jueves , 25 abril 2024
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Rodrigo Llanes Salazar: Tren Maya y Covid-19

Mirada antropológica

Rodrigo Llanes Salazar (*)

Fuente: Diario de Yucatán

¿Salvar vidas o salvar la economía? Se trata de uno de los grandes dilemas que enfrentan los Estados en todo el mundo debido a la crisis provocada por el Covid-19. Desde luego, la disyuntiva no es tan simple: mantener a las personas en casa en estos momentos puede evitar que se infecten con el coronavirus, pero la suspensión de las actividades económicas tendrá —está teniendo— consecuencias desastrosas, incluso fatales, para miles de personas, especialmente para las más vulnerables.

Por eso, en esta disyuntiva, los Estados han definido cuáles son las actividades económicas consideradas esenciales, que no se deben detener. En el caso de México, el Gobierno Federal ha anunciado que las actividades del sector salud, así como las financieras, tributarias, de industrias energéticas y alimentos, entre otras, son esenciales y seguirán operando.

Pero, además, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha anunciado que proyectos prioritarios para su administración, como el Tren Maya y la refinería en Dos Bocas, también continuarán. Cabe preguntarse qué tan esenciales son esos proyectos. Los estudios sociales sobre megaproyectos han documentado cómo este tipo de empresas se han convertido en la forma favorita de los Estados para proveer bienes y servicios. El atractivo de estos proyectos no solo reside en su dimensión económica —a saber, que pueden generar empleos, atraer más inversiones, detonar el crecimiento económico—, sino también en sus dimensiones políticas, tecnológicas y estéticas.

Me parece que, en el caso de proyectos como el Tren Maya, la razón política tiene igual o más peso que la económica: es un símbolo —o quiere serlo— de la transformación de México, un símbolo de “desarrollo” del sur de México, región abandonada por los gobiernos neoliberales, que no se favoreció del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y que ahora sí sería incluida en el México posneoliberal.

Sin embargo, los estudios sobre megaproyectos también han apuntado que, sobre todo los proyectos de carácter extractivo o que se desarrollan en regiones habitadas por pueblos indígenas y comunidades rurales, las ganancias suelen concentrarse en las élites económicas y políticas. Los empleos generados suelen ser precarios, temporales, sin seguridad social. Y suelen ser las poblaciones locales las que pagan los costos por la especulación de tierras, por los daños ambientales y de salud, al escasear o contaminarse el agua y otros recursos naturales.

Muchas de estas preocupaciones han sido expresadas para el caso del Tren Maya, el cual ha sido objeto de críticas de ambientalistas —sobre todo por el impacto que provocará a áreas naturales como la de Calakmul— así como de defensores de derechos humanos, particularmente de pueblos indígenas. Muchas de estas críticas no se han dirigido hacia la idea de un tren en sí mismo, sino al modelo de desarrollo más amplio en el que se inserta ese tren, particularmente a los anunciados polos de desarrollo alrededor de las estaciones, sobre los cuales aún no contamos con mayor información.

Esta última preocupación se hizo patente en las llamadas sesiones de consulta a pueblos indígenas entre noviembre y diciembre del año pasado. Aunque muchos participantes aceptaban el Tren Maya, expresaban numerosas preocupaciones sobre la calidad de los empleos generados, sobre en quiénes se concentrarían las ganancias, sobre lo verdaderamente incluidos que estarían en el proyecto, sobre si serían protagonistas del mismo o solo mano de obra barata. Estas preocupaciones no son meras preocupaciones abstractas, sino que son el producto de las experiencias que han sufrido en tantos proyectos en los que las autoridades les han prometido bienestar y desarrollo.

A pesar de las críticas, las autoridades federales se han obstinado en que el Tren va porque va. Y todo parece indicar que, a pesar de la crisis del coronavirus, el Tren Maya va. Hace unos días, el Gobierno Federal publicó un decreto en el que se dispone que “aquellas empresas de producción de acero, cemento y vidrio que tengan contratos vigentes con el Gobierno Federal, continuarán las actividades que les permitan cumplir con los compromisos de corto plazo exclusivamente para los proyectos de Dos Bocas, Tren Maya, Aeropuerto Felipe Ángeles, Corredor Transísmico”.

