domingo , 28 abril 2024
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Todo parece indicar que llegamos a “1984”

Frank Fernández Estrada*

Fuente: Diario de Yucatán

Fue el humanista inglés Tomás Moro quien en 1512 creó la palabra Utopía. Según Moro, Utopía era una isla con un régimen republicano donde las condiciones eran ideales para el bienestar y el desarrollo de sus habitantes.

A esta palabra se le ha encontrado un antónimo que es Distopía. Se puede entender que es todo lo contrario. Es un lugar/sistema en el que nada está hecho ni para el bienestar ni para el desarrollo del ser humano.

Cuando se han llevado al cine temas de sociedades distópicas, las mismas suelen estar filmadas en blanco y negro, con profusión de tonos grises. Generalmente se filman de noche, donde ni siquiera se ve la luz del Sol. Existe una novela que, en mi opinión, es el ejemplo más contundente de una obra distópica y se la debemos a Georges Orwell. Esta novela fue publicada en 1949 y se supone que se desarrolla 30 años después de una guerra nuclear apocalíptica que se habría producido en algún momento a finales de los años 50. El nombre es muy sencillo y al mismo tiempo extraordinariamente sugestivo: “1984”.

Para entender la génesis de esta obra, debemos hablar en primer lugar de su escritor. Georges Orwell era realmente un seudónimo, su nombre real era Eric Blair. Fue un escritor inglés que falleció en 1950 a consecuencia de una fuerte tuberculosis. Debemos entender que esta situación de salud evidentemente lo predisponía a ver el mundo de forma tan sombría. Trabajó en la policía imperial británica, tanto en Inglaterra como en India y en Birmania. Era egresado del muy prestigioso Eton College de Inglaterra. Era un hombre con ideas de izquierda, al punto que se enroló en las filas de las brigadas internacionales de jóvenes de múltiples latitudes que vinieron a ayudar a la República española. Allí mismo tuvo la gran desilusión al ver la poca solidaridad que podía haber entre los propios republicanos.

Escribió en total 9 novelas, siendo “1984” su obra póstuma. Su segunda gran novela fue “La granja de los animales”. Su novela “1984” fue inspirada en elementos extraídos tanto del estalinismo como del nazismo. Debemos entender que vivió la dictadura nazi en Alemania y las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, la dictadura de Francisco Franco en España, la dictadura comunista de Stalin en Rusia y posteriormente en todos los países detrás de la Cortina de Hierro, la dictadura fascista de Mussolini y la de Salazar en Portugal.

“1984” nos cuenta que, en ese año, el mundo está dividido en tres potencias. En ninguna de ellas existe la libertad de expresión. Todas tienen sistemas de control del pensamiento que tienen bajo permanente vigilancia a sus habitantes. El personaje principal, Walter Smith, vive en Londres. Inglaterra forma parte de una de estas tres potencias, Oceanía. Oceanía agrupa a los países de América y las islas del Atlántico, incluida Inglaterra.

Por doquier se puede ver la imagen de un hombre, del que ni siquiera se sabe si existe, si existió, si aún está vivo. Ni siquiera conocemos su nombre. Es solamente “Big Brother”, Gran Hermano. La fotografía (porque siempre es la misma) lo representa como un hombre sombrío. Siempre la misma foto en la que Big Brother no envejece. Pelo negro, grandes bigotes del mismo color (como Stalin). Bajo la sempiterna foto un eslogan: “El Gran Hermano te vigila”. Tanto al exterior como dentro de las casas existen grandes pantallas de televisión que vigilan lo que hacen los ciudadanos. Estas pantallas incluso logran leer el pensamiento de los habitantes. Los otros dos estados que existen son Eurasia, que incluye todo lo que es Europa y Rusia, y Estasia, que agrupa la mayor parte de los países del Cercano y el Extremo Oriente. Estas tres potencias se hacen constantemente la guerra por cuestiones ideológicas y por el dominio de una franja de tierra del planeta que incluye fundamentalmente el sur de África.

Nuestro personaje, Winston Smith, de 39 de años, habita en Londres. Un Londres gris y destruido por las guerras pasadas. Trabaja en “el Partido exterior”, funcionarios medios que trabajan para el Partido. El Partido exterior agrupa la clase media, el Partido interior es la clase dirigente y el 92% de la población es el proletariado, ignorado en la medida en que el Partido considera que su capacidad intelectual no es lo suficientemente alta como para organizar una rebelión. Smith trabaja en el departamento de registros del Ministerio de la Verdad. Su misión es reescribir la Historia. Es decir, nada de lo que ocurrió en el pasado y que no responda a la realidad y la necesidad actual del Partido debe permanecer. Los periódicos y la prensa del pasado se reescriben para adaptarlos a la necesidad partidista del momento.

Los personajes de esta novela son pocos, pero todos muy representativos. Existe un personaje del Partido interior, O’Brien que, de alguna forma, le inspira confianza a Smith. Cree que profesa pensamientos contrarios a los del Partido. En un momento determinado, en un rincón de su casa a donde no tienen alcance las pantallas de vigilancia, Smith comienza a escribirle a O’Brien sus más íntimos pensamientos.

