miércoles , 24 abril 2024
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Hedy Lamarr, bella e inteligente

Por: Franck Fernández*

Publicado en Diario de Yucatán

En estos tiempos en que vivimos en los que tanto se lucha por la igualdad de la mujer, me resulta incomprensible que haya series televisivas que exaltan la idea que para que una mujer triunfe debe tener grandes pechos o canciones que las califiquen como objeto sexual. Lo triste e incomprensible es que estas series y canciones tienen éxito. Para que una mujer triunfe y brille en cualquier aspecto de la vida en nada tiene que ver su apariencia física.

En la historia ha habido mujeres que, además de ser extraordinariamente bellas también han sobresalido por su inteligencia… porque una cosa no está reñida con la otra. El ejemplo que me viene a la mente es el de una judía austriaca que fue maravillosamente bella y, por esta razón, no le quisieron reconocer sus aportes a la humanidad.

Estoy hablando de Hedy Lamarr, quien nació en noviembre de 1914 en Viena en el seno de una familia judía muy rica ya que su padre era banquero. Su verdadero nombre Hedwing Eva Maria Kiesler. Desde muy pequeña mostró su afición por la lectura, la música y sobre todo, por la mecánica. A los cinco años desmontó y volvió a montar sola su caja de música.

A muy corta edad logró ingresar en la universidad de Viena para cursar estudios de ingeniería, cosa poco habitual en aquella época, pero sus deseos de actuar la llevaron a visitar estudios cinematográficos que comenzaron a darle pequeños papeles secundarios. En 1933 llegó la gran oportunidad de su vida. En la entonces Checoslovaquia se filmó la película “Éxtasis”, que la marcó de por vida para bien y para mal. “Éxtasis” fue la primera película en la que sale un desnudo completo de mujer y un orgasmo, de la A a la Z. No es necesario decir que en los Estados Unidos, el resto de los países de Europa y hasta en el propio Vaticano, las autoridades prohibieran la presentación de tan escandalosa obra.

A la edad de 19 años se casó con un hombre 14 años mayor que ella, también judío y fabricante de armas, Friedrich Mandl. Ilegalmente vendía armas a Hitler y a Mussolini. Mandl compraba todas las copias que existieran de la película de “Éxtasis” para que nadie pudiera ver a su mujer desnuda y en pleno orgasmo. Como nunca faltan listos, hubo gente que se dedicó a hacer copias y copias para obtener mucho dinero de Mandl.

Él, que era un hombre extremadamente celoso y controlador, no permitía que Hedy se encontrara ni hablara con nadie si no era en su presencia. No quería que su esposa visitara sus fábricas para que sus empleados no vieran la belleza de su mujer. Solo para los grandes dignatarios y gente de su nivel social estaba disponible la sumisa Hedy, como un hermoso objeto de decoración. En el Palacio de Mandl conoció a Mussolini y a Hitler, aunque nunca comulgó con esas ideas.

La presión era tan grande para Hedy que una noche de una gran recepción drogó a una sirvienta que allí trabajaba y, como tenían las mismas medidas, le quitó el uniforme de sirvienta y con sus joyas escapó por la ventana del baño y en bicicleta hasta Viena perseguida por los guardaespaldas de su esposo.

De Viena a París, donde obtuvo el divorcio y de París a Londres, donde Louis Mayer, el propietario de la Golden Mayer, contrataba por míseros salarios a todos los actores judíos que huían de Europa.

El embrollo de la película “Éxtasis” precedía a Hedy y Mayer le propuso un contrato por $150 semanales pero ella lo rechazó rotundamente. Al darse cuenta de que esa posiblemente era su última oportunidad, compró un billete en el mismo barco en el que Mayer regresaba a Estados Unidos. A bordo, una noche de gala se puso el único vestido de alta costura y las pocas joyas que le quedaban e hizo una entrada triunfal en el salón restaurante. Cuando Mayer se dio cuenta que todos, hombres y mujeres, se le quedaban mirando por su radiante belleza, decidió hacerle un contrato por $500 semanales.

Hedy no hablaba inglés y fue de la mano del actor francés Charles Boyer que trabajó en Hollywood, donde hizo su primera película fue “Argel”, que le abrió el camino a otras más. Era tan hermosa que al verla Walt Disney tomó su rostro como modelo para su personaje de Blanca Nieves.

