viernes , 19 abril 2024
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La persona del año

Greta Thunberg

Antonio Salgado Borge (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Uno de los ejercicios más productivos cuando se trata de evaluar lo que nos deja un año que ha concluido es determinar quién, a nuestro juicio, merecería el título de “persona del año”.

Este simple ensayo ofrece una posibilidad doble: por un lado, nos permite reconocer lo determinante del papel de un individuo en la vida de otros; por el otro, nos ofrece la oportunidad de identificar cuáles son las causas más importantes de nuestro tiempo.

En esta ocasión, no tengo duda de quién sería mi “persona del año”. En este sentido, coincido con el prestigiado nombramiento de la revista “Time”: se trata de Greta Thunberg, la joven activista sueca que, un buen día, decidió pararse en la calle sosteniendo un letrero con la leyenda “huelga escolar por el clima”.

Meses después, Greta se ha convertido en un ícono en la lucha contra la emergencia climática, ha hablado ante líderes mundiales en organismos internacionales —como la ONU—, ha encabezado marchas multitudinarias en distintas ciudades y ha inspirado o logrado que millones de personas identifiquen a la emergencia actual como una causa prioritaria.

La descripción que la revista “Time” hace de Greta es impecable. “Tiene 16 años, pero se ve de 12. Normalmente lleva el pelo café claro partido a la mitad y tirado en dos colas. Tiene el síndrome de Asperger, lo que significa que no opera en el mismo registro emocional que muchas de las personas con las que interactúa. Le desagradan las multitudes, ignora las conversaciones triviales, y se expresa por medio de frases directas y sin complicaciones. No puede ser alabada o distraída. No puede ser impresionada por la celebridad de otras personas, ni parece tener interés en su propia fama creciente… Donde otros sonríen para aliviar la atención, ella es seca. Donde otros hablan en el lenguaje de la esperanza, Greta Thunberg repite la irrefutable ciencia: los océanos se levantarán, las ciudades se inundarán, millones de personas sufrirán”.

La joven sueca lo tiene muy claro: cuando uno capta la certeza de lo que viene y las implicaciones de ello se derivan, continuar con la vida como si nada es un sinsentido.

La fuerza y vehemencia que imprime Greta a su discurso son, entonces, proporcionales a su contenido. Si la emergencia climática es un hecho, la pusilanimidad o la indiferencia son actitudes incongruentes y hasta criminales.

Por ponerlo en términos más claros, si a una persona le dijeran durante el desayuno que de no dejar lo que está haciendo, levantarse y actuar inmediatamente antes de que concluya el día su vida y la de su familia habrá terminado de forma violenta y dolorosa, esa persona no se encogería de hombros para luego llevarse la siguiente cucharada de cereal a la boca.

Sin embargo, esto es lo que hace buena parte del mundo cuando lee los pronósticos de la NASA, de la comunidad científica o de las universidades más prestigiadas.

No sorprende, por ende, que la misma potencia del discurso de Greta Thunberg que ha generado un impresionante arrastre entre las personas más jóvenes o las más informadas esté resultando profundamente incómoda para otro grupo de personas. Así, algunos líderes internacionales, particularmente populistas de derecha, han buscado atacar o ridiculizar los esfuerzos de Greta.

Donald Trump dijo sarcásticamente en septiembre que la joven sueca le parecía una “muy feliz niña joven esperando un brillante y maravilloso futuro”. Tres meses después, Trump arremetió contra Thunberg por su nombramiento de “persona del año” en “Time”: “¡Qué ridículo! ¡Greta debería trabajar en su problema de manejo de ira y luego ir a una película al viejo estilo con alguien! ¡Relájate, Greta, relájate!” (NY Times, 12/12/2019). Trump, es preciso recordar, tiene una obsesión con ese nombramiento de “Time”, e incluso mandó en el pasado a colgar en sus hoteles o clubes portadas falsas de esa revista enmarcadas donde aparecía él como “persona del año”. “Time” tuvo que pedir a Trump que retire esas portadas falsas (“The Guardian”, 28/06/2017).

