Franck Fernández Estrada *
Fuente: Diario de Yucatán
Alemania, casi tal y como la conocemos, es un país nuevo. Surge como estado en 1871 después de la derrota de la batalla de Sedán, de la cual el emperador Napoleón III de Francia tuvo que huir a Inglaterra.
Antes Alemania era un compendio de diferentes estados: reinos, ducados, condados, cada uno con su propio dialecto regional.
En la ciudad de Hessen nacieron a finales del siglo XVIII dos hermanos que, al darse cuenta de que se estaban perdiendo con el paso del tiempo las viejas tradiciones y anécdotas que contaban los mayores durante las largas noches de invierno cerca del fuego, se dieron a la tarea de dar un recorrido por todas las regiones que aún no eran Alemania y hacer un compendio de todas estas historias.
Lograron publicar un primer tomo en 1812, y publicaron un segundo más tarde. En estos dos tomos podemos encontrar cuentos que muchos conocemos y que incluso hemos olvidado también: “La bella y la bestia”, “Rapunzel”, “La cenicienta”, “Blancanieves”, “El agua de la vida”, “La oca de oro”, “La hija de la Virgen María”, “Las tres hojas de la serpiente”, “Las hilanderas”, “Hansel y Gretel” y el que nos ocupa hoy, “El flautista de Hamelín”.
Es conocida la historia que tuvo lugar en 1284 en la ciudad de Hamelín, situada en la actual Baja Sajonia. La ciudad estaba invadida por una plaga de ratas que le hacían la vida imposible a los habitantes, por muy acostumbrados que estuvieran en aquellas épocas a vivir en cohabitación con todo tipo de animales.
Pues bien, el 14 de junio de 1284 llegó a Hamelín un hombre vestido con un raro traje de muchos colores y le propuso a los ciudadanos eliminar a todas las ratas a cambio de una compensación económica. Todos estaban tan desesperados que aceptaron de inmediato. Acto seguido, nuestro héroe de hoy sacó una flauta, interpretó una hermosa melodía y todas las ratas del pueblo lo siguieron como hipnotizadas.
Como cerca estaba el río Weser, él las atrajo hasta allí y todas se ahogaron y fueron llevadas río abajo, liberándose de esta forma de los roedores.
Una vez realizada su tarea, fue el flautista a reclamar el dinero pactado, pero los habitantes de la ciudad decidieron no pagarle nada. Enfadado se fue y el 26 de junio de 1284 volvió. Una vez más sacó la flauta y esta vez no fueron las ratas las que siguieron como hipnotizadas la melodía del flautista, sino todos los niños del pueblo, bailando detrás del mismo: 130 niños en total.
La historia nos cuenta dos versiones diferentes de este acontecimiento. En una, los niños desaparecieron y nunca más regresaron, y en la segunda los habitantes, muy asustados, pagaron al flautista quien devolvió a los chicos con su familia. Básicamente eso es lo que dice la historia que recogieron los hermanos Grimm.
Sin embargo, sabemos que detrás de toda leyenda o cuento siempre existe algo de realidad. En la ciudad de Hamelín hay un edificio que se llama “El edificio del cazador de las ratas”, ante cuya fachada hay una placa de metal colocada en 1602 y que rememora los hechos. Sabiendo que los hermanos publicaron este cuento en 1816, nos da una prueba clara de que ya esta historia existía bastante tiempo ants entre sus habitantes.
También existe un segundo documento que nos hace pensar en la veracidad de esta historia. En 1440 un escriba de Lüneburg dejó por escrito la narración de los 130 niños desaparecidos detrás del flautista en 1284.
Un tercer elemento que apunta a la veracidad de esta historia es que en la propia iglesia de Hamelín existía un vitral en el que se mostraba al flautista con su traje de múltiples colores llevándose a los niños. Este vitral databa de comienzo de los años 1300 y, aunque con posterioridad fue destruido, existía una acuarela que sirvió de modelo para rehacer un nuevo vitral en 1590 basándose en estos hechos.
Historiadores y profanos tratan de explicar estos hechos y tejer teorías sobre el acontecimiento que habría causado la desaparición de los 130 niños que nos cuentan los hermanos Griim. Como teorías, algunas son más descabelladas que otras. Se habla de que el flautista es una representación de la peste negra, pero debemos recordar que esta terrible epidemia solo invadió a Europa en 1343, es decir, unos 60 años antes de los hechos que nos ocupan.
También hay quien alega que el flautista era una especie de brujo que quería hacer de la suyas con los niños, pero que en el camino se encontraron con un grupo de religiosos que los obligaron a convertirse a la verdadera religión cristiana. O bien no aceptaron los andantes y fueron todos masacrados o bien fueron llevados a conventos, de donde nunca más lograron salir. Una tercera hipótesis nos habla de que el flautista era un pedófilo y que una vez saciados sus bajos instintos, hubiera masacrado a todos los niños. No falta quien considere que los niños fueron víctimas de una epidemia (ya vista en otros lugares de Europa) con la cual los afectados convulsionan, como si estuvieran bailando y muriendo por agotamiento. También hay quienes apoyan la teoría de que el flautista era una especie de reclutador que se llevó a los chicos para ir en algún tipo de procesión religiosa o para alistarlos en ejércitos para que combatieran en las múltiples guerras que se producían en estas tierras en aquellas épocas.
La última de las teorías de las que les quiero hablar es que, en definitiva, el flautista era un reclutador que se llevó los niños a las zonas colindantes con la, en aquella época, joven ciudad de Berlín con el fin de poblar esos terrenos como colonos. Esta teoría se basa en el hecho, que a partir del año 1284 encontramos en los alrededores de Berlín personas con apellidos propios de Hamelín registrados en las actas de bautizo, matrimonio y defunción de la ciudad de Berlín, de esa época.
Sea como haya sido la historia real, ahí nos quedaron, grabados para el futuro, los trabajos de los hermanos Grimm que, con el fin de salvarlos del olvido, escribieron sus libros para niños, recopilando todas las viejas leyendas y cuentos del folklore alemán.
*Traductor, intérprete y filólogo.