Denise Dresser (*)
Fuente: Diario de Yucatán
Ironías de la 4T. El gobierno dice que combate los privilegios, pero los mantiene para los ganadores de siempre. El Presidente afirma que está del lado de los pobres, pero ha engrosado sus filas. El movimiento transformador alega que enfrenta a los oligarcas, cuando en realidad se ha acurrucado con ellos.
Hoy, los cómodamente apoltronados en la punta de la pirámide están rebosantes. Son más ricos y enfrentan menos competencia, tienen más contratos con el gobierno y enfrentan menos regulación. Uno de los lastres más pesados del país —el capitalismo de cuates— sigue vivo, mantenido e impulsado por López Obrador. Basta con ver cómo trata y halaga a Carlos Slim. Basta con analizar la permisividad con la cual su gobierno sigue permitiendo la concentración de la riqueza y la profundización de la pobreza.
Ahí están los datos, los argumentos, las razones detrás de un México que sigue siendo profundamente desigual. Un país que simula transformarse mientras engrandece fortunas y maquila miserias. AMLO finge pelearse con los multimillonarios, mientras los apapacha, y aparenta proteger a los marginados, mientras empeora su situación. Esa es la verdad incómoda que nadie en la 4T está dispuesto a discutir o desmenuzar. El discurso oficial se nutre del anti-elitismo, cuando ha perpetuado el predominio económico de las mismas élites. La atención se centra en la propaganda de los programas sociales, no en su impacto. Las batallas del Presidente contra los exprimidores son mayoritariamente verbales. En el México de los datos verificables, AMLO ha hecho más ricos a los ricos, y más pobres a los pobres.
La fortuna de los quince multimillonarios mexicanos aumentó 645,000 millones de pesos, el equivalente a un tercio de lo que tenían antes de la debacle del Covid-19. Según el estudio de Oxfam, “¿Quién paga la cuenta? Los mitos detrás de los impuestos a las grandes fortunas en México”, los super ricos han visto crecer sus fortunas en un tercio —33 por ciento— desde el inicio de la pandemia. Por cada cien pesos de riqueza que se crearon entre 2019 y 2021, 21 pesos se fueron al 1 por ciento más rico, y apenas 0.40 por ciento al 50 por ciento más pobre.
Carlos Slim, el hombre más rico del país, “concentra más riqueza que la mitad de la población mexicana, y ha visto crecer su riqueza en un 42 por ciento desde el principio de la pandemia, un monto equivalente a un millón de dólares por hora”. Los tentáculos de Grupo Carso se extienden por todo el país, y en múltiples sectores. Helo ahí, beneficiario de contrato tras contrato, adjudicación directa tras adjudicación directa, falla regulatoria tras falla regulatoria.
AMLO critica a órganos reguladores como la Cofece y el Ifetel porque “protegían a los grandes intereses”, pero nunca tanto como en su sexenio. La Comisión de Competencia tuvo que interponer una controversia constitucional ante la Suprema Corte, para obligar al Presidente a llenar vacantes. Finalmente lo hizo, pero esas ausencias de años obstaculizaron la competencia y favorecieron a los oligarcas. El Ifetel actúa más como empleado del señor Slim, que como un órgano ostensiblemente creado para favorecer al consumidor. Cancela multas a Telmex, ignora las medidas asimétricas colocadas para frenar su predominio, y sigue la instrucción presidencial de cuidar a su cuate favorito. Si en el pasado, el problema con el regulador en telecomunicaciones era su debilidad, hoy parece ser su complicidad. Y por ello, Slim sí es del grupo compacto que está feliz, feliz, feliz.
Quienes no lo están son las víctimas de siempre. Los damnificados de programas de alivio a la pobreza, más concentrados en cosechar votos que en sembrar oportunidades. Según el Coneval, las transferencias no están funcionando como deberían. Los sectores más pobres están recibiendo menos, y los más ricos están recibiendo más. La cantidad de mexicanos pobres pasó de 51.9 millones a 55.7 millones entre 2018 y 2020. La población en pobreza extrema fue la que aumentó en mayor medida, al pasar de 8.7 millones a 10.8 millones de personas. He ahí un legado tangible y medible de la 4T: 3.8 millones de pobres más. Mientras tanto, el Presidente de los “otros datos”, repite sin cesar cuánta satisfacción le da mejorar la economía popular. No podría estar más equivocado. Retóricamente son tiempos de “primero los pobres”; en realidad son tiempos de “primero los ricos”.— Ciudad de México.
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(*)Periodista