jueves , 25 abril 2024
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El puente Alejandro III de París

  • Fue un regalo que hizo la pareja imperial rusa, Alejandro III y María Fiódorovna, la emperatriz de origen danés

Por: Franck Fernández Estrada(*)

Fuente: Diario de Yucatán

En cuestiones de gustos no hay nada escrito. Hay a quien le gusta el verde y a otros les gusta el rojo. Y cuando hablo de gustos no solo me refiere al gusto por los colores, sino al gusto por cada y una de las cosas que nos aporta la vida. En cuanto a la ciudad de París y la ciudad de Nueva York, el mundo se divide en dos partes. Unos juran que Nueva York es la capital del mundo y la otra mitad jura que es París. Aquellos que me conocen saben que decididamente soy del segundo grupo.

Considero que París no solo por su historia, sino también por sus múltiples monumentos, su teatral presentación, sus magníficas avenidas y su innumerable cantidad de museos y teatros con mucho es la capital del mundo. Sabemos que a París la atraviesa un río, que es el río Sena, por lo que lo más natural es que para unir la mitad norte con la mitad sur, es decir, la orilla derecha y la orilla izquierda del trayecto del Sena, haya muchos puentes.

En total son 37 puentes y pasarelas los que atraviesan el Sena para unir las dos mitades de la capital gala. Entre ellos está el Pont des Arts, que une la Academia del lado izquierdo (Rive Gauche) del Sena con la Cour Carré que forma parte del Museo del Louvre y que se encuentra en la orilla derecha (Rive Droite). Este no es un puente, es una pasarela. De hecho, es el único puente que atraviesa el Sena que es de madera. No es para coches, sino solo para peatones. Fue el sitio donde los recién casados venían a sellar su amor eterno con un candado en sus barandales hasta que las autoridades tuvieron que sacarlos todos porque, de tantos candados de juramento de amor eterno, ya casi se caía el Pont des Arts.

Pero de todos los puentes de París hay uno que sobresale no solo por la proeza técnica necesaria para su construcción, sino por su belleza. Estoy hablando del Puente Alejandro III. Este puente fue construido con motivo de la Exposición Universal que se realizó en París en 1900. Fue un regalo que hizo la pareja imperial rusa, Alejandro III y María Fiódorovna, la emperatriz de origen danés. Como Alejandro III falleció por cuestiones renales en 1894 no fue él quien pudo poner la primera piedra ni mucho menos inaugurar el puente que aún lleva su nombre, siendo asignada esta tarea a su hijo heredero Nicolás II y su esposa Alejandra Fiódorovna.

El reto que tuvieron que enfrentar los arquitectos e ingenieros a quienes le debemos tan maravilloso puente fue dura tarea. El pliego de condiciones, aunque sencillo aparentemente, desde el punto de vista técnico era muy complejo. El tema es que cerca del lugar donde se encuentra el puente hay una curva del río, lo que en navegación fluvial puede causar problemas. Del lado izquierdo de la orilla del Sena se encuentra el magnífico complejo de los Inválidos, con su maravillosa cúpula dorada que domina los cielos de París. Delante de los Inválidos encontramos la amplísima esplanada que realza la magnificencia de este edificio, haciendo que los edificios circundantes se retraigan para darle ante el prestigio y belleza del monumento que acoge la tumba de Napoleón I.

Del lado derecho del Sena, antes de las fechas de las que estoy hablando, existía un palacio de exposiciones que se llamaba Palacio de la Industria que había sido construido para la también Exposición Universal de 1885. Decidieron derribarlo con la intención de abrir la panorámica a los Inválidos que, gracias al puente de Alejandro III y una gran avenida del lado derecho del río Sena, permitía que un transeúnte que caminara por los Campos Elíseos tuviera una vista despejada que permitiera en perspectiva contemplar los Inválidos. En reemplazo del Palacio de la Industria se hicieron dos magníficos edificios también dedicados a exposiciones. El Petit Palais y el Grand Palais, ambos con vocación de recibir exposiciones y construidos dentro del gusto de la arquitectura de la Belle Époque, a mitad de camino entre el neoclasicismo y la modernidad. La avenida que separa estos dos palacios lleva hoy el nombre de Avenue Winston Churchill.

Para lograr que este puente fuera plano fue necesario construir cimientos de enorme tamaño a ambos lados del río para soportar el peso de la obra. Consideremos que el puente tiene 45 m de ancho y 107 m de largo. El pliego de condiciones imponía que, a pesar de que el puente debía ser plano, no por ello debía obstruir el paso de las barcazas que circulan por el famoso río parisino.

En sus cuatro puntas existen grandes pilones dedicados a la Fama de las Artes, la Fama de la Ciencia, la Fama del Combate y la Fama de la Guerra. El puente está profusamente  decorado, siendo este detalle también especificado en el pliego de condiciones. En total cuenta con 32 candelabros de bronce, realizado por el mismo establecimiento que fabricó los candelabros de la Ópera Garnier de París. En la base de los pilones hay cuatro alegorías de Francia. Una es la alegoría de la Francia del medioevo, la segunda la alegoría de la Francia del Renacimiento, la tercera la alegoría de la Francia durante el reinado de Luis XIV y la última es la alegoría de la Francia Moderna. También cuenta con angelotes, curiosos que han visto el pasar del tiempo y de las aguas. Sosteniendo las farolas están los genios de los peces y las conchas marinas, las ninfas del río Neva que son las que llevan el escudo de Rusia y las ninfas del río Sena que son las que portan el escudo de Francia. A todo esto hay que agregar numerosas mascarillas y guirnaldas. Todo dorado.

La construcción básicamente fue dedicada a la alianza que se forjó entre la republicana Francia y la autocrática Rusia, concluida entre las dos naciones en 1891. Esta alianza preveía una alianza militar y económica, así que podemos de ello concluir que el puente Alejandro III ante todo fue pensado como un arma política y diplomática. La construcción de esta obra duró en total cuatro años, viniendo nuevamente a París Nicolás II y Alejandra Fiódorovna para su inauguración y a visitar la famosa Exposición Universal de ese año. En forma de agradecimiento, Francia regaló a San Petersburgo también un puente icónico que atraviesa el río Neva. Es el Puente de la Trinidad (Troitski Most). Este puente petersburgués es levadizo. Está mucho menos adornado en comparación al parisino. Sin embargo, debido a la anchura del río Neva es muchísimo más largo.

El Puente Alejandro III, gracias a su inigualable belleza plástica, a su maravillosa vista sobre monumentos tan icónicos de París como los Inválidos, la Torre Eiffel y los Petit y Grand Palais, ha sido locación de múltiples películas, publicidades de las grandes marcas de lujo de Francia y también para clips musicales. Si va a París, visitar este puente Alejandro III es una de sus tareas obligatorias.

*Traductor y filólogo

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