miércoles , 24 abril 2024
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Rodrigo Llanes Salazar: Por culpa del neoliberalismo

Mirada antropológica

Rodrigo Llanes Salazar (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Una de las imágenes que más recibí —y circularon en mis grupos— en WhatsApp la semana pasada fue una caricatura del monero Patricio Ortiz, en la que dos mujeres, una de ellas con notables moretones, se presentan a una oficina del Ministerio Público. El funcionario les dice “Sí, mire. Lo suyo no es un caso de violencia intrafamiliar, sino de neoliberalismo salvaje. La denuncia la tiene que levantar en la Secretaría de Economía…”.

Como toda caricatura, ésta exagera un aspecto de la realidad, desdibujando otros. Aunque a veces no exageran tanto porque la realidad ya es exagerada. La realidad exagerada que Patricio retrata son los discursos de Andrés Manuel López Obrador de atribuir las raíces de los problemas de México al neoliberalismo. Es verdad, también culpa a la corrupción, a los conservadores, a la mafia del poder, aunque me temo que, para él, todas esas palabras son sinónimas.

Ya se ha repetido mucho en los medios de comunicación en los últimos días: frente a los horribles feminicidios de Íngrid Escamilla, Fátima Cecilia Aldrighett y de miles de mujeres más, nuestro Presidente no ha estado a la altura. Ha culpado a las “políticas neoliberales”. Ha dicho que el problema de los feminicidios se debe a que México “cayó en una decadencia, fue un proceso de degradación progresivo que tuvo que ver con el modelo neoliberal”.

En tiempos en que es difícil matizar y evitar caer en polarizaciones —amor u odio a AMLO—, intentaré matizar. Creo que AMLO tiene razón en que muchos problemas de México se deben a políticas neoliberales implementadas por lo menos desde el sexenio de Miguel de la Madrid: la desigualdad extrema que ha roto al país, el abandono del campo, la devastación ecológica, entre otros problemas, se han debido en gran medida a la falta de regulación del Estado en materias que le corresponden o que, según algunos estudiosos y activistas, le deben corresponder; se han debido a que las élites políticas han actuado a favor de grandes intereses económicos y no del bien común. Incluso la violencia vinculada con el crimen organizado y algunos feminicidios podrían explicarse tomando en cuenta políticas neoliberales, como los estudios que han relacionado los feminicidios en Ciudad Juárez con el impulso de las maquiladoras.

Su idea

Vale la pena preguntarnos en este punto qué es lo que entiende AMLO por “neoliberalismo”. El Presidente comúnmente se refiere al neoliberalismo como la sustitución del Estado por el mercado. Cuando habla del tema, frecuentemente alude a una serie de privatizaciones de empresas estatales que solo beneficiaron a una minoría, al saqueo de recursos públicos y a la exportación de materias primas e importación de productos procesados.

Sí, el neoliberalismo es todo eso, pero es más que eso. En “Breve historia del neoliberalismo”, una de las obras ampliamente citadas en ciencias sociales sobre el tema, el geógrafo marxista entiende al neoliberalismo como una política de “acumulación por desposesión”, es decir, en una forma de las élites de acumular riqueza a partir de medidas de privatización y mercantilización de bienes y servicios, de desregulación del sistema financiero, de gestionar y manipular crisis y de redistribuciones estatales de abajo hacia arriba (por ejemplo, aumentando impuestos, recortando gasto público). Estas medidas de acumulación por desposesión comenzaron a expandirse a partir del golpe de estado en Chile en 1973, con los gobiernos electos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan en el Reino Unido y Estados Unidos y los “ajustes estructurales” que hicieron estados como el mexicano desde inicios de la década de los ochenta.

Más que políticas

Pero el neoliberalismo tampoco se puede reducir a un conjunto de políticas y medidas económicas. Otra de las concepciones ampliamente extendidas en las ciencias sociales sobre el tema es la perspectiva del filósofo francés Michel Foucault, quien en un curso de 1979 concibió al neoliberalismo como un “arte de gobernar”, en el que el mercado se convierte en el lugar de justicia y de verdad, por lo que el Estado debe dejarlo actuar por sí solo. Lo interesante de la perspectiva de Foucault es el planteamiento de que no es que exista previamente un libre mercado que el Estado deba dejar actuar, sino que la “libertad” del mercado debe ser construida constantemente.

