domingo , 5 mayo 2024
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Los expedientes Marburgo

UN VISTAZO POR LA HISTORIA

  • Al castillo de Marburgo llegaron unas 400 toneladas de documentos de todo tipo que debieron ser destruidos

Franck Fernández Estrada(*)

Fuente: Diario de Yucatán

Señoras y señores, si ustedes quieren que no se sepa algo que piensan, dicen o desean… no lo deje por escrito. Lo que se escribe, sobre todo en nuestros días de las redes sociales, permanece ahí casi para siempre. Es cierto que hay cosas que no se pueden dejar de escribir. Pienso en particular en los documentos de Estado. Documentos de Estado que, en un momento de cambio de gobierno o de régimen, pueden convertirse en acusadores de aquellos que los escribieron, firmaron o incluso de aquellos de los que habla. Es precisamente de esto que les quiero hablar hoy.

Se trata de toda una serie de documentos (se dice que cerca de 60) que acusan directamente a Eduardo VIII, rey de Inglaterra, quien abdicó el trono por amor a la norteamericana Wallis Simpson. La norteamericana no se escapa de las acusaciones. Mucha tinta se ha derramado sobre este amor, esta abdicación y el papel que desempeñaron estos dos siniestros personajes antes, durante e incluso después de terminada la Segunda Guerra Mundial.

En cuanto al Duque, cuyo nombre de pila era Eduardo Alberto Christian Jorge Andrés Patricio David, murió en 1977 en su palacete en el Bosque de Boloña, a las afueras de París. La duquesa tuvo una miserable muerte a la edad de 89 años, siempre en dicha residencia. Fue mantenida artificialmente en vida, como gallina de los huevos de oro, por su abogado y sus empleados que le robaban descaradamente. Se cuenta que la abdicación se produjo por gran presión del gobierno británico. A no olvidar que el monarca inglés, representante máximo y garante de la fe católica dentro de la Iglesia Anglicana, no puede estar casado con una mujer divorciada. En el caso de Wallis no había uno, sino dos divorcios. Al abdicar, se le otorgó el título de Duque de Windsor a modo de consolación, por lo que a Wallis se le llamaba Duquesa de Windsor.

Pero razones era lo que sobraba para forzar al rey Eduardo VIII a abdicar. Eran muy evidentes las simpatías que tenía el rey por el régimen nazi. No debemos olvidar que la familia real británica es de origen alemán pero, en el caso de Eduardo VIII, la admiración por todo lo que tuviera que ver Alemania era muy exacerbada. Huelga decir que la simpatía iba más allá, era también por el gobierno nazi que se había instaurado en Berlín.

Por su parte, en cuanto a la duquesa, las simpatías eran aún más evidentes. Parece ser que esta pareja sí se quería mucho y que realmente había gran amor entre estos dos personajes, pero es obvio que mantenían una relación abierta, al menos en cuanto a la duquesa se refiere. Está documentado que antes de que se declarara la guerra, ella obtenía información del escritorio del rey y la llevaba de inmediato al embajador alemán ante el Reino Unido, Joachim von Ribbentrop, de quién era abiertamente amante.

Cuando se declara la guerra quedó muy bien documentado por la Surété d’État de Francia que el duque le pasaba información a los nazis sobre la línea de defensa construida por los franceses delante de la frontera alemana, la Línea Maginot, para que los alemanes conocerán los puntos débiles y así mejor atacar a Francia, país que los había acogido a él y a su esposa en el destierro.

Aunque el Duque de Windsor fue nombrado gobernador en las Bahamas, Wallis detestaba retirarse a la ciudad de Nassau, carente en los años 40 de todo el glamour turístico que le conocemos hoy. Retardaron su partida a esa posesión británica en las Américas viviendo entre Madrid y Lisboa, ambas capitales de dos países que habían logrado permanecer neutrales en esta Segunda Guerra Mundial. Sabido es que Madrid y Lisboa eran en estos momentos nidos de espías. Los duques seguían trabajando abiertamente para los alemanes, enemigos de su país. Una vez en las Bahamas visitaron Cuba donde fueron recibidos por la jet set de la capital cubana y también Miami, momento en que el FBI les abrió expedientes como personas dignas de ser vigiladas.

Pero vengamos a 1945, en la Alemania ya derrotada y donde los militares aliados que entraron en Alemania aún no se habían acantonado en las regiones que habían sido acordadas por los tratados de Yalta. En la región de Hesse, un grupo de militares norteamericanos encontró en la carretera varios vehículos militares alemanes abandonados. Entre ellos sobresalía uno, alrededor del cual había muchos papeles. David Silbengerg, teniente mayor del escuadrón de combate y contrainteligencia, allí presente, tomó del piso uno al azar. Grande fue su asombro al ver que estaba firmado por el antiguo embajador de la Alemania nazi en el Reino Unido y quien, al terminar la guerra, tenía el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores, el mismísimo Joachim von Ribbentrop, el antiguo amante de Wallis Simpson.

Los documentos fueron enviados al castillo de la apacible ciudad de Marburgo ante el temor de que volvieran a caer en manos enemigas. A ellos se unieron otros documentos confidenciales que el asistente del traductor personal de Hitler había recibido la instrucción de destruir. Documentos confidenciales de los que guardó y escondió los más significativos para, en un eventual futuro, utilizarlos como moneda de cambio con el fin de no ser juzgado y comprar su libertad. Al castillo de Marburgo llegaron unas 400 toneladas de documentos de todo tipo. Se necesitaron varios cientos de camiones para transportar todos estos documentos. De inmediato los ingleses y los norteamericanos comenzaron a clasificar y estudiar tamaña enormidad de documentos.

Entre toda esta avalancha de papeles encontraron información sobre la “Operación Willy”, orquestada en 1940 con la idea de hacer un falso secuestro de los Duques de Windsor durante su estadía en Madrid. En los documentos se hace constar que esta “Operación Willy” era conocida y aprobada por los Windsor. El objetivo era, teniendo a los Windsor “rehenes”, obligar al Reino Unido a realizar negociaciones de paz con Berlín, asesinar a Winston Churchill e incluso al propio hermano del rey, Jorge VI y padre de la fallecida Isabel I. Una vez restaurado en el trono Eduardo VIII con Wallis en su papel de reina, Inglaterra habría dado el visto bueno a los nazis a campear por las suyas por toda Europa, siendo el Reino Unido y todo su imperio vasallo de Hitler.

Cuando llegó a Londres la noticia de la existencia de estos documentos y se los presentaron al primer ministro Winston Churchill y al propio rey Jorge VI, ellos pidieron discreción para no dañar con esta tan ignominiosa mancha el nombre de la familia real, que tan bien se había comportado con su pueblo durante todo el periodo de la guerra y, en particular, durante los intensos y mortíferos bombardeos a Londres por la aviación nazi.

Sin embargo, con el paso de los años poco a poco se ha dado a conocer el contenido de estos Expedientes de Marburgo que acusan a los Duques de Windsor. Otros historiadores de alguna forma justifican a los duques alegando que, a pesar de sus simpatías por los nazis, tampoco aparece la firma de ninguno de los dos y solo se habla de ellos en estos Expedientes de Marburgo en tercera persona.

(*)Traductor, intérprete y  filólogo; correo electrónico: altus@sureste.com

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