miércoles , 24 abril 2024
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Zona libre de granjas

Rodrigo Llanes Salazar

Fuente: Diario de Yucatán

La semana pasada, en una reunión con integrantes de las comunidades de Kinchil, Celestún, Chapab, Homún, Sitilpech, San Fernando, Yaxkukul y Uayalceh, la titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), María Luisa Albores, se comprometió a no autorizar más granjas porcinas en comunidades mayas. También expresó que revisará las manifestaciones de impacto ambiental otorgadas a las granjas ya establecidas.

Sin duda alguna, este es un logro de las comunidades que se han organizado en colectivos como Kanan Ts’ono’ot, los guardianes de los cenotes de Homún, el Consejo Maya del Poniente Chik’iin ja’, así como de las organizaciones de la sociedad civil —como Equipo Indignación— y personas defensoras de los derechos humanos que les han acompañado. Por lo menos desde 2017, estas organizaciones han denunciado las afectaciones que las granjas porcinas han tenido en el medio ambiente —principalmente la contaminación del agua— así como en la salud humana.

No obstante, desde la década de los noventa, cuando la producción de carne de cerdo comenzó a aumentar notablemente en Yucatán, diversos estudios científicos advirtieron sobre los riesgos que representaba esta actividad, particularmente en zonas que son extremadamente vulnerables a la contaminación, como el Anillo de Cenotes, en donde se concentra la mayoría de las granjas porcinas.

Así, por ejemplo, en un artículo publicado en 1997, Julia Pacheco y Armando Cabrera, escribieron que, con el rápido declive del henequén, “la producción concentrada de pollos y cerdos está creciendo rápidamente y puede ser un potencial de contaminación en pequeñas comunidades”.

Asimismo, sostienen que el crecimiento de la producción de cerdos y de pollos en la región es una de las razones por las que se encuentran concentraciones de nitratos en el agua del Anillo de Cenotes por encima de los límites máximos permitidos por las autoridades, lo cual provoca, entre otras cosas, enfermedades gastrointestinales, un mal en el que Yucatán se encuentra entre los primeros lugares en el país.

En otro trabajo, Julia Pacheco y Rosela Pérez Ceballos explican, a propósito de la contaminación del agua con desechos de cerdos, que “el consumo de agua con un alto contenido de nitratos puede causar metahemoglobinemia y contribuir a la formación de cáncer”.

En un trabajo publicado en 1999, Javier Alcocer y sus colaboradores plantearon que “la porcicultura es una actividad que se ha incrementado altamente en los últimos años, sobre todo en la zona noreste del estado de Yucatán, por lo que han surgido algunos focos de contaminación originados por el manejo inadecuado de los desechos de las granjas porcícolas. La calidad bacteriológica del agua subterránea está deteriorada representando un riesgo para la población humana que la consume. Es común encontrar cuentas de coliformes fecales de varios miles por 100 ml e incluso, se han llegado a registrar también en algunos pozos profundos”.

Para Alcocer y sus colaboradores, la única forma de evitar la contaminación generada por las granjas porcinas “es reubicar las granjas porcícolas. De preferencia, se deben poner fuera del ‘Anillo de Cenotes’, el cual ofrece una barrera natural”. No obstante, consideran que esa alternativa no es viable —¿qué gobierno tendría la voluntad política de realizar semejante acción?—, por lo tanto, proponen “reubicar estas granjas para localizarlas al norte de Mérida”.

Otros estudios han llegado a conclusiones similares a las de Pacheco y Cabrera y Alcocer y sus colaboradores. Uno de los trabajos más citados sobre el tema es el de Adam Drucker y sus colaboradores, publicado en 2003. En este artículo explican que los problemas más graves provocados por las granjas porcinas son la “transmisión de gérmenes patógenos que contaminan las aguas subterráneas y superficiales”, la “intoxicación del suelo superficial”, la contaminación del “aire por olores” y la “atracción de especies ajenas e indeseables que pueden alejar a especies de la región de explotación”.

Sin registro

En un artículo publicado en 2009, R. Méndez Novelo y sus colaboradores identificaron 470 granjas porcinas y 185 granjas avícolas en Yucatán, de las cuales 304 porcinas y 76 avícolas no estaban registradas en la Sagarpa. La mayor parte de estas granjas se concentra en la región del Anillo de Cenotes.

De acuerdo con los autores, “las granjas porcícolas y avícolas pueden representar una importante fuente de contaminación del agua porque las excretas de los cerdos y las aves se descargan sin ningún tratamiento al manto freático”. Las aguas residuales no solo son dañinas para seres humanos. Los autores nos informan que el amonio presente en ellas es particularmente tóxico para los peces y los invertebrados acuáticos.

El informe de Greenpeace “La carne que está consumiendo al planeta. ¿Qué hay detrás de la industria porcícola en la península de Yucatán?” documenta que en Yucatán se localizan 222 granjas porcinas y que solo 18 de ellas cuentan con Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), solo 84 disponen de información sobre agua, y 143 de información pecuaria. En este sentido, cabe preguntar qué medidas tomará la Semarnat con respecto a todas las granjas que no cuentan con MIA.