Así Foucault y sus seguidores enfatizan que el arte de gobierno neoliberal implica la formación de sujetos particulares: las personas deben actuar como empresas, como emprendedores competitivos. Inspirados en Foucault, Christian Laval y Pierre Dardot han escrito que “el neoliberalismo, antes que una ideología o una política económica es, de entrada y ante todo, una racionalidad”, que “tiene como característica principal la generalización de la competencia como norma de conducta y de la empresa como modelo de subjetivación” (“La nueva razón del mundo”).

Me parece que el gobierno de la 4T ha tenido aciertos en sus intentos de revertir los efectos de treinta años de políticas neoliberales. Uno de ellos la reforma laboral para que los trabajadores sindicalizados puedan votar de manera libre y directa por sus representantes o las modificaciones al T-MEC —el acuerdo comercial con América del Norte— que confieren mayor capacidad de negociación a los trabajadores frente a los empleadores.

Capacidad de consumo

Otro acierto es aumentar los ingresos y capacidad de consumo de los más pobres. Aunque los medios pueden ser cuestionables —las transferencias directas y, sobre todo, la apuesta por hacer más productiva a Pemex—, AMLO ha aumentado el salario mínimo, y datos del Inegi de este año nos indican que el ingreso laboral de los mexicanos aumentó 5.9 por ciento (en contraste con el 0.5 por ciento que aumentó en el gobierno de Calderón y la caída del ingreso en el de Peña Nieto). Aún más, han sido los trabajadores que menos ganan los que más se han beneficiado con los aumentos de ingresos (The New York Times, 17-2-20).

En este sentido, es claro que el gobierno “antineoliberal” o “posneoliberal” de AMLO ha procurado revertir las medidas de redistribución neoliberales de abajo hacia arriba por unas de arriba hacia abajo y que ha estado forjando un discurso moral en contra de la competencia individualista y salvaje.

Pero también es verdad que aspectos medulares de las políticas y medidas neoliberales, como la privatización y mercantilización de bienes y servicios o la desregulación financiera no han sido combatidas con igual firmeza. Aunque en una mañanera de marzo del año pasado AMLO sentenció que “quedan abolidos el modelo neoliberal y su política de pillaje antipopular y entreguista”, es evidente que el neoliberalismo no se puede abolir por decreto, mucho menos por declaración mágica del presidente. Por poner solo un ejemplo, se necesita toda una transformación del marco jurídico que ha permitido la privatización y mercantilización de bienes y servicios.

Sistema expandido

También es posible encontrar lecturas que consideren que AMLO no solo no ha sido antineoliberal, sino que ha expandido el neoliberalismo en México. A siete meses del gobierno de AMLO, Rafael Lemus —crítico literario estudioso del neoliberalismo— escribió “el neoliberalismo persiste, implacable, en el centro. Peor aún: se extiende y adquiere nuevas e inquietantes formas”. Para Lemus, ninguna de las políticas económicas de AMLO está comprometida con la restauración del equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y los mercados, en mermar la capacidad de las grandes corporaciones o cortar el vínculo entre el poder político y el económico. El gobierno de AMLO —asevera Lemus— “se ha rodeado de los empresarios consentidos del viejo régimen” (NYT, 8-7-19).

Incluso aunque el gobierno de AMLO fuese realmente antineoliberal o posneoliberal, el neoliberalismo no se tiene la culpa de todos nuestros males. La corrupción y la impunidad son problemas independientes del neoliberalismo: han existido antes de él y, muy probablemente, lo harán después de él. Las políticas extractivistas también proliferan en gobiernos de izquierda, progresistas o posneoliberales, con sus graves impactos en el medio ambiente y generación de conflictos socioambientales. Y, desde luego, las violencias de género, patriarcales, también son un problema que va más allá del neoliberalismo. La corrupción, la impunidad, el extractivismo y las violencias de género y patriarcales pueden ser posneoliberales.

El gobierno de AMLO debe continuar con sus políticas y medidas antineoliberales, pero debe atender estos problemas que van más allá del neoliberalismo, reconocer y atajar sus especificidades. Escuchar a sus víctimas y a las personas y organizaciones que están trabajando en esos problemas —en lugar de llamarles “conservadores”, “corruptos” o “neoliberales”— es tan solo un primer paso. —Mérida, Yucatán

rodrigo.llanes.s@gmail.com

Investigador del Cephcis-UNAM

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