérprete y filólogo, correo electrónico altus@sureste.com

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