domingo , 19 mayo 2024
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José Narro, activo no tóxico

CLAUDIA MARÍN

Se le conoce como maestro de la conciliación. No parece propenso al exceso o a militancia alguna que exija levantar la voz. No lo lleva en el carácter. Lo suyo sería más bien la serenidad clásica, el sosiego como método. Quizá por la edad y los anteojos, además de la dignidad patricia que le confieren las canas, el doctor Narro se ha ganado el respeto de propios y extraños. Tal vez le haga falta el fuego y la pasión que mueven a los jóvenes políticos, pero es quizá esta característica la que lo distingue de los otros aspirantes a representar al PRI en el 2018, y que lo coloca, a pesar de sí mismo, en el top de las encuestas.

Como hombre de acreditada probidad, don José nos remite al tiempo en que el estado y sus servidores estaban o parecían revestidos de dignidad. En sus manifestaciones públicas cultiva un estilo profesoral a la vieja usanza y unos modales de magistrado que no pierde ni cuando ríe, ni cuando baila el danzón. Un estilo nada acorde a los tiempos más bien perrunos que vivimos. Tal vez por eso el PRI, percatándose de que tenían en el doctor un activo no tóxico, quizá el único, que podría salvarlos del naufragio, ha vuelto su mirada hacia él. Porque sin lugar a dudas, entre los muchos logros de José Narro, el hasta ahora menos valorado y apenas explotado, es el de ser miembro del PRI sin que lo parezca. Tanto más extraña que lo sea, pues el PRI es un exitoso productor de expriístas que ya copan cada vez más posiciones en los escenarios del poder. Otros antiguos camaradas de militancia, más bravos o más taimados que el doctor, cuando vieron bloqueada la vía de sus aspiraciones, despertaron súbitamente estrenando una arraigada decencia, con ojos para ver lo malo y con credo y militancia alternativos para lo bueno. Pero el doctor Narro no es veleidoso; es hombre de principios, así que le mantiene al partido la gratitud y fidelidad debidas. Ha sabido administrar bien su militancia manteniendo siempre las justas distancias según los requerimientos de la ocasión. Esto se podrá valorar como se quiera, pero en cualquier caso es un rasgo de pura raza política.

Algún iracundo le ha buscado las vueltas al doctor a costa de su expediente académico, de sus publicaciones y de su talla como científico. Lo que importa es que, tanto o más que científico, el doctor Narro siempre ha sido político.

Es en la gestión política de la ciencia donde ha desarrollado su mayor actividad y ha demostrado su capacidad. Ninguno de sus posibles competidores podrá acreditar una experiencia tan fecunda y variada, si consideramos su paso por la universidad desde la docencia hasta la rectoría con todos sus pasos intermedios, su recorrido por todos los servicios de salud habidos y por haber, por secretarías y subsecretarías, por fundaciones, por la OMS, además de los honores recibidos de varias universidades extranjeras. Más que un buscador de huesos, Narro es un hombre de convicciones. Entiende el privilegio de servir. Es probable que el PRI tenga en el doctor una oportunidad de reivindicación. Falta que sepa aprovecharla.

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