sábado , 15 marzo 2025
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Sobreviviendo las redes

Seis criterios auxiliares

Antonio Salgado Borge (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Las discusiones en redes sociales sobre asuntos de interés público pueden resultar frustrantes. Este resultado es comprensible. Basta sumergirse en los comentarios en Facebook o Twitter a ciertas publicaciones para salir golpeados o para perder la fe en la capacidad de deliberación del ser humano.

Hace poco una persona que sabe que no me afectan este tipo de interacciones me preguntó cómo le hago para que “me resbalen” sus elementos negativos. La idea detrás de este análisis ha surgido de esa pregunta. En este artículo buscaré poner a disposición de las lectoras y lectores de Diario de Yucatán criterios que pueden ser auxiliares para navegar con tranquilidad en las redes.

El eje central detrás de los criterios que a continuación detallo es uno y lo mismo: el “muro” de una persona dentro de Facebook y sus equivalentes en otras redes son espacios privados dentro de espacios privados. En consecuencia, así como una persona tiene el derecho de poner reglas sobre lo que se permite o no en su propia casa, uno también puede establecer unilateralmente lo que se permite o no en su espacio en redes sociales. Con esto en mente, iniciemos nuestro recorrido.

Las cuentas

(1) Cuentas falsas. Un criterio básico para empezar a navegar las discusiones en redes es discriminar entre perfiles que pertenecen a personas reales y perfiles que son falsos. Y es que en Facebook y Twitter, un buen número de perfiles no corresponden a personas reales. Algunos son operados por personas de carne y hueso que se hacen pasar por otras, mientras que otros, llamados “bots” son operados de forma automatizada. Para efectos de comportamiento y trato, esta distinción no hace diferencia. Lo importante aquí es que casi siempre es relativamente fácil identificar cuando un perfil es falso.

La mejor respuesta a la aparición en una discusión de un perfil que usa un seudónimo evidente, que está poblado por fotografías que difícilmente alguien subiría a su espacio personal o que reproduce en su espacio publicaciones sin intercambiar comentarios significativos, es bloquearlo.

Alguien podría decir que los falsos positivos son posibles; esto es, que con un criterio de este tipo uno terminará eliminando a cuentas que pertenecen a personas reales. Pero a ello se puede responder que quien transita por las redes sociales con una cuenta que muestra estas características bien se lo ha ganado. Uno no andaría platicando por la calle con personas desconocidas encapuchadas.

(2) Fanáticos. Es de sobra conocido que estamos atravesando por un momento radicalmente polarizado. En redes sociales, esta polarización se encarna de manera notable en las personas obsesionadas con AMLO. Mientras algunos individuos viven para reproducir publicaciones fatalistas, otras viven para responderles o para aplaudir al Presidente.

Lidiar con estos fanáticos tendría que ser cosa fácil. Al igual que en el caso anterior, las cuentas de fanáticos partidistas no pueden ser consideradas relevantes cuando de lo que se trata es de construir discusiones basadas en hechos y argumentos.

Dado que en este caso detrás de las cuentas hay personas reales, uno tiene dos opciones sobre la mesa. Si se trata de personas que uno aprecia o conoce, para evitar malos ratos uno puede ignorarlas. Pero, si uno no conoce a la persona detrás del perfil, o si las publicaciones resultan disruptivas o molestas por insistentes, siempre será una opción bloquearles. En cualquier caso, uno no tendría por qué sentirse mal por descontaminar sus espacios de diálogo.

Los contenidos

(3) Los desinformadores. Hay personas que, intencionalmente o no, reproducen contenidos chatarra —como “fake news”, fotografías editadas— o republican notas surgidas de portales partisanos o poco confiables.

Por ejemplo, esta semana circuló una fotografía de una lechuga con el nuevo etiquetado indicando su calidad de producto con “exceso de calorías” y “exceso de azúcares”. La fotografía fue compartida en muchos casos sin fuente y sin contexto. El resultado: a pesar de lo ridículo que resultaba que estas etiquetas pudieran corresponder a una lechuga, un buen número de personas pensó que esto era cierto.

De aquí se desprendieron críticas a la forma en que el nuevo etiquetado “estigmatiza” (sic) a los alimentos.

No hace falta tener mala intención para compartir imágenes de este tipo. Para efectos de este artículo, lo importante es que, salvo que sea para hacer fact checking (verificación de hechos) es pertinente evitar discusiones sobre las publicaciones de personas que no tienen el cuidado de o bien sólo compartir información de fuentes confiables o, en su defecto, aclarar que la información que no hay razón para pensar que lo compartido de fuentes no confiables es verdadero.

Esto es especialmente importante hacia el futuro, pues se viene un torrente de deepfakes (falsificaciones profundas) que consisten en fotografías o videos falsos que son virtualmente indistinguibles de los verdaderos. Lo único que nos puede garantizar la confiabilidad de la imagen es su fuente. Si no hay fuente, o si esta fuente no es confiable, es mejor ignorar la imagen y a quien la comparte. Lo contrario implica perder el tiempo y ayudar a desinformar a nuestros contactos.

