miércoles , 24 abril 2024
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Las dos cubanas esposas del Príncipe de Asturias

HEMOFILIA, “LA ENFERMEDAD DE LOS REYES”

  • Alfonso se enamoró de Edelmira San Pedro Ocejo y María Esther Rocafort Altuzarra

Por:  Franck Fernández Estrada (*)

Fuente: Diario de Yucatán

El bien más preciado del ser humano es la salud. Con salud estamos dispuestos a hacer cualquier cosa, mientras que si nos falta la salud estamos limitados, incluso impedidos en nuestro quehacer diario. Entre las feas palabras que nombran a enfermedades graves está la hemofilia. A la hemofilia se le conoce como “la enfermedad de los reyes”. Esto se debe a que la muy longeva reina Victoria de Inglaterra era portadora de esta enfermedad. Enamorada que estaba de su primo y marido, el príncipe consorte Alberto, amante de la buena comida y de los placeres carnales, Victoria fue una verdadera fábrica de príncipes reales, todos destinados a reinar o ser consortes de reyes de toda Europa.

De esta forma Victoria transmitió a sus descendientes la horrible enfermedad de la hemofilia. Muy conocido fue el caso de Alexis, zarévich de Rusia, puesto que su madre, Alexandra Fiódorovna era la nieta preferida y más mimada de Victoria, a la que llamaba Sunny. También en esta situación se encontraban los hijos de Alfonso de XIII de España, quien se casó con la princesa inglesa Victoria Eugenia de Battenberg, también nieta de la reina Victoria. La pobre Victoria Eugenia ni siquiera sabía que era portadora recesiva de esta cruel enfermedad. En nuestros días aún no existe cura para la hemofilia, pero al menos se pueden paliar los sufrimientos de los hemofílicos, pero en el pasado era una enfermedad mortal.

La hemofilia es una enfermedad de la sangre que padecen casi exclusivamente los varones. La enfermedad se manifiesta por la imposibilidad de contener una hemorragia ante la más mínima lesión del paciente. La reina Victoria Eugenia tuvo con Alfonso XIII a Juan de Borbón y Battenberg, Beatriz, Alfonso, María Cristina, Jaime y Gonzalo todos con los mismos apellidos de Borbón y Battenberg, siendo Alfonso el mayor de ellos y heredero a la corona de España. Se supo de la enfermedad del bebé en el momento en que, como dictaba la tradición para todos los reyes de España, fue sometido a una circuncisión. La historia recoge el hecho de que la hemorragia en el miembro del pobre bebé no se controlaba de ninguna forma. De esta forma, Alfonso fue criado como un niño de cristal, en un entorno aterciopelado, por todos cuidado, mimado y con las mayores atenciones por parte sus niñeras, alejado del cariño de sus padres, viviendo en una vida como si estuviera dentro de una caja de algodón. Esto hizo que su carácter fuera irascible y voluntarioso.

Fue en 1931 que, al ganar las elecciones el partido republicano en España, primero el rey y al día siguiente su esposa la reina Victoria Eugenia con todos sus hijos, abandonaron el país. El viaje desde España hasta París, donde encontró refugio la familia real, fue muy azaroso, por lo que el Príncipe de Asturias, título que le correspondía a Alfonso por ser el hijo mayor y heredero a la corona, llegó muy enfermo a la capital francesa. Si bien habían sido expulsados de España en su mente ni remotamente cabía la idea de que no regresarían para ocupar nuevamente el trono que se habían visto obligados a abandonar.

Ante la crítica situación de salud en la que se encontraba Alfonso, Príncipe de Asturias, lo enviaron a una pequeña localidad, cerca de Lausana, en Suiza, a un hospital especializado en tratamientos para personas con problemas pulmonares. Allí encontró a una chica que también había sido recluida por cuestiones pulmonares, cubana, descendiente de una rica familia azucarera, Edelmira San Pedro Ocejo. Poco le importaba al príncipe que ya su matrimonio estuviera concertado con la princesa Iliana de Rumanía, también pariente puesto que la madre de Iliana también descendía de la reina Victoria de Inglaterra. Poco le importaba que en la realeza española no se admitiera que la esposa de un Príncipe de Asturias fuera plebeya, por muy rica que fuera, como era el caso de Edelmira. El Príncipe Alfonso renunció a su título como heredero al trono español. De facto renunciaba al hecho de que ninguno de sus descendientes pudiera ascender al trono de España. Fue un preámbulo de lo que ocurriría más tarde con Jorge VI en Inglaterra y Wallis Simpson.

A la boda, que fue modesta y en la ciudad de Lausana, no se presentó Alfonso XIII, solo se presentaron su madre y sus dos hermanas. Vivieron en París una vida relativamente modesta pero desenfrenada, con una agitada vida nocturna parisina. Pero Edelmira tenía un gran defecto, era una mujer extremadamente celosa y Alfonso era muy buen partido. Muchas mujeres de Europa hubieran dado la mitad de su vida por ser escogidas por él en la medida en que era el heredero del trono español, en caso en que se restaurara la monarquía. También era guapo, alto, rubio, de una tez de rosa claro y rostro de finos rasgos. Al poco tiempo Edelmira, celosa de tantas miradas femeninas a su esposo, se regresó a La Habana.

Al renunciar al trono, como compensación, Alfonso XIII les otorgó a su hijo y a su esposa el título de Condes de Covadonga. En la familia de Alfonso a Edelmira la llamaban “La Pachunga”. A La Habana se desplazó el Conde de Covadonga en busca de su mujer. Continuaron su matrimonio para finalmente, por los mismos motivos de la primera separación, se divorciaron los condes. En algo llevaba razón Edelmira esta vez, sus celos eran justificados. En un viaje a Nueva York, Don Alfonso conoció y se enamoró de otra cubana, despampanantemente bella, María Esther Rocafort Altuzarra, hija de un dentista. María Esther en Nueva York trabajaba como modelo de alta costura. Divorciado de Edelmira, se casó con María Esther. Su segundo matrimonio, su segunda cubana.

Aunque esta vez el matrimonio solo duró dos meses. Luego Don Alfonso comenzó a salir con una bailarina norteamericana Mildred Gaudin, una jovencita. Falleció en un lamentable accidente de su coche que chocó contra un poste de telegrafía, mientras él mismo manejaba su coche por las calles de Miami la noche del 6 de septiembre de 1938. La causa principal de su muerte fue su enfermedad, puesto que no se controlaban sus hemorragias internas producto del choque. En cuanto a Edelmira, la familia real siempre mantuvo contacto con ella y nunca se le retiró el título de Condesa de Covadonga.

A la llegada de la revolución en Cuba en 1959, Edelmira tuvo que huir de Cuba refugiándose, como la mayoría de los cubanos, en Miami y residiendo en una de las hermosas residencias de Coral Gables. A la muerte de Edelmira, fue enterrada en el Cementerio y Mausoleo, de Woodlawn Park, hoy en día Caballero Rivero Woodlawn Park North Cementery and Mausoleum, lugar donde descansaba también su antiguo marido Alfonso.

Ya restablecida la monarquía, en 1985 Don Juan Pablo I hizo llevar los restos de su tío para que tuvieran descanso eterno en la Cripta Real de San Lorenzo del Escorial.

Queda invitado a visitar mi canal de arte e historia en YouTube. Me puede encontrar como “Franck Fernández Historia”.

(*) Traductor, intérprete y filólogo; correo electrónico:  altus@sureste.com

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