A estas alturas ya había comenzado la guerra mundial. Su padre, ante la represión contra los judíos y la gran preocupación que sentía por ello, murió de un ataque al corazón. Hedy logró sacar a su madre de Viena. Hedy se casó con varios hombres y con ninguno de ellos fue feliz. Tuvo cinco matrimonios y dos hijos.

En aquellas épocas, las vidas de las actrices eran muy duras. Trabajaban seis días a la semana. Tenían que llegar a los estudios muy temprano para largas sesiones de peinado, maquillaje y vestuario, mientras que las filmaciones terminaban tardísimo. Muchas estrellas a esa hora iban a restaurantes y clubes para tener una vida social, mientras que Hedy regresaba a casa a hacer investigaciones en un laboratorio que el millonario Edward Hughes allí le había montado.

Cuando Estados Unidos entra en guerra, Hedy aún no tenía la nacionalidad norteamericana, pero le estaba muy agradecida a ese país por haberle dado la oportunidad de trabajar y escapar con vida del genocidio contra los judíos. Ella quería ayudar. Uno de los inventos de Hedy lo realizó precisamente con este millonario, fabricante de aviones. Ella consideraba que el vuelo de los aviones era muy lento. Se compró un buen libro con dibujos de pájaros y otro con dibujos de peces. Sobre un papel dibujó la imagen del pájaro más rápido y encima la del pez más veloz. Pronto se dio cuenta de que las alas de esos animales eran inclinadas, por lo que sugirió al fabricante de aviones no hacer más las alas rectas sino inclinadas, como le mostraba la naturaleza. Así son las alas de los aviones desde entonces.

En 1943 un submarino alemán torpedeó un barco en el que murieron muchas personas, entre ellas muchos niños. Esto horrorizó a Hedy y, junto con su amigo el compositor George Antheil, se dedicaron a la tarea a buscar la forma de ayudar a la industria armamentística de Estados Unidos. En aquella época los torpedos no eran demasiado fiables porque eran dirigidos por un dispositivo desde el barco a una longitud de onda específica. Un enemigo inteligente podía localizar esta onda y perturbarla a su favor. George y Hedy llegaron a la conclusión de que si se hacían constantes saltos de onda era imposible interceptarla. Para ello se inspiraron en los rollos de las antiguas pianolas con las 88 notas del piano. El invento consistía en 88 saltos aleatorios de onda imposibles de detectar por el enemigo.

Cuando Hedy se presentó ante las autoridades militares le dijeron que una mujer tan hermosa mejor se dedicaba a vender bonos para los esfuerzos de guerra y no a inventos, que ellos no pretendían poner una pianola dentro de un torpedo. De hecho, cantó y bailó para los soldados y vendió bonos de guerra por una gran cantidad de dinero.

Pasaron los años y Hedy y George no sabían que en Estados Unido si no se renueva una patente ésta se pierde. Grande fue la sorpresa de Hedy cuando se enteró que durante la crisis de los misiles en Cuba en octubre del año 62 Estados Unidos utilizaron su invento de saltos de ondas. También su invento se utilizó con posterioridad en la carrera espacial. Los verdaderos inventores nunca cobraron ni un centavo por su invento que, en estos momentos tendría un valor de 30 mil millones de dólares.

Paralelamente, Hollywood no apreciaba con justeza el trabajo de Hedy como actriz. Fue ella la primera actriz que financió y produjo sus propias películas. Es evidente que Hollywood nunca quiso distribuir lo que tanto dinero y tesón la había costado a Hedy. Poco a poco fue pasando de moda, comenzó a llegar la vejez y se hizo adicta a las cirugías plásticas. De hecho, fue ella la que primero llevó la famosa cicatriz detrás de las orejas. Fue ella la que se lo pidió a su cirujano. Este también fue un invento por el que nunca cobró.

Hoy en día su famoso invento de salto de frecuencia es la base de los hornos de microonda, de la telefonía móvil y de las comunicaciones satelitales. En 1998, la Electronic Frontier Foundation, reconociendo el valor de su invento, les otorgó el premio Pionero, que es el Oscar de los inventores. Para George ya era demasiado tarde y Hedy, por su parte, lo rechazó. Fue en 2000 que Hedy Lamarr abandonó este mundo, con un rostro que ya no tenía nada que ver aquel que le valió que todos los críticos la consideraran como la mujer más hermosa en la historia de Hollywood. Hedy Lamarr fue prueba viviente de que una mujer puede ser hermosa y muy inteligente al mismo tiempo. Hedy no tenía grandes senos.

(*) Traductor, intérprete y filólogo; correo electrónico: altus@sureste.com

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