jueves , 28 marzo 2024
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Defendiendo al Tren Maya

Antonio Salgado Borge:

Fuente: Diario de Yucatán

Los principales clérigos de la Cuarta Transformación no han escatimado cuando se trata de respaldar a capa y espada al Tren Maya.

El problema es que su estrategia está basada en argumentos insostenibles. En el mejor de los casos, sus premisas son meras prédicas dirigidas a su coro; en el peor, agreden a la inteligencia de quienes buscan formar una opinión sustentada.

En este artículo defenderé que es posible respaldar con argumentos sólidos al Tren Maya. Primero explicaré por qué las opiniones de los clérigos cuatroteístas no tienen sentido. Luego trazaré una ruta de defensa más presentable.

Dos aclaraciones preliminares son importantes.

La primera es que usaré el término ‘clérigos del la 4T’ para referirme a aquellos analistas o comunicadores que tienen como razón de ser la defensa incondicional del proyecto encabezado por el Presidente. Es decir, esta categoría no incluye a personas que piensan que la Cuarta Transformación es un buen proyecto, pero que critican aquello que encuentran reprobable en ella.

La segunda es que mi intención no es llegar a una conclusión sobre si el Tren Maya debe o no debe ser concluido. La idea detrás de este texto es más modesta: mostrar cómo podría argumentarse en su defensa.

Las estrategias que no funcionan. Aclarado lo anterior, empecemos revisando los argumentos más comunes en los textos de algunos de los más reputados clérigos cuatroteístas.

1) Opositores. Este argumento pasa por afirmar que la campaña para proteger a la selva maya ha sido promovida por enemigos del Presidente. La idea es que las críticas a este proyecto deben ser descartadas por malintencionadas.

Este argumento no tiene pies ni cabeza. Desde luego que existen grupos opositores al Presidente que le criticarán pase lo que pase y armarán un escándalo ante cualquiera de sus decisiones. Y por supuesto que, en un buen número de instancias, estos exabruptos obedecerán exclusivamente a motivaciones políticas y no a un genuino interés.

El problema es que no implica ninguna contradicción la existencia de casos donde hay motivaciones políticas y también preocupación genuina.

Tampoco es cierto que todos las personas o grupos que se oponen al Tren Maya sean enemigos u opositores del Presidente. Algunas de las personas que hoy participan en ese movimiento tienen claras afinidades con la Cuarta Transformación.

Pero, incluso si todas y cada una de las personas que critican al Tren Maya lo hacen exclusivamente por un odio irracional al Presidente, eso no hace lo que dicen irrelevante: cualquiera con un básico sentido de argumentación sabe que una motivación perversa no hace falsa una proposición o invalida un argumento.

2) Silencio. Otro argumento común consiste en afirmar que quienes hoy se oponen al Tren Maya por motivos ambientales no fueron igualmente vocales ante otros casos de proyectos ecocidas.

Este argumento cojea del mismo pie que el anterior. El hecho de que una persona “X” no haya dicho nada de un evento “Y” no hace que lo que esa persona dice de un evento “Z” sea menos válido. Cada argumento debe evaluarse en sus propios términos, sin importar quién lo dice o su historial.

Pero seamos caritativos. Obviemos lo anterior y jugamos con las fichas rupestres que utilizan los clérigos cuatroteístas. Nótese que, bajo este parámetro, la existencia de una sola persona que sí haya alzado la voz en otros casos es suficiente para obligar a articular una respuesta.

Y es claro que existe cuando menos una persona que cae en este supuesto. Al menos algunas de las personas que se oponen al Tren Maya sí han alzado la voz en otros casos. Ejemplo de ello Indignación, una asociación yucateca dedicada a la defensa de derechos humanos que ha promovido amparos y movimientos contra la contaminación de granjas porcícolas de grandes compañías en ese estado.

3) Ellos también. Otro argumento pasa por afirmar que existen otros megaproyectos que han depredado la Península de Yucatán desde hace décadas. Parques turísticos, granjas de cerdos, hoteles y otros giros han hecho y deshecho a su antojo. No debería entonces escandalizarnos si el Tren Maya también implica daños ecológicos.

A lo anterior se debe responder en primer lugar, que desde luego que la península ha sido depredada y se enfrenta a serios problemas, como la contaminación en sus ríos subterráneos. Este daño ha sido producido por empresas ambiciosas y ha sido permitido por gobiernos de distintos niveles —particularmente gobiernos en manos del PRI, PAN o PRD—.

Pero de lo anterior no se sigue que estos hechos hagan menos importante el daño que generará el Tren Maya. Los daños se suman, no se cancelan.

