Irving Berlín Villafaña
Fuente: Diario de Yucatán
Ana Rosa Payán Cervera ganó la alcaldía de Mérida en 1990 iniciando un largo derrotero de gobiernos panistas en este municipio.
Entre esa fecha y hoy, solo una priista gobernó y fue Angélica Araujo Lara. Lo que es el municipio y la administración es resultado en buena medida de más de 30 años de gobiernos azules.
Mérida tenía en 1990 la mitad de los habitantes que tiene ahora y, por tanto, era la mitad de grande. Su crecimiento es multifactorial y complejo porque el municipio no es una isla que solo dependa de sus gobernantes, sino que forma parte de una región, de un país y de un continente.
En la Mérida actual están aciertos y errores de los tres órdenes de gobierno, aunque, desde luego, el gobierno municipal tiene un papel protagónico.
Recuerdo que, a la llegada de Ana Rosa, el Ayuntamiento de Mérida era un apéndice del gobierno de Yucatán en todo. En las finanzas, en los servicios, en la administración de los recursos. Bueno, con esto se dice todo: el catastro municipal estaba administrado por el gobierno del estado y eran grandes libretas con listados de casas y propietarios en posesión del palacio de enfrente.
El tiempo ya pasó. Y muchos cambios también. Enumero los más importantes que recuerdo grosso modo: a) una ley orgánica determina que el municipio gestiona sus propios recursos y no hay autoridades intermedias, b) las comisarías tienen su propio sistema de agua potable y cementerios y policía y sus autoridades son electas por sus comunidades, c) el ayuntamiento administra por ley los servicios públicos y parques —salvo La Plancha que quién sabe por qué es gestión federal que no federalista, d) administra su propio catastro, por cierto con tecnología de punta, e) logró contar con una pequeña policía que opera en una parte minúscula del territorio, f) logró tener, en algún momento una reserva territorial y ahora mantiene la reserva de Cuxtal. La planeación urbana es, desde luego, una de sus piezas clave que impacta totalmente en el desarrollo municipal.
Como ve, los cambios caben en pocas líneas. Los conflictos políticos que debieron resolverse para poderse escribir caben en los diarios del Diario de Yucatán de más de 34 años. Cada uno fue una batalla máscara contra cabellera. Ningún elemento que fortaleció al Ayuntamiento de Mérida se le dio por cortesía o responsabilidad institucional.
Todo fue tortuoso y cansado. Y todavía falta. Aunque se han cambiado ya palabras al artículo 115, todavía son vigentes los servicios públicos municipales y ahí siguen estando la policía de tránsito y el agua potable. El Ayuntamiento de Mérida no los opera y siguen siendo rémoras del pasado que muestran un camino autónomo que aún no se ha terminado de caminar.
Estos son dos botones de la debilidad institucional del municipio de Mérida hoy por hoy.
Tanto la seguridad y el tránsito como el agua potable y el alcantarillado son problemas que van aumentando en manos del gobierno del estado y no se ve una agenda específica que le muestre a los meridanos la dimensión de los problemas, las soluciones, los presupuestos y cronogramas necesarios.
Más bien los ciudadanos vivimos los problemas sin solución: exceso de parque vehicular y tráfico pesado en horas pico; disminución en las expectativas de seguridad en la ciudad; mayor tráfico y falta de control de las drogas, aumento poblacional y explosión habitacional; falta de presión del agua, fugas en varios sitios, déficit y falta de coordinación de las reparaciones y, desde luego, las inundaciones, que son parte de una nueva agenda del cambio climático.
Ojalá que las entidades académicas o de planeación municipal o gubernamental nos informen de los rumbos de esta agenda fundamental: seguridad y tránsito; agua potable y alcantarillado.
Me gustaría que las autoridades conducentes encuentren los mecanismos claros para solucionar lo de hoy y prever lo de mañana y que nos comunicaran las tareas en las que debemos participar como ciudadanos. No quiero despertar un día sin agua potable, sin electricidad y sin seguridad en las calles.— Mérida, Yucatán.
*Antropólogo con maestría en industrias audiovisuales y doctorado en comunicación política