Por su parte, Jair Bolsonaro, el ultraderechista presidente de Brasil que ha permitido la deforestación y depredación dijo que Thunberg era una “pequeña peste” o “mocosa maleducada” por decir que indígenas estaban siendo asesinados en ese país por defender el Amazonas (“The Guardian”, 10/12/2019).

Las declaraciones de estos líderes no salen de la nada. Ambos presidentes están, de modo documentado, ligados a intereses de industrias profundamente contaminantes. Por ende, la persona que más amenaza a estos intereses tiene que representar una enorme piedra en sus zapatos. Además, ambos presidentes son sexistas y defienden al “tradicional” patriarcado: en su “mundo”, que una mujer de 16 años, activa, independiente y decidida, les plante cara es impermisible. Finalmente, los dos presidentes son populistas anti-ciencia y anti-verdad. Un discurso potente que recuerda una verdad indisputable que ellos prefieren ignorar les tiene que resultar incómodo.

Pero Trump y Bolsonaro no son los únicos que detestan a Greta. Para un grupo de personas de a pie Thunberg resulta antipática o detestable. Entre los motivos que citan para explicar su repudio están que Greta es una niña insolente, alarmista, o que critica sin proponer.

Por principio de cuentas, estas críticas no se sostienen ni un segundo. Si “insolencia” es reclamar a los presidentes democráticamente elegidos que hagan su trabajo, entonces el mundo requiere mucha más insolencia. Si la idea de la “insolencia” viene de que Greta es mujer y menor de edad, entonces la crítica es evidentemente discriminatoria y misógina.

La acusación de “alarmismo” cae también por su propio peso. La ciencia demuestra que hay razones sobradas para sonar todas las alarmas. Probablemente esta crítica provenga de la incomodidad que representa ver que una joven de 16 años está dedicando, con esfuerzos y sacrificios, parte de su vida a luchar por una causa indisputablemente importante.

Por ponerlo de otra forma, Greta es un recordatorio de lo inaceptable y vergonzoso que resulta el egoísmo de pretender que nada ocurre con tal de no salir de una zona de confort alienada.

Finalmente, la crítica a Greta por “criticar sin proponer” es tan injusta como ridícula. Por ejemplo, circula un meme donde se le compara con un joven inventor de 23 años que diseñó un sistema para limpiar del plástico los mares. Pero esperar a que una persona de 15 o 16 años tenga soluciones técnicas para el mayor problema al que se ha enfrentado la humanidad es un reverendo despropósito.

Tampoco tiene sentido la noción de que toda crítica debe ir acompañada de una propuesta: la ciudadanía puede criticar a sus autoridades sin necesariamente ofrecer remedios a lo criticado. La crítica es ya, en sí misma, un mecanismo para que quienes nos representan corrijan el rumbo o solucionen problemas.

La idea de que en vez de cuestionar y exigir colectivamente hay que inventar es reflejo de una visión del mundo marcadamente individualista. En todo caso, las soluciones complejas sólo pueden venir de expertas y expertos, y lo que Thunberg exige es que estas personas sean escuchadas y que sus propuestas sean adoptadas por quienes nos gobiernan.

Greta Thunberg es un ícono de nuestro tiempo. Mujer, joven, valiente, decidida y comprometida. Para millones de personas, es una motivación y una puerta hacia el activismo. Para otras, una amenaza a sus intereses o un recordatorio incómodo del propio egoísmo o cinismo. En todo caso, por todo lo anterior, es la persona del año.

Excursos.

No tuve el gusto de conocer a la periodista Carmen Garay, pero valoro su trabajo. Por este medio envío un sentido pésame a toda su familia.

Esta columna no será publicada la próxima semana, pero estará de regreso el 19 de enero.— Edimburgo, Reino Unido.

Antonio Salgado Borge

@asalgadoborge

asalgadoborge@gmail.com

Candidato a doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Maestro en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y maestro en Estudios Humanísticos (Itesm)

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