Dulce Maria Sauri Riancho*
Fuente: Diario de Yucatán
Pasaron las conmemoraciones del 8 de marzo. Marejadas de mujeres de todas las edades tomaron las calles y las avenidas.
Muchas, con ánimo festivo por saberse libres para expresarse de mil maneras. Otras, con el dolor a cuestas de sus pérdidas ignoradas por la indiferencia.
Algunas, con coraje, que expresaron en pintas a edificios y monumentos, blanco de su rabiosa ira. Miles más acudieron a foros, conferencias, debates sobre distintos problemas que impiden a las mujeres ejercer a plenitud sus derechos.
La “Fuenteovejuna” feminista mostró la vitalidad de la organización ciudadana, en la que el único acuerdo visible fue manifestarse.
En el otro extremo del espectro estuvo la conmemoración oficial del Día Internacional de la Mujer. Realizada en Palacio Nacional, a puerta cerrada, con apenas un centenar de personas, fue un escaparate de la burbuja de protección que decidió construirse el presidente de la república ante los legítimos reclamos de las mujeres.
Vale la pena detenerse en el evento más importante que el gobierno federal organizó para ese día. Presentes 7 de las 9 gobernadoras, además de la representación femenina de las cámaras de Diputados y del Senado, sólo una de las secretarias del gabinete presidencial estuvo en el presídium, que incluyó a los secretarios de Gobernación y Relaciones Exteriores.
Nunca como hoy hubo presencia tan abundante y visible de los avances de las mujeres en los gobiernos de los estados, en la legislatura federal paritaria.
Pero como la forma es fondo, decidí comenzar el análisis del principal evento oficial gubernamental a la vieja usanza de los analistas de los presídiums del politburó soviético, por lo que me di a la tarea de revisar la distribución de los catorce lugares de honor, incluido el presidente López Obrador que, como se acostumbra, ocupaba la posición central.
Esa mañana destacó una ausencia: no estuvo Beatriz Gutiérrez, esposa y colaboradora, cuando en otros eventos recientes ella desempeñara un papel protagónico.
Claudia Sheinbaum, vecina del Palacio del Ayuntamiento, alcanzó lugar arriba pero ahora mediado por el secretario de Gobernación.
El sitio de honor a la diestra del presidente López Obrador fue para la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana.
Significativo fue también que, en la segunda fila, apenas incluida, haya estado la presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres. Signo de un gobierno para el cual las instituciones y su representación resultan estorbosas molestias que, si no se puede prescindir de ellas, habría que guardarlas lo más posible.
¿Y qué del contenido? El mensaje del encuentro del Ejecutivo federal y la representación de las mujeres en los poderes, estados, organizaciones civiles y sociales, definitivamente se transformó este 8 de marzo.
Quienes vimos o leímos las intervenciones de esa mañana asistimos a un coro de ditirambos, esa “alabanza exagerada, encomio excesivo” (Real Academia Española) de la figura del presidente López Obrador. La evaluación —para no mencionar a la autocrítica— estuvo ausente.
Todo es perfecto para quienes, sin rubor alguno, lanzaron loas al mandatario con las mismas palabras que, hasta hace muy poco, dirigían a gobernantes del PRI. Entiendo que “muerto el rey, viva el rey”, pero desperdiciar la oportunidad de realizar planteamientos sensatos y viables ante el presidente de la república me parece un sinsentido, un esfuerzo por llenar los 80 minutos de esa mañana con frases huecas que se llevó el viento.
Dejo a un lado el absurdo propósito de negar el pasado; de ignorar el hecho de que ellas no hubieran estado en ese presídium como gobernadoras, secretarias de gabinete, si otras mujeres no hubieran dado la lucha por lograr para todas los derechos políticos fundamentales; si otras más no hubieran borrado las diferencias para unirse en el reclamo común de la paridad, primero en las candidaturas, después en todos los órganos del Estado mexicano.
¿Por qué en el acto oficial del 8 de marzo no se reclamó una estrategia de emergencia para combatir las secuelas de la pandemia del Covid en la vida de las mujeres?
Sobre feminicidios y violencias contra mujeres y niñas: ¿de verdad creen que está más cerca la vida libre de violencias a la que tenemos derecho, cuando los presupuestos para los programas de prevención, atención y sanción han sido reducidos drásticamente?
¿Alguien demandó mayor atención a las adultas mayores en el programa estrella de las pensiones, dando por hecho que ellas tienen acceso fácil a su reclamo? ¿Quién le dijo al presidente de la república sobre el derecho al cuidado y su estrecha relación con los derechos de las mujeres?
¿Y las migrantes? ¿Y las víctimas de trata? ¿Y la “tres de tres”: qué apoyo federal recibirá para su total implantación y respeto?
Puedo seguir mencionando las múltiples demandas que las colectivas de mujeres están enarbolando por todo el país. No tenía derecho la asamblea femenina del oficialismo a desperdiciar la oportunidad de, al menos, planteárselas al presidente López Obrador.
Este miércoles 15 corresponde a una fecha señalada en el antiguo calendario romano como los “idus de marzo”. Era momento propicio y de buenos augurios, pero en el año 44 a.C., ese día, fue asesinado Julio César, el poderoso dictador de la república.
Gracias a William Shakespeare, la frase “Cuídate de los idus de marzo” se ha vuelto una manera de advertir de los peligros que amenazan la vida pública, en especial de las traiciones que envuelven a sus protagonistas en distintas épocas.
En marzo fue asesinado Luis Donaldo Colosio. Marzo también tiene idus para la lucha por los derechos de las mujeres.
El año próximo, a estas alturas, ya estarán fraguadas las candidaturas presidenciales y a las gubernaturas de 9 entidades, incluyendo la Ciudad de México y Yucatán.
¿Cuántas mujeres independientes y autónomas habrán logrado la postulación? ¿O habrán resultado ganadoras de las candidaturas las sumisas, las silenciosas, las que sólo repiten y amplifican las palabras del jefe? Tendremos 12 meses para construir la respuesta.— Mérida, Yucatán.
dulcesauri@gmail.com
*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán