domingo , 5 mayo 2024
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1518. La epidemia de Danza en Estrasburgo

Franck Fernández Estrada*

Fuente: Diario de Yucatán

Desde hace mucho tiempo he sabido que se puede bailar hasta la muerte por agotamiento. Los amantes del ballet recordarán que en Giselle, las almas de las doncellas vírgenes salían de madrugada a encontrar hombres en el bosque haciéndolos bailar hasta el cansancio máximo, lo que inevitablemente los llevaba a muerte.

Durante la gran depresión económica de los Estados Unidos en los años 1930, existían maratones de baile en las que varias parejas se presentaban con la esperanza de ser los últimos en abandonar la pista de baile. Todo esto con el fin de ganar algunos pocos dólares. Considero que esto fue una práctica absolutamente inmoral, pero entonces no chocaba a nadie. Es que el hambre, como decía mi madre, es mala consejera.

Sin embargo, en la historia se han dado casos de epidemias de baile, cosa que hasta el momento nadie ha podido explicar de forma clara. La mejor documentada fue una epidemia que se produjo en la ciudad de Estrasburgo, hoy en día territorio francés. Esta hermosa ciudad se encuentra a la orilla izquierda del famoso río Rin. Estrasburgo y toda su región de la que es capital, Alsacia, han sido siempre tema de conflicto entre Francia y Alemania, reivindicándose ambas naciones la posición de este territorio. Lo mismo ocurre con su vecina Lorena.

Pues bien, fue en 1518, para ser exactos el 14 de julio, que de su casa salió una señora que la historia recuerda como Frau Troffea. Iba caminando de una forma muy rara, más que caminar, lo que estaba haciendo esta señora era bailar. Las personas extrañadas la acompañaban en su camino. Así estuvo todo el día, a pesar de que los pies le sangraban y había evidentes moretones en las piernas. Después de haber bailado todo el día con cara de espanto y sufrimiento, cayó la pobre mujer sobre el piso para dormir. Muy temprano, ya del día 15, se despertó en las mismas: bailar sin parar a pesar de que su rostro indicaba sufrimiento y no placer. Una semana más tarde, para al 31 de agosto, ya eran 30 las personas que se encontraban en este estado. Bailar, sin poder detenerse, día y noche. Para el día 25 ya eran 50 los afectados.

Las autoridades de la ciudad no sabían qué hacer. Como los bailadores sudaban, consideraron que, como toda fiebre, se pasaría después de sudar mucho, por lo que tomaron la mala decisión de alentar el baile. Montaron tarimas para que los pobres bailarines se mostraran al mismo tiempo que traían músicos para que los acompañaran. También montaron mesas con comida y bebida gratis para que los afectados pudieran comer y beber. Algunos descarados simularon padecer el malestar para beber y comer sin pagarlos. No lejos de Estrasburgo está la ciudad de Saverne, donde hay una gruta con una capilla dedicada a San Vito, patrón de las personas que tienen convulsiones. Hasta hicieron viajar a los enfermos, que no paraban de bailar durante el viaje, para pedir ayuda al Santo.

Pronto se dieron cuenta de que alentar la danza tampoco era la solución, pues cada vez había más personas afectadas. Los llevaron a un local cerrado a las personas no solo por una cuestión de evitar pánico en la sociedad, sino también como una forma de respeto a los afectados. La cosa tomaba otras magnitudes. Llegaron a morir 400 personas forzosamente fallecidas por paros cardíacos debido al agotamiento. Como en epidemias anteriores, la enfermedad se fue de la misma forma en que llegó. Poco a poco los que no murieron fueron regresando a sus casas.

Ya en varias ocasiones y no lejos de la cuenca del Rin, entre los siglos XIV y XIX, se habían dado varios de casos de este tipo. Los médicos de Estrasburgo de aquella época consideraban que se debía a una mala conjunción de los astros y al fuerte calor de este verano de 1518. El último caso de este tipo de epidemia fue el reportado en 1863 fue cuando grupos de aldeanos en Madagascar iban enfrascados en un baile diabólico de aldea en aldea.

Los científicos en nuestros días han tratado de darle una explicación a este asunto. Hay algunos que han llegado a decir que es una forma que tenían los ciudadanos de protestar ante el clero y la nobleza debido a las pobres condiciones en que vivían sus vidas. Hay que decir que toda una serie de trastornos meteorológicos de años anteriores había causado pobres cosechas encareciendo el precio de los productos básicos.

Por otra parte, el sorgo es un cereal que ya no se utiliza mucho en nuestros días. En aquella época el sorgo sí se cultivaba con más frecuencia debido a que esta planta resiste con mayor facilidad el frío, por lo que se podía cultivar en latitudes más alta. Esto ayudaba grandemente a la alimentación de los campesinos de entonces. Al sorgo le puede entrar un hongo que produce una enfermedad que se llama ergot. Los científicos piensan que al ser molidos los granos de sorgo entraba a la harina el ergot y de ahí al pan. El ergot tiene ácido lisérgico que produce envenenamiento que se puede presentar con alucinaciones, convulsiones y contracciones. Así se podrían explicar las convulsiones de danza que sufrían los pobres afectados. No es necesario decir que algunos estrasburgueses consideraban esta crisis mortal de baile debido a un castigo divino por el mal comportamiento de los ciudadanos.

Si tiene la posibilidad de ir a esta ciudad francesa, no deje de visitar su hermosa catedral, Notre Dame de Estrasburgo, toda tallada en piedra rosa. Otro lugar de interés es la llamada Petite Francia, localidad dentro de la ciudad que nos recuerda cómo era Estrasburgo en el medioevo. Sobre todo no olvidar comer un sabroso plato de chucrut, que no es más que col ácida que se sirve con todo tipo de embutidos. Para lamerse los dedos. Claro, todo acompañado por un buen vino blanco de la región de Alsacia. A consumir con moderación.

*Traductor, intérprete, filólogo.

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