Ni una menos
Antonio Salgado Borge (*)
Publicado en el Diario de Yucatán
Un nuevo feminicidio estuvo a punto de ocurrir en Yucatán. La golpiza propinada a una joven por su pareja ha encendido todas las alertas y movido a la indignación y al repudio a esta agresión. El reclamo es, con razón, uno y el mismo: justicia. Pero lo que se entiende al expresar este reclamo no siempre es lo mismo. En consecuencia, un riesgo real es que la justicia plena termine siendo reemplazada por el alivio que producen lo legal o lo inmediato.
El problema
(1) Una posibilidad es indignarse por lo ocurrido, pero enfocar el caso como un evento particular independiente de su contexto. Mirada en aislamiento, es tentador caracterizar la agresión a equis mediante una narrativa donde términos como “el móvil” o “los motivos” del agresor son variables relevantes. Además, cuando se disocia este tipo de agresiones de su contexto, datos irrelevantes como el origen o la profesión del agresor o la forma como atacó a la mujer agredida, comienzan de pronto a presentarse como determinantes. Una consecuencia natural de este enfoque es suponer que la justicia empieza y termina cuando el agresor es castigado.
Pero un enfoque de esta naturaleza presenta cuando menos tres vicios de origen. (a) El primero es que legitima en alguna medida la acción del agresor; y es que no hay nada de lo hecho o dicho por una mujer que contribuya a “explicar” que haya sido brutalmente atacada por un hombre. (b) El segundo es que dado que cuando la búsqueda de causas fundamentales es reemplazada por el manoseo de variables particulares —o de plano anecdóticas—, la superficialidad y la falta de valor de diagnóstico están garantizadas. (c) El tercero es limitar la búsqueda de justicia a un caso en particular contribuye en muy poco a eliminar las condiciones que permitieron que ese caso surgiera en primer lugar.
(2) Una segunda posibilidad es rebasar el caso en particular y contextualizar lo ocurrido —es decir, buscar justicia o castigo a todas las agresiones contra las mujeres—, pero quedarse al nivel de la denuncia y del reclamo de justicia. Con un poco de información es fácil ver que las agresiones no son casos aislados, sino botones que demuestran un serio problema que Yucatán no ha sabido resolver. Apenas el jueves pasado, Diario de Yucatán publicó una extensa nota donde la organización Mujeres Sin Maquillaje da a conocer que en 2018 se han producido cinco feminicidios y se han registrado 864 casos de mujeres atendidas por violencia en clínicas rurales. Un tema pendiente a explorar es por qué los casos rurales no tienen el mismo impacto social que los ocurridos en el norte de Mérida.
Nuestro segundo enfoque tiene la virtud de reconocer que el problema de violencia contra las mujeres en Yucatán es amplio y que cada nueva agresión surge de este contexto. También acierta al señalar que las autoridades en Yucatán, empezando por la Fiscalía del Estado, son responsables de tipificar correctamente los intentos de feminicidio y los feminicidios: la intervención del Estado es indispensable para bloquear las agresiones contra las mujeres —y, claro está, las inacciones o fallas del Estado contribuyen a perpetuarlas—. En este sentido, es necesario presionar y exigir a nuestras autoridades. Sin embargo, suponer que el castigo a todos y cada uno de los feminicidas o agresores es suficiente constituye un error, pues implica aceptar que la cadena de causas que permite la violencia que padecen las mujeres encuentra su fondo en las acciones o inacciones de nuestros gobernantes. Aunque debe ser exigido con toda la firmeza posible, el buen desempeño del gobierno estatal y del poder judicial no es suficiente para terminar con la opresión y con la agresión contra las mujeres.
(3) Una tercera posibilidad —complementaria de la anterior— es acompañar el reclamo de justicia en lo particular y en lo general con la participación constante en los proyectos, organizaciones o movimientos que buscan erradicar el fondo de este problema: la ideología machista que se oculta tras la violencia contra las mujeres. Para ser claro, parte de lo que lleva a un hombre a justificar ante sí mismo la posibilidad de violentar a una mujer implica ya una concepción de la mujer que no reconoce su humanidad plenamente.
