jueves , 28 marzo 2024

La reina de las especias

Franck Fernández(*)

Fuente: Diario de Yucatán

Entre las cosas positivas que ha aportado la mundialización en los últimos tiempos es el hecho de llegar a un supermercado, o incluso a un mercado regional, y encontrar productos que normalmente no son del lugar donde vivimos. Uno de estos aportes y que todos apreciamos es poder comprar con facilidad especias y a precios relativamente accesibles.

La vida sin especias sería la cosa más insípida del mundo. Las especias no solo nos ayudan a darle sabor y realce a la comida de a diario, sino que también nos pueden servir como elementos para mantenernos saludables.

La especia que más se consume en estos momentos en el mundo, con un total de 350 mil toneladas anuales, es de lejos la pimienta. Es precisamente de la pimienta que les quiero hablar hoy.

Todos hemos escuchado la expresión: “Pagar en especies”, que no es nada más y nada menos que pagar en especias. Esta expresión se debe al hecho de que hasta no hace mucho tener una buena cantidad de pimienta —y no solo de pimienta, sino también de otras especias— era signo exterior de riqueza. Valía tanto como el oro. Robar un puñado de pimienta equivalía entonces a robar un banco en la actualidad. Tal era su valor que se aceptaba como medio de pago e incluso para pagar tributos e impuestos. Algunas dotes de jóvenes casamenteras se pagaban en especias.

La pimienta es originaria de la costa occidental de la India, hacia el sur, y todavía hoy día la ciudad de Conchín es considerada la capital mundial de la pimienta y donde se llevan al cabo casi todas las transacciones. La pimienta es la única especia cotizada en bolsa.

Eran los árabes los que durante todo el medioevo mantuvieron el monopolio de la pimienta y por nada del mundo divulgaban cuáles eran sus fuentes de aprovisionamiento. De hecho, hacían circular el rumor de que los campos de pimienta eran guardados por enormes dragones alados que escupían fuego.

Para poder cosechar la pimienta, era necesario espantar a estos dragones hasta que llegaran nuevamente a cuidar su precioso grano y quemaban vivo a cuanto ser humano se le pusiera por delante. Ante semejantes rumores ¿quién se hubiera atrevido a ir a buscar pimienta? De hecho, el color negro de los granos fomentaban estos cuentos alegando que eran quemados por los propios dragones.

Los venecianos, potente república en aquella época, mantenían el monopolio de la compra a los árabes.

Traductor, intérprete y filólogo; altus@sureste.com

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