El informe de Greenpeace explica por qué el excremento de los cerdos resulta muy contaminante: “de acuerdo con el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inifap), los cerdos no absorben la totalidad de los nutrientes que consumen y excretan de 45 a 60% de nitrógeno (N), de 50 a 80% de calcio (Ca) y fósforo (P), y de 70 a 95% de potasio (K), sodio (Na), magnesio (Mg), cobre (Cu), zinc (Zn), manganeso (Mn) y hierro (Fe). Por ende, la ausencia de manejo de estos residuos es altamente contaminante para los cuerpos receptores (agua, aire y suelo)”.

En un estudio realizado por Greenpeace e investigadores de la Universidad Autónoma de Campeche, registró que en cinco pozos y un cenote cercanos a granjas industriales porcícolas se rebasa la NOM-001-SEMARNAT-1996 para la protección de la vida acuática. Particularmente, todas las muestras tomadas exceden los límites recomendados de amonio (NH4), nitritos (NO2) y nitratos (NO3) para garantizar la salud de las personas en México, según lo estipulado en la NOM-127-SSA1.

En un trabajo recientemente publicado, Francisco Bautista y Yameli Aguilar evaluaron la aptitud de las tierras de Yucatán para el desarrollo de la porcicultura a escala regional.

Para hacer esta ponderación, tomaron en cuenta cuatro variables principales: la altitud, las depresiones kársticas (densidad y tipo), los paisajes edáficos y la duración del periodo de lluvias. Bautista y Aguilar llegaron a la conclusión de que el 21% de la superficie de Yucatán (819,458 hectáreas) constituye una zona de “aptitud muy baja” para el establecimiento de granjas porcinas.

En esta zona se encuentra la Reserva Geohidrológica Anillo de Cenotes. Al respecto, escriben que “debido al a cantidad y densidad alta de cuerpos de agua, se recomienda que sea una zona con estricta protección, pues representa un área importante de recarga directa de agua que alimenta a los acuíferos”.

La zona de “aptitud muy alta”, que representa el 8% del territorio, se ubica al sur de la entidad, una región con mayor altitud, un subsuelo con mayor espesor y menor densidad de cenotes. Por ello, concluyen que “el desarrollo de la porcicultura debe darse en el sur del estado de Yucatán debido a que es allí donde se tienen las mejores condiciones ambientales para la conservación del agua subterránea y del ambiente en general. Sin embargo, se deben tomar en cuenta la cercanía de las granjas porcinas a las localidades ya que, si la población es de tipo indígena, la instalación de las granjas debe pasar por una consulta pública según la ley”.

Una de las respuestas que suelen ofrecer las empresas porcinas y las autoridades del estado a los estudios y organizaciones defensoras de derechos humanos es que las granjas cuentan con biodigestores que dan tratamiento a las aguas residuales. No obstante, la investigación realizada por Rosario Pérez-Espejo y Gretel Cervantes-Hernández documenta que, “salvo casos excepcionales, los biodigestores no están bien manejados”.

Además, su trabajo registra que “la gran mayoría de las unidades grandes, medianas, pequeñas y de traspatio rural y periurbano, no trataban las AR [aguas residuales]”. Así, las autoras concluyen que “el problema de contaminación del agua persiste porque el efluente no recibe ningún tratamiento”.

Asimismo, el reciente Programa Hídrico Regional 2021-2024 de Semarnat y Conagua documenta que en toda la península de Yucatán solo dos granjas con planta de tratamiento de agua residual terciaria, que son las que eliminan agentes patógenos como las bacterias fecales.

Por el casi nulo tratamiento de aguas residuales, Yucatán se encuentra en el antepenúltimo lugar en manejo sustentable del medio ambiente según el Instituto Mexicano para la Competitividad. El propio Gobierno de Yucatán reconoce en el Plan Estatal de Desarrollo 2018-2024 que el “inadecuado manejo de residuos” y la “deficiente conservación de recursos naturales”, entre otros hechos, “ocasiona un ejercicio insuficiente del derecho humano al medio ambiente sano en el Estado de Yucatán”.

Manejo

Y, aunque en 2013 se creó la Reserva Estatal Geohidrológica Anillo de Cenotes para proteger dicha zona, hasta la fecha, la Secretaría de Desarrollo Sustentable del Estado no ha publicado el Programa de Manejo de la Reserva, el cual debe establecer las “acciones concretas para la administración, conservación, promoción, mantenimiento, evaluación, comunicación y aprovechamiento de los servicios ambientales” de la reserva.

Los estudios científicos documentan con toda claridad que el Anillo de Cenotes no es una zona apta para las granjas porcinas. La contaminación del agua contribuye a altos índices de enfermedades como las gastrointestinales. Las comunidades afectadas por esta actividad también se han pronunciado por medio de autoconsultas y han dicho que no quieren granjas.

El reciente anuncio de la Semarnat debe ser solo el primer paso para que esta región sea una zona libre de granjas y se proteja la salud de los seres humanos, otras especies y el ecosistema.

El propio gobierno de Yucatán reconoce que los municipios del Anillo de Cenotes cuentan “con un gran potencial para el desarrollo turístico sustentable”. Es tiempo de que inicie un proceso de transición hacia otras actividades aptas para la región, aceptadas por las comunidades que la habitan.—Mérida, Yucatán

rodrigo.llanes.s@gmail.com

Investigador del Cephcis-UNAM

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