Parte de esta ideología implica, por ejemplo, asignar a la mujer un rol de género rígido que incluye una asimetría de poder en la relación —es decir, en la esfera privada— o en la distribución de espacios en las esferas públicas.
Pero la exigencia feminista de igualdad implicada en la lucha por independencia, participación constante en la esfera pública o la erradicación de distintas formas de opresión ha desencadenado alrededor del mundo una reacción machista: una serie de “erupciones de poder” que van desde el acoso callejero hasta los feminicidios. El común denominador de estas “erupciones” es el terror de hombres que, consciente o inconscientemente, sienten amenazados privilegios y espacios que consideraban “normales”.
En un buen número de casos, los feminicidas o agresores conciben a la mujer agredida como un objeto de su propiedad que puede ser castigado físicamente cuando muestra indicios de independencia o voluntad.
El feminicida prefiere romper a “su objeto” antes de verlo convertido en sujeto.
La solución
El punto (3) muestra que la solución al problema de la violencia y otras formas de opresión contra las mujeres en el mundo pasa necesariamente por su empoderamiento; es decir, por la creación de condiciones estructurales que terminen con las limitaciones sociales y políticas que el modelo de sociedad machista ha impuesto sobre el sector de la población que no se identifica como “hombre”.
La buena noticia es que cada vez son más las mujeres yucatecas que deciden dar pasos en este sentido. Durante los últimos años, nuestro estado ha visto surgir y consolidarse a organizaciones y mujeres, principalmente jóvenes, que se identifican como feministas y que constantemente socializan discursos contra la opresión. El más reciente de estos esfuerzos: TEDx ItzimnáWomen, el primer evento TED Mérida a realizarse el 30 de noviembre de 2018. TED es una reconocida organización sin fines de lucro dedicada a difundir ideas, generalmente en forma de charlas breves y poderosas, llamadas TED Talks.
La temática de TEDx ItzimnáWomen es el impulso a las mujeres de todo el mundo que ya no aceptan el statu quo, mujeres que se están levantando, rompiendo y empujando los límites para impulsar un cambio real y significativo. Ahí, María Chaveste hablará de cómo las relaciones han cambiado a través del tiempo, Nancy Walker sobre las cargas que tienen las mujeres, Georgina Ceballos sobre la importancia del pensamiento crítico y Cristina Lezama sobre la imagen corporal.
El caso de TEDx ItzimnáWomen muestra cómo a través de su organización las yucatecas han tomado espacios públicos y han iniciado la reconfiguración de un mundo forjado por y para hombres.
Pero la organización de mujeres en Yucatán no ha surgido en el vacío, sino en un contexto global caracterizado por una feroz disputa entre feministas —aquellas personas que creen en la igualdad entre mujeres y hombres— y antifeministas —aquellas personas que, por el motivo que sea, se rehúsan a aceptar esta igualdad—. Recordemos que después de la impresionante solidaridad ante las denuncias de acoso y abuso a un producto de Hollywood, los movimientos feministas se han galvanizado alrededor del mundo.
Al igual que en otras partes del mundo, en Yucatán cada evento de violencia contra una mujer expone la necesidad de no claudicar y de seguir empujando y reforzando espacios en los que las mujeres puedan organizarse, dialogar, analizar y compartir las complejidades y problemáticas en torno a su papel en la sociedad. Cada agresión contra una mujer es un recordatorio de que, mientras más mujeres participen en organizaciones y eventos feministas, mayor será su capacidad de revertir condiciones adversas. Mientras más espacios encuentren este tipo de proyectos, más justa y humana será nuestra sociedad.
En este sentido, cada “erupción de poder” machista tendría que servir como impulso a la acción y como recordatorio de que la justicia no puede agotarse en lo legal y de que la ley se aplica después del crimen; de que la justicia exigida en el grito “ni una menos” pasa necesariamente por la corrección de los contextos opresivos de los que surgen los opresores; y de que para las yucatecas la plena justicia sólo llegará en la medida en que logremos construir una sociedad verdaderamente feminista. #JusticiaparaAndrea. #NiUnaMenos.— Edimburgo, Reino Unido.
asalgadoborge@gmail.com
Antonio Salgado Borge
@asalgadoborge
Candidato a doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Maestro en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y maestro en Estudios Humanísticos (ITESM)