(4) Insultos directos. En esta categoría entran las palabras altisonantes o las expresiones abiertamente ofensivas. Existe en las discusiones en redes sociales una increíble tolerancia a este tipo de descalificaciones. Esta tolerancia ayuda a que el tono de la discusión se eleve. Así, debates sobre asuntos políticos serios termina en mentadas de madre.

Confieso que, probablemente como consecuencia de diez años de escribir en el Diario, las agresiones verbales hacia mi persona en redes sociales me resultan irrelevantes. Encuentro intolerable, eso sí, cuando alguien publica en mi espacio para agredir a alguno de mis contactos —cuando este es el caso, no dudo en bloquear a la persona que ha agredido—. Esta sería la primera opción que pondría sobre la mesa ante los insultos.

Sin embargo, soy consciente de que hay personas a quienes les enerva o baja la moral recibir insultos en redes sociales. En la vida fuera de las redes, cuando uno se confronta con agresiones de este tipo hay tres posibilidades: ignorarlas, responderlas, o darse la vuelta para quitar a la persona agresora del camino. Me parece que uno no tendría por qué reaccionar distinto en redes sociales.

Las opiniones

(5) Las opiniones basadas en memes. Aunque algunos son divertidos o ocurrentes, en la discusión pública los memes son una suerte de tumor que se reproduce y contamina. Son dos los problemas principales que conlleva el uso de memes en este contexto.

El primero es que resulta evidente que en una discusión racional no puede establecerse un punto válido a través de una imagen que ridiculice a un personaje o posición política. En estos casos, quienes usan memes suelen excusarse aludiendo a que simplemente “bromeaban”. Pero, aún suponiendo que esto es verdad y que no es una mera salida para evitar la humillación, lo cierto es que los memes terminan quitando ritmo a una discusión, rebajando su nivel y distrayendo a algunos de los participantes.

El segundo, y esto es una tragedia, es que buena parte de quienes se enfrascan en discusiones lo hacen con “información” que han adquirido a través de memes. Así, personas que vieron una imagen de Dubai al lado de una de Cuba presentada como el contraste entre “capitalismo” y “socialismo”, y cuyo conocimiento sobre ambos sistemas económicos no va mucho más allá de esta imagen, se siente con autoridad para hacer afirmaciones en foros de opinión en redes sociales.

Me parece que un recurso de este tipo es inaceptable cuando se está debatiendo con seriedad. Una forma de lidiar con las personas que irrumpen discusiones con memes es haciéndoles ver que su publicación resulta irrelevante o perjudicial para la discusión. Cuando los memes son publicados en nuestro muro o espacio en redes sociales, siempre podemos borrarlos.

(6) Las opiniones no argumentadas. Es común en redes sociales encontrar opiniones fulminantes sin una explicación como sustento. Un ejemplo ayuda a ilustrar este caso. Supongamos que alguien afirma que no está de acuerdo con la forma en que AMLO ha manejado la pandemia pues México sigue un esquema similar a la llamada “inmunidad de manada” —en resumen, sálvese quien pueda— y que esto no es lo que se ha hecho en los países que más exitosamente se han enfrentado a la pandemina.

Ahora imaginemos que alguien le responde “pues yo no estoy de acuerdo”. Una respuesta de este tipo es aceptable como opinión. Todo mundo tiene derecho a expresar su opinión dentro de los parámetros constitucionales. Sin embargo, es preciso distinguir entre una opinión basada en argumentos y una mera opinión.

En este caso, un ejemplo de una respuesta basada en argumentos sería construir una inferencia que lleve a aceptar que la “inmunidad de manada” es una opción excelente para responder a la pandemia. Un ejemplo de una opinión basada en desarticular el argumento contrario sería decir que es falso que México utiliza la “inmunidad de manada”. Finalmente, un ejemplo de una mera opinión es “no estoy de acuerdo” o “AMLO sabe lo que está haciendo”.

Una opinión que no está basada en argumentos o que no ataja directamente alguna de las premisas de un argumento es respetable como opinión; sin embargo, para efectos de una discusión racional, no tiene valor alguno. Ante una opinión de esta naturaleza, uno puede correr la cortesía de pedir argumentos que respalden lo dicho —ejemplo: ¿y por qué no estás de acuerdo”—. Pero, si uno no tiene el tiempo o paciencia para caminar de la mano de la persona que no tuvo el tiempo, la paciencia o los recursos para desarrollar un argumento, uno siempre puede dejar pasar su opinión ignorándola.

Conclusión

Nuestro “muro” en Facebook y sus equivalentes en otras redes sociales son espacios  privados dentro de redes que también son espacios privados.

Por ende, las personas que usan estas redes y son afectadas por el tono o contenido de algunas discusiones, tienen todo el derecho bloquear cualquier contenido que nos pueda afectar negativa o simplemente de ignorarlos.

En este artículo he presentado a las lectoras y lectores del Diario seis criterios auxiliares al momento de navegar las discusiones en redes sociales. Espero que puedan ayudar a mejorar su experiencia.— Edimburgo, Reino Unido.

asalgadoborge@gmail.com

Antonio Salgado Borge

@asalgadoborge

Candidato a doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Maestro en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y maestro en Estudios Humanísticos (ITESM)

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