jueves , 28 marzo 2024
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El crimen, base social y financiera de Morena

Beatriz Pagés

 

Rigoberto Salgado, delegado en Tláhuac, es la biografía de un delincuente especializado en crimen organizado.

Su negro historial lo vincula con el secuestro, extorsión, asesinatos, desapariciones, linchamientos, invasión de terrenos, las peleas de gallos de gallos, la prostitución y, desde el poder, a la protección de narcotraficantes como Jesús Pérez Luna, alias el Ojos, abatido el 20 de julio por la Marina.

Su actitud “sobrada” ante los diputados de la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, su negativa a renunciar, a negar con argumentos frívolos los cuestionamientos que se le hacían y el darse el lujo de dar por terminada la comparecencia habla de una sola cosa: de sentirse protegido por las poderosas organizaciones delictivas que operan en su demarcación y, tal vez —¿por qué no?—, en el ámbito nacional.

Todos los hermanos Salgado, según reportes de diferentes medios, se dedican a actividades ilícitas y todos son, formal o informalmente, integrantes de Morena.

El periódico El Universal publicó la nómina de quienes cobran y fingen trabajar para la delegación Tláhuac, y en la lista no solo aparece la familia del Ojos sino su jefe de sicarios, ayudantes y amigos, involucrados en la distribución de droga junto con policías, comerciantes y taxistas.

Después de Tláhuac, la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (FEPADE) y la misma PGR están obligadas a investigar si existe una asociación delictuosa entre Morena y la delincuencia organizada.

Rigoberto Salgado no es el único funcionario militante de esa organización política acusado de tener prácticas que lo ligan con el crimen. El delegado de Xochimilco, Avelino Méndez, tiene antecedentes de dedicarse a extorsión y es, por cierto, representante de Morena y de Andrés Manuel López Obrador en Sinaloa.

Es cada vez más claro que el partido del tabasqueño y su plataforma para convertirse en presidente de México son financiados con el dinero de las demarcaciones que gobierna y con los recursos ilícitos procedentes de las redes criminales que crecen al amparo de los delegados “morenistas”.

El asunto no es baladí, ni meramente local. La remoción de Rigoberto Salgado como delegado de Tláhuac es necesaria, pero no suficiente. Se está ante un asunto de Estado, de seguridad nacional que debe obligar a investigar qué sucede en el resto de las delegaciones. Sobre todo, las gobernadas por Morena, como Xochimilco, Tlalpan, Azcapotzalco y Cuauhtémoc.

La capital del país lleva veinte años gobernada por la izquierda y el resultado es el que tenemos: una ciudad donde el poder político y económico está en manos del crimen organizado. Crimen que ha sabido ocultarse y mimetizarse detrás de múltiples rostros, a veces del ambulantaje y de organizaciones que dicen defender los derechos del más pobre.

Los hechos recientes obligan a hablar de un antes y un después de Tláhuac. Cuando el jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera insiste en que aquí no hay carteles es porque, efectivamente, no los hay en estado puro, pero sí con brazos extendidos hacia un partido político como Morena.

Fuente: Siempre! Presencia de México

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