#HuracánGilberto #30Años aún en la memoria está el sonido de aire en las ventanas, días sin luz, sin agua, colas en busca de hielo y agua, buscar tiendas y panaderías abiertas, oír informes en radio de batería y la única vez que repicó la campana del techo, recé abrazando a mis hijos.
Han pasado 30 años, pero aún se recuerdan aquellos aciagos días en que una tragedia llamada “Gilberto” llegó a alterar el rumbo de nuestra –en aquellos tiempos,- pacífica y hasta puede decirse, rutinaria ciudad.
Siguen presentes en la memoria la gran devastación de todo el entorno citadino; árboles caídos, incluidos los añejos y portentosos laureles de nuestra querida Plaza Grande, troncos, postes, transformadores de la CFE y las veletas a las que la furia de los vientos del huracán les perdió el respeto y que cayeron vencidas ante el embate brutal y sostenido de Gilberto.
Imposible olvidar las largas colas para conseguir agua y hielo, comprar pan, ausencia de transporte urbano… recolectar el agua de la lluvia para suplir las necesidades más elementales, la presencia de velas y quinqués amenizaban las charlas familiares ante la carencia de energía eléctrica, escuchando las noticias a través de un radio portátil de baterías, durante un tiempo que se antojaba interminable y el intenso olor a “Killer” que invadía la ciudad para librarnos del feroz ataque de los mosquitos…
Fueron los días en que se abrazaba a los hijos y se elevaban plegarias, con la fe adherida en aquellas oraciones, que sólo ellas, podían aliviar los temores y miedos de aquellos aciagos días.