jueves , 25 abril 2024
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Mao y los gorriones

Por: Franck Fernández Estrada(*)

Fuente: Diario de Yucatán

“Errare humanum est”, así decían los romanos y, con esta máxima, nos daban el derecho que tenemos los humanos a equivocarnos. Pero seamos claros, una cosa es errar y, una muy distinta, es persistir en el error, hacer gala de él o incluso desconocerlo. Esta reflexión me lleva a recordar un lamentable hecho en la historia de China que tuvo lugar entre los años 1958 y 1961 que causó una enorme cantidad de muertos. Las cifras van entre 15 y 40 millones de vidas humanas perdidas por hambre. Las cifras más reales estarían entre los 35 y 36 millones de muertos por hambre, por gusto, por el deseo de un dirigente de imponer su ignorante criterio. Pero debemos hacer un poco de historia.

En todos mis escritos he exaltado la cultura china, milenaria, rica, poseedora de grandes conocimientos e inventos. Después de la invasión de China por los japoneses, horrible y cruenta invasión, y al finalizar la Segunda Guerra Mundial, habiéndose dividido el mundo en dos campos, en 1949 se establece en China una República Democrática Popular dirigida por Mao Tse Tung, que hoy en día se ortografía como Mao Zedong. La idea de este señor era acabar con un sistema de producción agrícola prácticamente feudal y llevar al país a un rápido desarrollo económico, en particular gracias al desarrollo industrial. Hasta ahí todo parece magnífico, pero dicen que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

Primero comenzó la reforma agraria para que cada campesino tuviera su pedazo de tierra donde cultivar. Las tierras que les fueron dadas a los campesinos les fueron rápidamente retiradas con fines de colectivización, como había hecho el gran hermano soviético. Mao Zedong retiró de la producción a campesinos y trabajadores de la incipiente industria china para crear miles de pequeños altos hornos para fabricar acero. Uno de los renglones por los que se mide el desarrollo económico de un país es por la producción de acero y, mediante este renglón, Mao Zedong quería que su país fuera considerado desarrollado.

El detalle es que aquellos que fueron sacados de sus fábricas y campos de cultivo no tenían la más mínima idea de lo que es la siderurgia. Se improvisaron altos hornos, muchas veces hechos de lodo y arcilla, donde se fundía cualquier objeto metálico que estuviera al alcance de la vista, incluso los que mañana serían necesarios para la producción y el cultivo. Otra de las grandes ideas de Mao Zedong era que en la naturaleza existían cuatro animales que, cada uno a su medida, causaban grandes daños al ser humano. Estos animales eran los mosquitos, las moscas, los gorriones y las ratas.

Los mosquitos y las moscas evidentemente por la enorme cantidad de enfermedades que transmiten. A los gorriones se les acusaba de “estar pagados por los capitalistas” porque se comían los granos de arroz y de cereales que cultivaba el campesino chino. Las ratas, claro está, se llevaban la mayor cantidad de los epítetos, casi todos con razón. Para eliminar a los mosquitos y moscas se utilizaron grandes cantidades de insecticida en detrimento de la salud de los campesinos y de los futuros cultivos. En cuanto a las ratas también debían ser todas eliminadas y se daban retribuciones por cada cola de rata presentada. En las aldeas pobres, no habiendo más ratas que matar, y para obtener la retribución se crearon criaderos de ratas para tener muchas colas que presentar. Evidentemente, esto se hacía sin ningún tipo de cuidado higiénico, lo que hacía que las ratas proliferaran sin control.

Pero el tema al que quiero dedicarle hoy mi escrito es al de los gorriones. Sabemos que no se puede romper la cadena de la naturaleza. Cuando se rompe un eslabón, el resto de la cadena se ve afectada. No podemos negar que es cierto que los gorriones comen granos de arroz y de cereales, pero cualquier ornitólogo sabe que no es lo esencial de la dieta de estos pajaritos. Ellos fundamentalmente se nutren de insectos, mosquitos y moscas incluidos pero, en particular, de gusanos e insectos que, a la larga, debido a su proliferación causaron grandes daños en los cultivos de China, ya de por sí mal atendidos porque muchos campesinos estaban enfrascados en la creación de acero de ninguna calidad o en la lucha contra los gorriones. La tarea encomendada era la siguiente: los campesinos, y después incluso los ciudadanos de las grandes ciudades, fueron obligados a salir a la calle a hacer mucho ruido para asustar a las aves con el fin de que no se pudieran posar y que, por agotamiento, cayeran al suelo donde finalmente eran sacrificadas.

Los primeros meses fueron de gran regocijo para los pekineses que adoran comer gorriones pero a la larga las consecuencias de la hambruna que esta tarea causó fueron horribles. Y es aquí donde recuerdo el refrán latino. Mao Zedong no solo no reconocía el error en el que había incurrido por su desconocimiento del tema y su ego que no le permitía consultar y escuchar a quienes sí sabían del tema. Fueron dos los elementos que ayudaron a cambiar la política que se estaba llevando al cabo. Uno fue el del ornitólogo Tso-Hsin-Cheng quién a gritos explicaba a cuanta oreja le quería escuchar que estaban haciendo mal. El segundo elemento fue cuando Liu Shaoqi, segundo al mando del partido y del país, visitó la provincia de la que era originario y la aldea en donde había nacido. Allí sus antiguos vecinos y amigos le explicaron lo que ya él sabía. Solo tenían 60 gramos de comida al día a llevarse a la boca, le explicaron cómo las personas comían cortezas de árboles para tratar de silenciar los gritos del estómago, cómo algunas madres intercambiaban sus hijos muertos para no comerse su propio hijo, sino el de otro.

Ante tamaña evidencia, Liu Shaoqi, al regresar a Pekín hizo todo lo necesario para desplazar a Mao Zedong a tareas menos importantes aunque conservando su rango. Para paliar al menos parcialmente el mal ya causado se importaron cientos de miles de gorriones de la Unión Soviética. Mao Zedong estuvo tras bambalinas hasta que, años más tarde, salió arengando a los jóvenes para tomar nuevamente el poder y hacer de las suyas. Este proceso es lo que la historia conoce como Revolución Cultural, también nefasta por sus consecuencias de todo tipo.

Lo triste de todo es que en los billetes de yuan, la moneda de China, es visible la efigie de Mao Zedong. El partido que gobierna y dirige ese país -si bien entendió que no era con altos hornos artesanales que se podía sacar adelante la economía del país sino arengando a cada cual a enriquecerse con un modo de producción capitalista- no permite que se hable de aquellos horribles años en los que sumergieron al país y aquellos dos tristes momentos de la historia de ese país que llevan el nombre de “Gran salto hacia adelante” y “Revolución Cultural”.

(*)Traductor, intérprete y  filólogo; correo electrónico: altus@sureste.com

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