domingo , 5 mayo 2024
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La muerte tiene permiso

ropio de su carácter, destacadamente la persistencia, el Presidente
muy ocasionalmente reconoce errores. Hay problema serio cuando
eludir la realidad se vuelve método. Toda cifra adversa, dato,
hecho, acción o reporte pasará al tamiz de la lógica de guerra: nosotros y
los enemigos. Sí, enemigos, aunque el Presidente suela decirles
adversarios. Son enemigos porque la ilegitimidad a la que se refiere es la
de la ilegalidad, esto es, la corrupción. Un corrupto es un delincuente, no
puede ser adversario, es un enemigo de la sociedad y como tal su lugar es
la cárcel.

El país vive un momento particularmente difícil. El Presidente perdió hace
tiempo la oportunidad para hacer valer su liderazgo frente a todos los
mexicanos. Llamar a la unidad y pedir a quienes más tienen que más
aporten. La gravedad del problema, la magnitud del daño generalizado y
el miedo volvían necesario una conducción incluyente e integradora de la
diversidad, un mandatario que diera razonada confianza y que
reconfortara al enfermo o a la familia del caído.

El Presidente se equivocó. Decidió ponerse en manos del Dr. Hugo
López-Gatell, quien en la crisis de insumos médicos y ante el reclamo de
los padres de niños con cáncer mostró una cachaza inaceptable, una falta
total de escrúpulos; el mismo que acusó a los fabricantes de medicinas y
sus representantes por la falta de los insumos médicos que no se
adquirieron. López-Gatell le tomó el modo al Presidente y pronto se
volvió el personaje de la tragedia. El Presidente le prestó el podio al
subsecretario. La presencia del funcionario se volvió un ejemplo de lo que
no debe hacerse en comunicación y menos en el manejo de una crisis de la
magnitud de la pandemia: engaño deliberado, grosera manipulación de
cifras, obscenas contradicciones y detestable servilismo.

100 días de pandemia dan evidencia sobrada de lo errático de la
conducción de la crisis sanitaria. En el país hay más que inquietud. Los
números de los fallecimientos dan cuenta de que los territorios donde el
Presidente tiene más ascendiente son los más castigados. Siete entidades
concentran las dos terceras partes de los fallecidos. Cinco gobernados por
Morena: Ciudad de México, Baja California, Tabasco, Veracruz y Puebla.
Los ocho estados rebeldes registran mínimos decesos a pesar de su
densidad demográfica como Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Tamaulipas
y Nuevo León, suman 7.5 por ciento de los fallecidos. Ignorar a LópezGatell les ha resultado.

Ya lo anticipó el permisivo doctor, los muertos no serán los 6 mil que
mencionó el 4 de mayo. La cifra se eleva a 30 mil, cinco veces más, y
advierte, siempre y cuando los gobernadores no hagan lo que él y su jefe.
Claro, el Presidente puede reanudar sus giras, no le importa que su
ejemplo contribuya a la falsa tesis de que la amenaza esté domada.

El Presidente tiene permiso, también la muerte. En la numeralia del
protegido no importa si son 6 mil, cinco veces más o lo que sea.
Finalmente, el Presidente saldrá públicamente a rescatarlo del macabro
lugar en el que se ha domiciliado, como ocurrió recientemente para aclarar
que los muertos reportados no son de un día sino de un periodo, aunque es
evidente que la cifra de quienes pierden la vida va en aumento. El
Presidente no dimensiona que su valido ya dijo que apenas estamos a la
tercera parte en la variable más aterradora. Faltan 20 mil por contabilizar
y no tanto porque ya hubieran fallecido, sino porque es lo que está por
venir. Efectivamente, la muerte tiene permiso.

El Presidente no cambia y difícilmente reconoce errores. Así habrá de
continuar si en su entorno inmediato no hubiera alguien que le hiciera
reflexionar sobre lo que está ocurriendo. Corregir ya no es cuestión de
sabiduría, principios, ni siquiera de responsabilidad, es asunto de
elemental humanidad.

  • Título prestado del libro de Edmundo Valadés
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