A lo anterior tenemos que sumar que estamos ante un proyecto de alcance nacional cuyas dimensiones son muy superiores al de los megaproyectos privados desarrollados en la Península de Yucatán. Esta circunstancia, en combinación del ruido armado por los mismos partidos que han permitido esos megaproyectos hace natural que el Tren Maya atraiga más reflectores.

La estrategia que podría funcionar. Hemos visto que las principales líneas de argumentación empujadas por algunos clérigos cuatroteístas no son útiles cuando se trata de defender al Tren Maya de forma razonada.

En lo que sigue presentaré un esquema de cómo podría construirse una defensa de esta naturaleza.

La idea, a grandes rasgos, es la siguiente:

El sureste está profunda y ofensivamente rezagado. Un proyecto ambicioso y de gran alcance puede empezar a corregir esta asimetría. El Tren Maya puede ser este proyecto. El Tren Maya implica altos costos en materia ambiental. Pero estos costos pueden ser paliados de alguna manera y los beneficios esperados los hacen tolerables.

El rezago del sureste mexicano es irrebatible. También me parece sensato asumir que un proyecto ambicioso, dirigido y operado desde el Estado, puede ser crucial cuando se trata de revertir este estado de cosas. Existen ejemplos que respaldan esta idea, y claramente ni “el mercado” ni los planes gubernamentales fragmentados han logrado revertir este rezago.

1) El primer reto clave aquí consiste en mostrar que el Tren Maya puede ser un proyecto que catapulte al sureste de México.

Esto no es trivial, pues hasta donde conozco no se ha publicado una proyección detallada de la forma en que esto ocurriría.

Una forma de hacerlo consiste en dividir los beneficios esperados en dos grupos. Por una parte, la derrama generada por la construcción del proyecto, que incluye empleos y utilidades para empresas regionales.

Por la otra, los efectos positivos a largo plazo, que podrían incluir estimaciones concretas sobre la forma en que esto repercutiría en comunidades que actualmente están relativamente aisladas, los empleos permanentes generados —tanto en la operación del tren como en los servicios relacionados—, el más eficiente transporte de mercancías entre el centro y el sur del país o los ingresos esperados por concepto de turismo.

2) El segundo paso consiste en reconocer el daño ecológico que este proyecto está generando. Resulta un insulto a la inteligencia pretender que un desarrollo con esas magnitudes y condiciones no esté destruyendo parte de la flora y fauna de la zona.

Esto implica un ejercicio de cuantificación. Es decir, presentar un inventario honesto y admitirlo como una pérdida. Si hay algo peor a que un gobierno acabe con flora y fauna es que pretenda que ello no es importante o, peor aún, que no está ocurriendo.

Un inventario de esta naturaleza abre la puerta para presentar alternativas para paliar o “compensar” parcialmente lo perdido. También permitiría la elaboración de un plan de sustentabilidad a largo plazo que atienda los impactos indirectos del proyecto.

Este plan tiene que incluir el conocimiento y visión de las comunidades indígenas afectadas. Recordemos que estas comunidades serán las principales afectadas por los efectos ambientales negativos, y que esta afectación incluye tanto cuestiones materiales como espirituales. El plan también debe respetar los acuerdos internacionales de conservación ecológica (como el acuerdo de deforestación de Glasgow).

3) El tercero y último paso consiste en contrastar los dos anteriores. En caso de que este contraste así lo indique, uno podría argumentar si el Tren Maya es una buena idea.

Estos son dos ejemplos de cómo podrían verse posibles resultados.

a) Aunque existe un daño ecológico importante, los beneficios que esto generaría para miles de seres humanos, en combinación con las medidas paliativas para el ecocidio, respaldan la idea de que es importante seguir adelante con el proyecto.

b) Los beneficios esperados no cuentan con la magnitud suficiente para justificar los daños que generaría el ecocidio (o las medidas ecológicas paliativas propuestas no son suficientes para hacerlo).

Pero estamos muy lejos de estar en condiciones de efectuar este análisis.

Conclusión. Los principales clérigos de la Cuarta Transformación no han escatimado cuando se trata de respaldar a capa y espada al Tren Maya.

En este artículo he mostrado que sus principales argumentos son insostenibles. Su discurso es, entonces, mera propaganda o una predica para el coro. Pero también sugerí que cuando se trata de presentar buenos argumentos a favor de ese proyecto, hay rutas posibles que no han sido exploradas.

No cuento con la capacidad técnica para concluir si este proyecto es o no adecuado. Lo que sí puedo afirmar es que la información y la argumentación que se necesita para responder a esta interrogante ni siquiera está sobre la mesa. Y mientras esto no ocurra, al menos en el terreno de las razones, quienes se oponen al Tren Maya por motivos ambientales llevarán mano.— Edimburgo, Reino Unido.

asalgadoborge@gmail.com

Antonio Salgado Borge

@asalgadoborge

Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo).

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