lunes , 6 mayo 2024
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Es insensible pavonearse

Denise Dresser (*)

Fuente: Diario de Yucatán

El presidente López Obrador lo presume como pavorreal. Claudia Sheinbaum lo ostenta como el gran logro de la “transformación”. Analistas y periodistas cercanos al oficialismo lo aplauden a palma batiente. Cayó la pobreza, celebran, y citan tanto los datos más recientes del INEGI como del Coneval para demostrarlo. Y sin duda es un logro.

Pero antes de sacar los cuetes y las copas de champagne, es indispensable —por honestidad intelectual— poner las cifras en contexto, ver qué tan perdurable es el triunfo, y comparar las ganancias ostentadas con las pérdidas reportadas.

Porque hoy hay menos pobres por ingresos pero más mexicanos con carencias básicas. Hay avances por el incremento del salario mínimo y las transferencias gubernamentales, pero hay retrocesos por pérdidas en acceso a salud y educación.

Quienes subrayan sólo una cifra sin desmenuzar las demás tienden una trampa. Celebran que en medio del bosque en llamas hay un árbol que sobrevive; un huizache espinoso, con las ramas quemadas, torcido, rodeado de humo, pero de pie. Ese árbol maltrecho tiene algunas hojas verdes.

Entre 2018 y 2022 la población en situación de pobreza pasó de 51.9 millones a 46.8 millones de personas. Entre la destrucción y la quemazón se avizoran algunas señales de vida. Las pensiones para los adultos mayores han echado raíz, han engrosado el tronco, han dado lugar al florecimiento de algunos botones amarillos, entre tantas espinas.

Pero también es imperativo examinar las ramas quemadas; aquello que los incendios prendidos por el lopezobradorismo afectaron, cerillo tras cerillo, antorcha tras antorcha.

La pobreza extrema creció de 8.7 a 9.1 millones de personas, los que trabajan fuera de la economía formal, los intocados por programas sociales mal diseñados, los que no votan y por ello no importan a la hora de repartir.

Resulta insensible pavonearse cuando todavía hay 15.5 millones de personas que no tienen dinero suficiente al día para comer. Resulta políticamente redituable pero moralmente cuestionable ensalzar como triunfos históricos un paso hacia delante, acompañados de tres pasos hacia atrás. El riego de un huizache, acompañado de la quema deliberada de hectáreas.

El Coneval también reporta cómo millones de mexicanos tienen más dinero pero menos acceso a la salud. Cómo antes había 20.1 millones sin cobertura médica pública de algún tipo, y ahora hay 50.4 millones a la intemperie, parados bajo el huizache, buscando cómo protegerse y curarse. Sin más opción que el Dr. Simi. Sin más atención que la Farmacia del Ahorro. Sin más alternativa que pagarle a un médico particular.

Lo que antes era un derecho público ahora es un privilegio privado. México pasó del Seguro Popular defectuoso, al Insabi desastroso, al IMSS-Bienestar OPD que nadie entiende y cuya cobertura no alcanza.

El gobierno lopezobradorista da con una mano y quita con la otra. Desparrama dinero pero desaparece medicamentos. Da recursos pero no surte recetas. Otorga becas pero no asegura citas médicas.

Antes, había otros árboles bajo los cuales resguardarse, otros árboles frutales y maderables como el Seguro Popular. Insuficientes, demasiado pequeños, pero parte de un bosque hoy talado e incendiado. Para los pobres de México, el acceso a la salud se ha convertido en una larga travesía por parajes inhóspitos.

Desabasto que no se resuelve, 15 millones de recetas no surtidas, ausencia de procesos claros para la compra de medicamentos, incertidumbre laboral entre médicos que toman las calles.

Más las muertes en exceso producidas por la pandemia. Más las vacunas que no llegan. Pero ahí sigue López-Gatell, culpando a los padres que protestan. Ahí sigue Zoé Robledo, más preocupado por saltar a la gubernatura de Chiapas, que por encarar una crisis que crece.

Ahí sigue el esfuerzo gubernamental por eliminar las NOM en salud —que normaban los tratamientos médicos— para evitar las demandas de pacientes mal atendidos. La consigna de las corcholatas es tapar el sol con un arbusto quemado.

El sexenio de la sacudida histórica y “la revolución de las conciencias” terminará con menos pobres pero más enfermos, menos pobres pero más mal educados, menos pobres pero más muertos, menos pobres pero más derechos sociales cercenados.

El fuego purificador del lopezobradorismo se ha convertido en un infierno, pero en su centro, el lanzafuegos le escribe odas a su único huizache.— Ciudad de México.

denise.dresser@mexicofirme.com

(*)Periodista

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