martes , 19 marzo 2024

Alfons Mucha y “La Belle Époque”

Franck Fernández Estrada (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Por encima de gustos estéticos, por encima de conceptos filosóficos, incluso por encima de preferencias sexuales, es indiscutible que el summum de la creación, o de la evolución para otros, es la belleza de la mujer. Desde siempre, la mujer ha sido motivo de inspiración en el arte.

Ahora bien, hubo un movimiento artístico en el que la mujer fue un elemento fundamental, quizás la inspiración misma. Estoy hablando del Art Nouveau (Modernismo) que surgió como una forma de contrarrestar los grandes movimientos de la industria de mediados a finales del siglo XIX incorporando naturaleza a la estética.

El Art Nouveau lamentablemente solo duró unos 20 años y murió a golpe de obuses durante la Primera Guerra Mundial. Atrás quedaron las hermosas mujeres flores que representaba este magnífico y exuberante movimiento artístico. En los años 1920 Coco Chanel inventó la mujer liberada, con ropas sueltas, de pelo a la “garçonne” y sin corsés.

El Art Nouveau no solo se manifestó en la representación de la mujer. Más bien la mujer fue una excusa, y no la menor, debido a la belleza del cuerpo femenino, para representar las líneas de este movimiento. Porque en los movimientos contorneados de un cuerpo femenino se reproducen también los movimientos del Art Nouveau… ¿o es al revés?

Este arte tuvo su manifestación en distintos países de Europa y de ahí al resto del mundo. Quizás me aventuro demasiado, pero quiero decir que en cada país hubo un movimiento muy específico de Art Nouveau.

Uno de los altos exponentes de este movimiento en artes decorativas fue el checo Alfons Mucha (en español se pronuncia Muja, con J). Su padre era ujier de justicia y en su niñez tuvo facilidades para el canto, lo que le ayudó a entrar en el coro infantil de la iglesia de San Pedro y San Pablo de Brno capital de Moravia, hoy República Checa.

Poco tiempo necesitó para entender que no era ese camino, sino la pintura. Pasó a Viena, capital del imperio al que pertenecía en ese momento su país, y trabajó como decorador en la más importante compañía de diseño teatral en la ciudad en ese momento.

Lamentablemente, o quizás afortunadamente, el principal cliente de la empresa para la que trabajaba, el Ringtheater, se incendió en 1881 y, por ser el último en haber entrado en la nómina, fue el primero que se quedó sin trabajo.

Volvió a su Moravia natal. Allá fue apadrinado por un conde que le solicitó decorar los salones de su palacio y que le sirvió de mecenas pagándole sus estudios en Italia y en Múnich. También estudió en París, a donde llegó en 1887. París era el lugar donde había que estar en ese momento. Fue una de las capitales en las que se manifestó con más fuerza este nuevo movimiento artístico.

El Art Nouveau no conoció límites en su expansión dentro de las artes: de la arquitectura a la escultura, de la moda a la pintura, de la cerámica a la carpintería, de la orfebrería a la metalurgia…

En ese momento, en París había una afamada actriz de teatro, mujer vanguardista que era el centro de admiración de cuanta persona viniera a visitar la Ciudad Luz. Era Sarah Bernhardt. Ella impuso una forma de declamación en el teatro que era silabeando el texto. Hoy en día nos parecería bastante cursi y poco natural, pero era lo máximo en ese momento.

Para comienzos de enero de 1895, Sarah Bernhardt presentaba una nueva obra de teatro, Gismonda. El cartel que se había preparado para anunciar la representación al público no era del gusto de la gran actriz. Eran las navidades de 1894 y todos los dibujantes y diseñadores de París estaban de vacaciones. Entonces Sarah le pidió a un famoso impresor si tenía a alguien a mano que le hiciera un nuevo cartel. Solo estaba disponible Alfons Mucha, por todos desconocido. Le preguntó a él si se sentía capaz de hacer un cartel para la gran Sarah Bernhardt y al joven checo dijo que sí.

Al regresar de sus vacaciones, el impresor conoció una obra de 2 metros de altura en la que representaba a Sarah Bernhardt en posición vertical, vestida con el traje del final de la pieza de teatro y con una rama de palma en su mano, porque la obra se desarrollaba parcialmente en Domingo de Ramos.

Cuando Sarah Bernhardt vio el cartel se abalanzó sobre el joven pintor y dándole un gran abrazo le dijo: “Gracias a usted paso a la inmortalidad”. Y no se equivocaba esta mujer. De inmediato firmaron un contrato que los unió durante 6 años, tiempo de perfecta comunión laboral, elevándose uno al otro a la inmortalidad.

Mientras tanto, en las calles de París, los transeúntes trataban de robar el cartel de Gismonda para llevárselo a casa. Se había convertido en un asunto de sociedad. El trabajo de Mucha no solo se limitó a los carteles de las piezas de teatro de la actriz, sino que también trabajó en los decorados, en el diseño de los trajes de la diva, en los programas e incluso hasta en el diseño de sus joyas. Tal fue su creación dentro del nuevo estilo a la moda, que comenzaron a llamarle “estilo Mucha”, el nombre Art Nouveau se le dio más tarde.

No solo trabajó Mucha para Sarah Bernhardt, sino que también para algunas marcas importantes de la época como la champaña Moët et Chandon, las galletitas Léfevre-Util, las bicicletas Perfecta y otras marcas más. A la refinada Rue de la Paix de París fue llamado Alfons Mucha para que hiciera la decoración interior de la famosa joyería G. Fouquet.

El motivo principal de inspiración de Mucha fue la mujer, siempre rodeada de hermosas decoraciones florales asimétricas, con vaporosos vestidos, largas cabelleras al aire y los famosos y reconocibles movimientos y arabescos de este estilo.

Reconocibles también en la obra de este artista son los fondos en mosaicos que no dejan de recordar las figuras del arte bizantino y la exaltación del folclor eslavo. Porque hay algo que decir: Alfons Mucha, era eslavófilo, es decir, un ferviente admirador de la cultura eslava.

A pesar de todo, Alfons Mucha no estaba contento con el rumbo que había tomado su arte. Se sentía encasillado dentro de la publicidad y la ilustración. Él quería algo más, quería pasar a la posteridad no como ilustrador ni dibujante, sino como pintor y qué mejor que exaltar con su obra pictórica la historia y los orígenes de su raza eslava.

Se estableció en Praga para pintar 20 grandes cuadros. Durante 14 años se dedicó a esta tarea. Estos 20 grandes cuadros recorren momentos importantes de la historia de su pueblo eslavo, terminando el ciclo con la representación de la abolición de la servidumbre en Rusia con el zar Alejandro II.

Cuando en 1936 Hitler invadió Checoslovaquia, fue evidente que con el odio que sentía el Führer hacia todo lo que fuera eslavo, Mucha fue de inmediato enviado a prisión. Murió en 1939 debido a una pulmonía.

Por suerte, el Art Nouveau volvió al gusto de las personas a partir de los años 1960. En particular la obra ilustrativa de Alfons Mucha. Hoy en día, a pesar de que no muchas personas conocen su nombre ni la autoría de su obra, sí ha entrado en el conocimiento colectivo la imagen de esa hermosa mujer, estilizada al máximo, inspiración de este gran ilustrador checo.

Traductor, intérprete y filólogo.

altus@sureste.com

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