lunes , 6 mayo 2024
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El Palacio de la Magdalena, hogar para los reyes de España

Franck Fernández Estrada (*)

Decididamente los paisajes con montañas, cumbres nevadas y agrestes valles son de gran belleza. Eso no los tenemos en nuestro Yucatán. Todo el norte de España cuenta con estos accidentes geográficos, es lo que se llama Cordillera Cantábrica.

Exactamente en el centro del norte de España se encuentra la ciudad de Santander, rodeada por esas hermosas montañas y que cuenta con una gran bahía. La ciudad de Santander en el pasado ha tenido dos accidentes muy graves: en 1893 un barco que transportaba 51 toneladas de dinamita explotó ocasionando que la onda expansiva destruyera una buena parte de la ciudad y, después, en 1941 un gran incendio también causó grandes daños.

Desde siempre, las ciudades que han tenido puerto han querido defender su entrada con castillos o batería de cañones en caso de que un enemigo asome sus narices. La bahía de Santander tiene una grande y muy hermosa península que se llama La Magdalena, rodeada de grandes acantilados. Allí había una batería de cañones para proteger la ciudad y su puerto. Los historiadores no se ponen de acuerdo en cuanto al origen de este nombre, se cree que antaño hubo una iglesia dedicada a María Magdalena, pero nunca se ha encontrado ningún vestigio de esta iglesia.

A mediados de los años XIX los médicos de la época consideraban que los baños de mar eran buenos para la salud. Esto fue durante el reinado de Isabel II de España, de la que haré una crónica en el futuro. Cerca del Santander de aquella época existía una playa llamada El Sardinero y las personas venían a ella para lo que se llamaban “baños de olas”, pues en este lugar las olas son fuertes. Hoy son la bendición de los surfistas. En un viaje que hicieron los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg a Santander, las autoridades de la ciudad les hicieron a los reyes una cena campestre en dicha península de la Magdalena. Entonces se habló de construirles una casa palaciega a los reyes.

La intención del Ayuntamiento era que, al venir los reyes, los ministros, los nobles y todos aquéllos que quisieran estar cerca de sus majestades vinieran a instalarse durante los meses de verano en su ciudad. Se hizo una colecta popular y se llamó a un concurso para diseñar un palacio. Este palacio básicamente responde al estilo de los palacios ingleses de la época. Se había calculado que el costo sería de 500,000 pesetas y finalmente se terminó con 750,000.

Pero no fue una mala inversión. A partir de ese momento toda persona que se considerara importante tenía que tener su casa de verano en la ciudad, con la derrama económica que eso generaba. Incluso en el extranjero se le hacía la publicidad a la ciudad con carteles de turismo.

La reina Victoria Eugenia, que fue tan desgraciada por las múltiples infidelidades de su marido y el desprecio que le demostraba la nobleza española, decía que en la Magdalena ella había pasado sus mejores momentos en España. Incluso ella, que no sentía afecto por ninguna de las costumbres españolas ni por su gastronomía, aquí sí adoptó la muy española costumbre de hacer la siesta en un pequeño sofá que aún se encuentra en el salón principal del palacio. En este salón se puede observar un muy hermoso retrato que le hizo el celebré pintor español Joaquín Sorolla, con mantilla, con los pies cruzados y la mano en la cintura, posición que no es muy apropiada a una señora de su abolengo.

En 1931, cuando triunfa la Segunda República Española y los reyes abandonan el país, todas sus propiedades son confiscadas y al Palacio de la Magdalena se le da la misión de servir de universidad de verano. Allí impartieron clases todos los grandes de la literatura española de la Generación del 27, incluso García Lorca. Al final de la guerra civil se instaló en este edificio la Universidad Internacional de Verano Menéndez Pelayo, que fue un gran centro de librepensadores en la época del régimen de Francisco Franco y también fue una puerta para que los intelectuales extranjeros vinieran a la muy cerrada España de esos momentos.

A pesar de que los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia tuvieron cinco hijos, fue el tercero, Juan, conde de Barcelona, el heredero al trono principalmente por las enfermedades de sus hermanos. A la muerte de Alfonso XIII, en su testamento legó la mitad del Palacio de la Magdalena al pretendiente al trono y la otra mitad a sus otros hijos. En 1977 la ciudad de Santander compró a don Juan el Palacio por la coqueta suma de 17 millones de pesetas. Aún continuaban los cursos durante el verano.

Como el Palacio está completamente rodeado por el mar era necesaria la presencia de personas que lo mantuvieran abierto y le dieran vida, porque sabemos cuánto sufre una vivienda que no se vive. A partir de los años noventa, y después de una gran remoción, a diario allí se celebran conferencias, exposiciones, la ya mencionada Universidad Internacional de Verano Menéndez Pelayo, visitas guiadas y cada sábado bodas civiles. El Palacio de la Magdalena no solo consta del Palacio en sí, sino que también cuenta con caballerizas que hoy en día sirven de habitaciones para los estudiantes y profesores que vienen durante el verano a las actividades de la Universidad. Durante la Guerra Civil estas caballerizas fueron utilizadas como mazmorras. El Palacio está rodeado por hermosos jardines, aunque hay que decir que, cuando se construyó el Palacio, en la Magdalena no había ni un solo árbol, todos fueron traídos desde las cercanías de Madrid. El Palacio cuenta con pequeñas habitaciones a disposición de la familia real en visita por Santander.

La Magdalena es su maravilloso ejemplo de lo útil que puede resultar para el bien común una obra monumental construida para el uso de unos pocos.

Traductor, intérprete, filólogo. altus@sureste.com

Fuente: Diario de Yucatán

 

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