viernes , 29 marzo 2024
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Marcelo Ebrard y la sombra del caudillo

Sergio Aguayo *

Fuente: Diario de Yucatán

Faltando 18 meses para la elección presidencial, la carrera se intensifica. El sábado, Marcelo Ebrard entró formalmente a las primarias de Morena, con lo que sigue diluyéndose la sombra del caudillo.

Ebrard es un político profesional entrenado en el estilo mexicano de hacer política. Es un estilo que trasciende partidos, ideologías y épocas; que combina la insinuación con la afirmación; los escupitajos y el lodo con la sonrisa. Un ingrediente sempiterno es la alabanza al respectivo líder.

En un par de ocasiones Ebrard elogió a Andrés Manuel López Obrador para luego subrayar que él seguirá su propio camino sintetizado en el nombre del evento: A la pregunta ¿Qué sigue para México?, respondieron diciendo “Continuidad con cambio”. Ebrard propone que la 4T —cuya definición dejó en la precavida ambigüedad— “se consolide y crezca”.

Se presenta como el más preparado para lograrlo porque se considera el principal heredero e intérprete de López Obrador. Recordó a su audiencia que cuando reemplazó al tabasqueño en la jefatura de gobierno capitalino, “no sólo se mantuvieron, sino que crecieron todos los programas sociales” creados por el ahora presidente; “todo creció, nada se vino abajo, mentira. Ahí están los hechos”.

Con esas premisas alteró su estilo y recurrió a la primera persona del plural para lanzar puyas a su principal competidora. Sin mencionar su nombre, evocó las elecciones de 2021 en las cuales Morena perdió nueve alcaldías capitalinas al recordar que “en el año 2006 ganamos [la Ciudad de México] con el 46 por ciento y cuando nos fuimos (en el 2012) sacamos 64 por ciento. Con nuestros candidatos ganamos 20 puntos en seis años y ganamos 14 de 16 delegaciones políticas”. En suma, remató, “nosotros cumplimos” para luego insistir en que “nuestra fuerza es cumplir”.

Ebrard bañó de halagos a los diez mil cuadros de todo el país que lo ovacionaron con el ya tradicional grito de “presidente”. Esa mañana confirmó su prestigio de un operador político de primer nivel… atrapado en la imperceptible telaraña de un presidente mangoneador.

Cauteloso, coqueteó con dos gremios permanentemente hostigados por el presidente. En el boletín de prensa presumió que en el acto estuvieron “integrantes de organizaciones sociales” y en la versión estenográfica del discurso insertó la promesa de “apoyar la investigación y el trabajo científico”.

Cabe resaltar que guardó silencio sobre los periodistas; como si no quisiera alebrestar excesivamente la vesícula biliar presidencial.

Explícito en su intención de dar continuidad a la 4T, pero cauteloso sobre los cambios que impulsará. Es un terreno minado porque cualquier promesa de reforma lleva implícita una crítica al presidente. Eso provocó que sus propuestas sonaran acartonadas y huecas: ¿Qué quiso decir con “darle tecnología a la Guardia Nacional” o “consolidar el sistema nacional de salud”?

La ambigüedad irá desapareciendo a medida que avance la campaña. Por ahora, a Ebrard se le ve animoso y dispuesto a competir… cuidando las formas. En la versión estenográfica aparece un retador “por ahí alguien dice que ya tiene” ganada la encuesta cuando “ni hemos empezado”.

Alebrestó a las galerías cuando las arengó con un “vamos a la encuesta y vamos a ganar, vamos a ganar, vamos a ganar”. Durante el trayecto tendrá que enfrentar las incómodas preguntas sobre la Línea 12 del Metro y resistir las carretadas de lodo amigo recordando su pasado salinista.

Habrá que ver cómo reaccionan los aludidos en el discurso y el acto. Si Monreal eligió la populachera Arena México y Ebrard optó por los amplios salones del World Trade Center (ubicado en la Nápoles, una de las colonias de postín clasemediero), ¿dónde harán sus presentaciones Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López? ¿Qué dirán del y al presidente? ¿Cómo se dirigirán a los sectores de este país tan complejo y con un poder tan fragmentado?

La semana pasada se cumplieron mil mañaneras presidenciales. Al mismo tiempo siguieron ingresando a la arena los aspirantes a ocupar su cargo. Ahí presentan sus proyectos, lucen sus carismas y empiezan a disputar los reflectores que el caudillo ha copado durante cuatro años. Al final iremos a las urnas para decidir con base en el fondo y la forma, el espectáculo y el drama de una campaña ferozmente disputada. (Colaboró Roberto Roldán).— Boston, Massachusetts.

@sergioaguayo

Investigador y analista

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