Asimismo, hace un par de días, el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) lanzó dos licitaciones para el acondicionamiento y rehabilitación de las vías férreas para el Tren Maya en municipios de Campeche, Chiapas, Tabasco y Yucatán. De acuerdo con una nota publicada en Diario de Yucatán, Fonatur informó que “las obras físicas para establecer la estructura del Tren Maya iniciarían el 30 de abril próximo” (3-4-20).

En esta coyuntura, diversas voces han llamado a frenar el Tren Maya, ya sea temporal o definitivamente. Por un lado, los presidentes de la Coparmex y de la Conacanaco-Servytur han pedido redireccionar los recursos de proyectos como el Tren Maya al sector turístico, sector que se ha visto gravemente afectado en esta crisis. Por otro lado, también se han expresado preocupaciones en torno a las afectaciones que tendría la continuación de los trabajos del Tren Maya en las comunidades indígenas de la región. La organización de derechos humanos Equipo Indignación publicó la semana pasada un vídeo con preguntas en maya y en español dirigidas a López Obrador al respecto.

En el vídeo, Indignación pregunta: “Presidente López Obrador, quiero preguntarte ¿si es más necesario que hagas el tren maya o es más necesario que tengamos salud las personas ahora?”, “¿por qué quiere apurar los trabajos del tren maya?”, “¿no puedes esperar que pase esta enfermedad? ¿Por qué lo quieres hacer tan rápido?”, “¿cómo hará y garantizará la participación de las comunidades mayas y la participación ciudadana en la evaluación de impacto ambiental y social en medio de esta emergencia sanitaria?”, “¿qué es más importante para usted, la salud de los mayas o los trabajos del tren maya que continúan pese a la contingencia de salud que atravesamos actualmente?”, “¿por qué tanta prisa, a quién quiere usted beneficiar?”.

Las preocupaciones por los efectos de los trabajos de megaproyectos en comunidades indígenas no son exclusivos de Yucatán. En Ecuador y Brasil, líderes indígenas han exigido a empresas petroleras y mineras que detengan sus labores en esas regiones, “temerosos de la contaminación que puede llegar con los trabajadores externos” (“The New York Times”, 10-4-20).

Por ello, en el comunicado “Maaya Kaaj Tu Táan Covid-19: Mokt’aan uti’al ojéelbtbil” (“El pueblo maya ante el Covid-19: posicionamiento público”), diversas ciudadanas y ciudadanos mayas y no mayas denuncian la situación que viven las comunidades mayas: la pérdida de la “autosuficiencia que da la tierra a la dependencia de empleos mal pagados”. También se expresa que “es imposible guardar las medidas básicas tales como el lavado de manos continuo y la cuarentena mientras existan hogares sin el vital líquido”.

Por lo tanto, en el comunicado exigen que “cese la priorización del desarrollo económico que solo contempla al pueblo maya como mano de obra o como objetos turísticos. Alto a la construcción del tren maya que solo agravará las condiciones anteriormente expuestas. Alto al despojo de territorios para favorecer intereses empresariales. Que el proceso de recuperación de autosuficiencia en comunidades mayas con estrategias económicas basadas en la perspectiva maya sean proyectos con igual prioridad en la agenda nacional y local”.

Las autoridades federales justifican la continuación de los trabajos del Tren Maya por la cantidad de empleos que el proyecto generará. Lamentablemente, no contamos con información pública sobre la distribución de casos de Covid-19 por municipios en Yucatán, aunque sí sabemos que las condiciones de salud en la mayoría de ellos es deplorable.

Por eso, en esta crisis, el llamado a redirigir los recursos de proyectos como el Tren Maya para garantizar los derechos humanos de las comunidades y personas más vulnerables debe ser escuchado seriamente.— Mérida, Yucatán.

rodrigo.llanes.s@gmail.com

Investigador del Cephcis-UNAM

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