Otro personaje de importancia es Julia. Hermosa joven de pelo negro que trabaja en el Departamento de Novela del Ministerio Interior de la Verdad. De alguna forma, y para que no la vean las pantallas, le hace llegar a Smith una nota diciéndole que lo ama. Se convierten en amantes. Tener amantes está absolutamente penalizado en Oceanía, en la medida en que solo se puede tener amor por el Gran Hermano. El deseo y las relaciones sexuales están prohibidos, incluso para las parejas casadas. Con el fin de mantener sus encuentros íntimos, Winston Smith alquila un pequeño dormitorio encima de la tienda de antigüedades del señor Charrington, que vive en la zona de los proletarios. En realidad, el señor Charrington es un miembro de la Policía del Pensamiento y engaña a Smith con sus recuerdos nostálgicos del pasado.

El cuarto personaje evidentemente es el Gran Hermano, presente en todas partes y cuyo rostro hace décadas no cambia, si damos crédito a los carteles en los que recuerda constantemente a los ciudadanos de Oceanía que los observa. Los carteles están en todas partes: fuera, dentro de los apartamentos, en las pantallas, en las escaleras y pasillos de edificios, en la prensa, en las cajetillas de cigarros, en las monedas… La comida está tremendamente restringida, de forma que los proletarios ocupen su tiempo en buscar dónde comprar algo que llevar a la boca.El último personaje es Emmanuel Goldstein. Antiguamente fue el gran aliado del Gran Hermano pero en algún momento lo traicionó creando “El Libro”, base filosófica contraria al pensamiento del Gran Hermano. Incluso Goldstein es una invención del Partido para poder engañar a los desafectos. En definitiva, ni el amor de Julia es sincero, ni O’Brien tiene pensamientos contrarios a los del Partido, hasta el propio anticuario Charrington tampoco es quien aparenta ser. Julia y Winston son atrapados en momentos en que se encuentran en pleno encuentro amoroso. Ambos son llevados a las oficinas del Ministerio del Amor. Mediante tortura y lavado de cerebro, logran convertir a nuestros dos personajes en zombis que solo aman al Gran Hermano. Cada día por las siempre presentes pantallas se transmite una sesión de adoctrinamiento llamada “Los 2 minutos del odio”. También existe “El mes del odio”. Durante ese tiempo se critica al enemigo del momento martillando este pensamiento en la población.

Otra característica del Partido de Oceanía es la creación de un nuevo idioma. Un idioma artificial que ha creado el Partido con la intención de reducir drásticamente el uso del vocabulario. Tiene nombre: novoidioma. Así la población no tendrá referencias con el pasado. ¿Acaso hemos llegado a 1984? Al llegar el año 1984 en la prensa del mundo occidental alegaban que eran los países bajo la Cortina de Hierro donde se vivía según lo indicado en 1984. No es necesario decir que, en los países de influencia soviética, alegaban que era precisamente el mundo capitalista el que representaba el mundo reflejado en la novela. La realidad es una: en los países capitalistas se podía comprar el libro en cualquier librería mientras que la inmensa mayoría de los ciudadanos de los países del eje soviético no habían nunca podido leer el libro. No solo por no estar a la venta, sino por estar rigurosamente prohibida su circulación.

“1984” no deja menos que hacernos pensar en los momentos en que vivimos. La nueva generación que surge, la llamada generación cristal, considera que todo lo del pasado es incorrecto y por ello se debe cambiar.

Consideran que el que en la película “Lo que el viento se llevó” aparezca una negra esclava sirviendo a Scarlett O’Hara es políticamente incorrecto y esas escenas deben desaparecer. Consideran que Pepe Le Pew persiga a una gata que él cree una mofeta también va contra sus principios. Consideran que el beso que le da el príncipe Felipe a la princesa Aurora en “La Bella Durmiente” para despertarla de su sueño de 100 años debe prohibirse por no ser un beso consentido. Incluso “Los Picapiedra”, que fueron el deleite de nuestra infancia, también son considerados políticamente incorrectos. Todo eso debe desaparecer privándonos de pasado. Todo esto nos lleva a pensar si, como en “1984”, debemos instaurar un Ministerio de la Verdad que constantemente reescriba el pasado.

Los dos minutos del odio que vemos en “1984” nos recuerdan los discursos diarios de arenga de algunos presidentes populistas del planeta. Que algunos pretendan cambiar el lenguaje con un pretendido lenguaje inclusivo, les todes y les compañeres, ¿no forma parte de un neoidioma? La utilización cada vez más restringida del vocabulario por los jóvenes también es algo que se debe considerar parte de un neoidioma que alguien quiere imponernos.

También debemos tener en cuenta los controles que realiza internet sobre nuestros hábitos y gustos, con algoritmos que deciden según nuestros gustos y deseos qué productos nos presenta para su venta.

*Traductor, intérprete y filólogo.

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