Por Frank Fernández Estrada (*)
Fuente: Diario de Yucatán
Hitler era un tipo en el que no se podía confiar. Ladino. Mentía con la misma facilidad que respiraba. Y los europeos se dejaron engañar más de una vez. Primero fue con la anexión de Austria. Después fue con la solicitud que hizo de anexarse los Sudetes, región de la antigua Checoslovaquia en la que vivían mayoritariamente personas de idioma alemán, para finalmente anexarse toda Checoslovaquia.
Pero dicen que a la tercera va la vencida. Cuando Hitler creyó que quedaría impune su invasión a Polonia el 1 de septiembre de 1939 hizo mal sus cálculos. Francia e Inglaterra tenían acuerdos de cooperación militar con este país y, ya el 3 de septiembre, ambos países le estaban declarando la guerra a Alemania.
A esta horrible guerra poco a poco se fueron uniendo los otros países del mundo para convertirse en la tristemente recordada Segunda Guerra Mundial. Pero esto de la invasión a Polonia era algo que ya incluso se preveía desde lejos y el tema del que les quiero hablar hoy es una de las formas en que los británicos se prepararon para este acontecimiento.
Para la fecha existía en Gran Bretaña una organización que se llamaba Comité Nacional de Precauciones para Animales Contra Incursiones Aéreas (NARPAC por sus siglas en inglés).
Esta organización, durante el verano del 39 y antes de que hubiera invasión a Polonia, publicó un panfleto en el que se decía que las personas que tenían animales de compañía en Londres de alguna forma debían agenciárselas para llevarlos al campo o, de lo contrario, sacrificarlos. Esto es tanto más incomprensible en la medida en que, por regla general, los anglosajones aman mucho a sus mascotas.
De hecho, sarcásticamente el periódico Daily Mirror ridiculizada al embajador alemán por huir en desbandada cuando se rompieron las relaciones entre los dos países y abandonó a su perro en su residencia.
Subrayaba el periódico que esa actitud del embajador nazi era precisamente contra lo que luchaba Gran Bretaña, que ese embajador no tenía ningún sentimiento humano ni de justicia, que esa actitud era propia de la brutalidad inherente del nazismo.
El lado amoroso de Hitler
Sin embargo, para hacer honor a la verdad, se debe decir que el Führer podía tener sentimientos muy humanos para con los animales cuando sus sentimientos eran los más crueles y despiadados para con los propios seres humanos.
Conocida es la íntima relación que tenía Hitler con su perra Blondie (obviamente una pastora alemana). Durante su gobierno, en Alemania se decretaron leyes de protección contra el maltrato animal. En ese momento eran las más avanzadas en este tema en todo el mundo. Esas mismas leyes estuvieron en vigor en Alemania hasta bien entrados los años 1960.
Pero volvamos a Londres. Ante el sombrío porvenir que se vislumbraba, muchas personas propietarias de animales de compañía llevaron a sus mascotas a las clínicas veterinarias y asociaciones de defensa y protección de animales para que fueran sacrificadas.
Desde 1860, en Gran Bretaña existe la Battersea Dogs and Cats Home, que recibe animales para posteriormente darlos en adopción. A esta fue una de las organizaciones a las que naturalmente los británicos se dirigieron para abandonar y sacrificar sus animales.
Por misericordia
Pero aquí es necesario plantearse una pregunta: ¿tomaron esa decisión los británicos para, de una vez y por todas, librarse de sus mascotas? Nada más lejos de la verdad.
Los que tenemos mascotas y nos gustan los animales sabemos con qué desgarro emocional nos separamos de un animal querido cuando ya su salud o su edad no le permite continuar viviendo a nuestro lado. Aún no habían comenzado los bombardeos a Londres y ya por cientos de miles los propietarios habían ido a los establecimientos a ello indicados para sacrificar a sus animales.
Y eso fue aún más intenso en septiembre de 1940 cuando comenzaron los bombardeos alemanes contra la gran ciudad.
La carne que se vendía como alimento para los animales de compañía en aquella época era la de los caballos viejos que para este menester se sacrificaban y había reservas para varios meses. Entonces se puede uno plantear la pregunta: ¿qué los llevo a ello?
Las respuestas son fáciles de encontrar: Si amas a un ser, lo menos que deseas es que sufra. Era evidente que en poco tiempo comenzaría la racionalización de comida y no habría para las mascotas. También se esperaban bombardeos que, de hecho, comenzaron al año de declarada la guerra. Por otra parte, muchos hombres fueron reclutados para ir al frente y no tenían con quién dejar a su querida compañía.
El panfleto de la NARPAC fue publicado en la prensa y por radio por la BBC, lo que hizo que las personas lo consideraron como una información muy importante que estaba transmitiendo el gobierno. El día 4 de septiembre, al día siguiente de la declaración de guerra, literalmente había colas de personas con sus pájaros, conejos, perros y gatos delante de las clínicas veterinarias.
Una semana más tarde el mismo gobierno, tratando de temporizar la orden que ya había dado, volvió a publicar un documento en el que se pedía no ser tan drástico, tanto más que los perros podían también ayudar en los esfuerzos de guerra, pero ya era demasiado tarde. En total se calculan que por toda esta situación fueron sacrificadas más de 750 mil criaturas.
Protestas
Muchas voces se alzaron contra esta situación. Lady Hamilton (quien durante años fue propietaria de la famosa Perla peregrina) rica y amante de los gatos, habilitó los hangares de un viejo aeropuerto de Escocia para recibir todo tipo de animal. Pero esta mujer se lo podía permitir con su dinero. De todas formas, no podía recibir a todas las mascotas del país.
Lo cierto es que, como las cosas que uno ha hecho de las que después se arrepiente y abochorna, los británicos suelen callar sobre este tema. Es un tema muy vergonzoso y, ¿por qué no decirlo? también doloroso.
Los británicos, y más aún en aquellas épocas, son muy victorianos y no hablan de cosas feas. En los cementerios de animales se pueden todavía ver lápidas de aquellos días en las que los acongojados dueños daban rienda suelta a sus sentimientos por la pérdida de su querido animal.
Nuestros animales de compañía, adorados por casi todos nosotros, forman parte de nuestra vida. Es un familiar nuevo que entra a formar parte del hogar. Debemos protegerlos, mimarlos, cuidarlos y amarlos tanto como ellos nos aman a nosotros. Correo: altus@sureste.com
*) Traductor, intérprete, filólogo.