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Cuando la mentira se instala, lo que sigue es el cinismo. Ahora, en la “nueva normalidad”, casi todo el país está en rojo. Una manera de corregir el infundado optimismo de hace un mes. Mañana lunes no hay ni debe haber regreso a ninguna normalidad, ni nueva ni vieja. Las cosas están peor de lo que se había pensado. El problema es que la población y el Presidente creen que ya concluyó el encierro y que ahora sigue la fiesta.
Nunca se había visto a un funcionario tan alejado de la responsabilidad como al Dr. Hugo López-Gatell, asertivo mentiroso contumaz que ha llevado al Presidente a tomar decisiones muy desafortunadas. El funcionario ha medido bien a su jefe al obsequiarle respaldo “científico” a determinaciones absurdas como el regreso de las giras presidenciales cuando la amenaza de la pandemia es mayor que cuando se suspendieron.
El Dr. López-Gatell tiene mayor aprecio popular que el Presidente. La encuesta de GCE lo corrobora. La buena opinión sobre el funcionario es de 70 por ciento; la de su jefe, 54 por ciento. No es un tema para celebrar, sino lo contrario, una sociedad incapaz de discernir entre la mentira y la verdad, entre la responsabilidad y la frivolidad. Los eventos propagandísticos de los encuentros diarios con los medios dejan dividendos ante un inexistente escrutinio sobre lo que hace o dice el gobierno.
Hay estado de indefensión que se explica por la insuficiencia de los recursos frente al poder en una realidad democrática. La oposición ha apostado por las elecciones de 2021 para modificar el mapa de poder. Su presencia en el debate nacional es testimonial por no decir inexistente. Difícilmente la sociedad puede identificar a un líder opositor con credibilidad. Como opción a lo que existe, más espacio ganan los liderazgos alternativos del Morena como Porfirio Muñoz Ledo, Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal.
Tampoco los poderes hacen contrapeso. Al Judicial no le corresponde, su tarea es hacer valer la legalidad y, en su caso, la constitucionalidad de los actos del gobierno federal. A los diputados y senadores de la oposición les da más por la ausencia y el silencio que por contener el abuso. Los gobernadores en lo suyo; la insuficiencia de recursos y los problemas propios no dan para enfrentar al centro más allá de coyunturas. La crisis fiscal en puerta tiene el potencial para desestabilizar la relación del centro y periferia, pero todavía está por verse, además, el resultado podría ser peor a lo que existe.
Los empresarios, los medios de comunicación, las redes sociales no pueden hacer mucho. Los primeros carecen de liderazgo a la altura de la circunstancia. La embestida contra la libre empresa es inédita; la respuesta ha sido más que tímida. Los medios padecen una crisis estructural que viene de antes, ahora son más frágiles que siempre. Las redes sociales son un espacio en el que convergen razones, pasiones y patologías. Grupos que se comportan como sectas, encerrados en sus propias ideas y con frecuencia groseramente hostiles al diferente.
En esas condiciones la mentira y el cinismo se vuelen el signo de la vida pública. La sociedad anulada por la desinformación y rehén de su anhelo de que las cosas cambien sin comprometerse a nada y de que quien está en el poder haga el milagro. Juego de espejos sin un debate a la altura del momento, para que el consenso sea representativo de la diversidad social y regional, del pluralismo y de las distintas perspectivas del poder y de la nación. La sociedad sucumbe ante la pretensión de unanimidad por la polarización y victimización de quien detenta el poder. Nada bueno, nada positivo puede resultar de ello.
El encumbramiento del Dr. Hugo López-Gatell en la opinión pública ocurre ante una sociedad indefensa por su complacencia ante la mentira y, por lo mismo, incapaz de contener el abuso.
