Irving Berlin Villafaña (*)
Fuente: Diario de Yucatán
La cultura es valiosa en Mérida y en Yucatán. Lo es tanto por sus valores estéticos y humanistas originales, como desde el punto de vista económico y su contribución al PIB nacional. Los datos del año pasado confirman que Yucatán contribuye más en este renglón que otros estados de la República.
El campo cultural yucateco tiene actores públicos —la Sedeculta, la Dirección de cultura del Ayuntamiento de Mérida, la Universidad Autónoma de Yucatán— y actores privados (individuales, asociaciones o empresas) que destacan en los ámbitos nacional e internacional.
En este sistema cada quien ha desarrollado con el tiempo sus procedimientos y mecanismos de funcionamiento, aunque luego de un período de estabilidad, (bueno, malo o regular) ahora vivimos un tiempo inicial de gobiernos que aún no definen sus metas primordiales, sus mecanismos estratégicos, sus puntos clave para el desarrollo, sus presupuestos y desde luego el cronograma de aplicación.
Los ofrecimientos que se vieron durante las campañas o en los planes de desarrollo, solo existen si van acompañados de las metas y sus presupuestos que los impulsan.
Una guía fácil para describir las metas probables y su impacto en ciertas zonas, deriva de un concepto operativo de cultura que podría decirse así:
1) Hay planes y programas culturales para el impulso de las bellas artes —en sus etapas de enseñanza, creación, exhibición y consumo.
2) Los hay para las industrias culturales —gastronomía, diseño, joyería, artesanía, contenidos digitales y cinematográficos, videojuegos, espectáculos de música y luz, moda, entre otros—, en las mismas etapas señaladas.
3) También hay planes y programas que deberían impactar los valores, comportamientos identitarios, tradiciones, lenguas de nuestras comunidades de cara a sus retos actuales como la sustentabilidad, los derechos humanos, los equilibrios de género y raciales, etcétera.
Supongo que los actores públicos y privados deben tener su diagnóstico sobre los problemas del campo y cómo incidir de manera creativa dinamizando algunas de las partes que puedan ser detonantes y multiplicadoras de su desarrollo.
Supongo también que en este primer año de gobierno ya debería existir una ruta a seguir con los objetivos claros a alcanzar, las alianzas entre las secretarías del estado y entre los órdenes de gobierno y las metas alcanzables según los recursos disponibles.
Mi suposición es un poco teórica. En la realidad no existe un documento tan fino y claro sobre estos temas y el tiempo se nos va entre las manos en las tareas domésticas de comprensión, lavado y plancheo.
Apenas veo que las entidades públicas repiten su calendario de eventos exitosos en el pasado, realizándolos con menos recursos, menos talento y menos esfuerzo con el consecuente abandono y desilusión de los públicos. Veo proyectos valiosos amenazados con la desaparición y fugaces fuegos artificiales de cosas nuevas que son balbuceos institucionales que no terminan ni siquiera por decir su nombre, aunque sí sirven un poco a la propaganda.
También se ve con claridad, cómo no ver lo obvio, que los nuevos funcionarios aún no se sientan en sus sillas, que no terminan por cuajar un equipo y por consecuencia de operar planes y programas nuevos.
A la agenda cultural yucateca, esa alianza tan necesaria entre los diversos actores gubernamentales y los actores privados en sus diversas modalidades, le hace falta madurez de relación, respeto entre las partes, diálogo sincero y vocación verdadera para conseguir sus fines.
No me importaría llamarle renacimiento maya, italiano, mestizo, multirracial o como le quieran decir. Me importaría ver, como parte de esta comunidad, que la cultura tiene un sentido estratégico, que se saben los límites presupuestales de la gestión y dentro de eso, que algo se podría hacer para beneficio del campo cultural y de todos los meridanos y yucatecos.
Y que todo tiempo mejor es el que está por venir.— Mérida, Yucatán
Iberlin@prodigy.net.mx
Antropólogo con maestría en industrias audiovisuales y doctorado en comunicación política