miércoles , 24 abril 2024
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México ante el fracaso

Dulce Maria Sauri Riancho *

Fuente: Diario de Yucatán

No fue solo la derrota de la Selección Nacional masculina de Fútbol ante Argentina. No fueron ni siquiera los “preparativos” de la marcha de apoyo al presidente López Obrador, con su ostensible violación a todo tipo de leyes.

Fue el ambiente de tristeza, decepción, que se podía palpar como si fuera una densa neblina que nos envolvió el pasado fin de semana.

Como otras veces, acudí a las palabras para tratar de nombrar a este sentimiento y, de esta manera, conjurarlo, difuminarlo, expulsarlo de mi mente y mi corazón.

No soy ardiente seguidora del deporte del balompié, que así se denomina en castellano el objeto de mis más recientes zozobras. Pero mis seres queridos y cercanos sí lo son; de ellos aprendo, conozco sus preocupaciones y sus esperanzas.

¡Ah! Esperanza, mágica palabra. La Real Academia Española le otorga siete definiciones, comenzando con “estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea”. Queríamos —y queremos— que nuestro equipo sea campeón del mundo, o por lo menos, que llegue al quinto juego.

Queremos que la persona en la presidencia de la república cumpla sus compromisos y siembre concordia. Pero tanto en el fútbol como en la política, nos alimentamos de esperanzas.

“Ya verán, traen una estrategia secreta para ganar”, “este sí nos va a cumplir, no nos defraudará”: dichos que acompañan cada cuatro años las aventuras futbolísticas y cada seis, las elecciones presidenciales.

“Esperar, con poco fundamento, que se conseguirá lo deseado o pretendido”.

Surge de inmediato la pregunta: ¿por qué si hacemos lo mismo esperamos resultados distintos? Nos esperanzamos, convenientemente guiados por la publicidad que impera en el fútbol o por la propaganda de los partidos políticos. Se generan expectativas, con la “esperanza de realizar o conseguir algo”.

No nos detenemos a medir si existe una “posibilidad razonable de que eso suceda”. Nos ilusionamos: “concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causado por engaño de los sentidos”.

Nos desencantamos, cuando toca a la puerta la derrota o el fracaso, cuando la decepción invade el ánimo social. Surge la frustración, palabra cuyo origen latino concentra “subterfugio”, “decepción”, “desencanto”. Me reservo un significado: Engañar. Esta poderosa palabra también tiene siete acepciones, como la Esperanza.

“Hacer creer a alguien que algo falso es verdadero”; “seducir a alguien con halagos y mentiras”; “producir ilusión”; “aliviar momentáneamente una sensación o necesidad, o hacer que disminuya”.

El presidente López Obrador puede ponerse cualquier saco de estas definiciones, que le queda muy bien. Y el que le sobre, se lo puede enviar al Tata Martino o a Yon de Luisa.

Dicen los que conocen de fútbol que sólo un cambio de rumbo, radical, los salvaría del fracaso cada Mundial. Fijar la mirada, el compromiso y la estrategia hacia las fuerzas básicas. Promover la formación de jugador@s desde temprana edad, privilegiando su desarrollo humano y el de sus familias. No sólo son máquinas a las cuales hay que afinar para sacarles el máximo provecho económico.

Que los equipos nacionales bequen a las y los mejores para que acudan a la preparatoria, a la universidad, y al mismo tiempo, jueguen fútbol.

¿Se han preguntado por qué México ganó títulos mundiales con las selecciones sub-17 y fue campeón olímpico con un grupo de futbolistas menores de 17 o de 21 años? ¿Se han cuestionado la razón de los fracasos de las selecciones masculinas y femeninas de distintas categorías? México no estará presente en la próxima Olimpiada porque no pudo calificar.

¿A dónde van los mexicanos? Den marcha atrás, por favor, y evalúen la decisión de aceptar nueve jugadores extranjeros en el terreno de juego. Los extranjeros más caros resultan más baratos que desarrollar talentos locales. Sólo el Guadalajara conserva a duras penas la tradición de exclusividad nacional.

Revisen los calendarios que privan de continuidad a los torneos, al reducir los tiempos y generar condiciones para que un “colero” resulte campeón, en detrimento del desempeño general de los jugadores y de los equipos.

Y sí, que haya descenso —y ascenso—; que no pueda ser sustituido por una multa que, por más cuantiosa, siempre será menor que las ganancias obtenidas por los derechos de la televisión y otros patrocinios.

Tal vez el fútbol soccer mexicano, el balompié, requiera ya a una autoridad reguladora, autónoma e independiente de los grandes intereses económicos y que pueda defender a las y los espectadores, su derecho a disfrutar de un espectáculo de calidad. El “dejar hacer, dejar pasar” en el fútbol ha producido pésimos resultados. Eso tiene que cambiar.

Ya pasó la marcha de apoyo al presidente López Obrador, a sus políticas y sus programas. No pudo concentrar en la capital del país un número de fieles comparable al que se manifestó, quince días antes, en más de 50 ciudades de todo México.

Al igual que la Selección en su preparación hacia el Mundial, este gobierno ha acumulado derrotas y muy pocos triunfos. El balance sexenal que se aproxima dejará saldos negativos para el país en su conjunto.

Pretendimos razonar los reiterados fracasos de la Selección durante la fase previa de su preparación, cerramos los ojos ante una realidad que terminó por imponerse.

El gobierno lopezobradorista intenta disfrazar el aumento de las personas y familias en situación de pobreza, el incremento de la violencia en casi todo el país, el crecimiento exponencial de la migración a Estados Unidos. No podemos, no debemos soslayar esta realidad, ni permitir que el presidente López Obrador lo continúe haciendo

Perdimos cuatro años intentando preparar a México para ganar en Qatar 22. Hemos vivido cuatro años de una regresión autoritaria que envenena la convivencia social. Ni en uno ni en otro campo el punto final del fracaso se ha puesto.

Cuando se publiquen estas líneas ya casi sabremos el resultado del juego con Arabia Saudita. Y ya también se habrá comentado con detalle y preocupación la marcha del domingo 27 de noviembre, sobre todo, la utilización de toda clase de recursos públicos para promoverla y organizarla.

Se vale esperar contra toda esperanza, si hay trabajo, estrategia, dedicación y constancia para lograr los objetivos. Selección triunfadora en 2026 y nuevo rumbo al gobierno de este país en 2024. En nosotr@s está lograr ambos. Dos caras de la misma moneda: responsabilidad y esfuerzo compartidos.— Mérida, Yucatán.

dulcesauri@gmail.com

Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán

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