viernes , 7 febrero 2025
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Más que un slogan y bailar jarana

Irving Berlín Villafaña (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Si el slogan Renacimiento maya se refiere a la cultura, al desarrollo de los pueblos precolombinos o a la disminución de la pobreza, es imprescindible anolarlo como un dulce, darle muchas vueltas y sacar ejes rectores de significado que hagan la metáfora menos amplia y, en consecuencia, eficaz para diseñar políticas públicas que, no se debe olvidar, implican gasto de recursos económicos que derivan del pago de los impuestos de todos.

Si pensamos en el desarrollo de los pueblos autóctonos, lo primero es regresar a las clases de antropología mexicana y recordar las grandes tendencias que ha tenido en el tiempo. En una primera etapa el indigenismo mexicano se caracterizó por implementarse desde actores no indígenas que, en acto de celebración del otro y de construcción de principios nacionales, promulgaron programas artísticos, culturales, políticos y apoyaron reivindicaciones como la reforma agraria y/o la abolición de prácticas explotadoras, como ocurría en Yucatán con el henequén y los hacendados de la llamada casta divina.

Estos pueblos, desde luego, deberían integrarse y respetar totalmente el estado nacional, ya que por él estaban convocados.

Manuel Gamio, por ejemplo, soñaba un estado nacional unificado donde los diferentes pueblos tuvieran las mismas oportunidades para incorporarse al desarrollo.

Vasconcelos, por su lado, desarrolló la idea mestiza de una nueva raza cósmica, como sabemos, y estimuló la estética antigua, digamos, contra las vanguardias europeas, dando oxígeno al arte nacionalista mexicano.

Un segundo momento, creo, está representado por la crítica que hace el maestro Bonfil Batalla a estos esfuerzos preliminares. Criticó ampliamente la incorporación del indio al desarrollo, cuestionó las políticas que “salvan al indio de sí mismo” y el uso folklórico de sus imágenes, tradiciones y costumbres. Dio un paso más, al concebir nuestro país como un estado plurinacional y multi étnico que debería desarrollar la autonomía y autodeterminación de todas sus comunidades internas. De algún modo esta propuesta llegó a su clímax político en las negociaciones de San Andrés Larrainzar en 1996, luego de la revuelta zapatista.

El tercer momento es posterior a este sueño firmado por el gobierno mexicano y las comunidades autóctonas. Ningún gobierno que yo recuerde impulsó mediante políticas públicas estos acuerdos, ninguno propuso algo nuevo al asistencialismo populista, menos aún durante la Cuatro T que, además, usó los signos populares para legitimarse discursivamente, pese a afectar entornos ecológicos y humanos como en el caso del Tren Maya y su amplia zona de devastación natural.

¿En qué políticas de Estado tienen las comunidades indígenas participación efectiva? ¿Cuáles son los presupuestos para el desarrollo autónomo de estos pueblos? ¿Con qué criterios haremos el renacimiento maya, la integración al desarrollo de los diversos sectores o bien bajo qué condiciones jurídicas, legales, económicas y educativas facilitaremos el desarrollo autónomo de comunidades mayas, que en realidad son mestizas, a menos de que sólo incluyamos ese 7% que es hablante únicamente de la lengua maya?

O más fácilmente, cómo frenaremos la disminución de hablantes de la maya en este sexenio que no llevara al esplendor pero sí, por lo menos a la disminución de su deterioro?

Bailando jarana en los pueblos no se creará el renacimiento maya. Y tampoco folklorizando los programas artísticos y culturales. Se requiere profundidad conceptual, política y administrativa que lleve al diseño de programas realistas capaces de usar bien el dinero y sobre todo dar resultados medibles. Un slogan que es capaz de ilusionar poblaciones y generar esperanza, también puede ser la camisa de fuerza que destruya las posibilidades reales de cambio.— Mérida, Yucatán.

berlin@prodigy.net.mx

(*) Antropólogo con maestría en industrias audiovisuales y doctorado en comunicación política

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