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La ley seca en Estados Unidos

Al prohibir el consumo del alcohol, los hombres de familia llegarían a casa con el dinero íntegro de su salario. Ya se acabarían los golpes a esposas e hijos

La ley seca en Estados Unidos

FRANCK FERNÁNDEZ ESTRADA (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Desde las más antiguas civilizaciones de la humanidad, el hombre ha vivido con el alcohol. Sumarios, chinos y egipcios, entre otros, usaban el alcohol.

Se sabe que las pirámides de Egipto no fueron construidas por esclavos sino por asalariados a los que se les pagaba con cerveza. La cerveza y el vino eran muy utilizados en la Edad Media porque se desaconsejaba beber agua. Con mucha frecuencia las ciudades que estaban al lado de los ríos no podían consumir su agua por estar altamente contaminadas por los que vivían río arriba. El consumo de agua causaba enfermedades y no se conocía el principio de hervir el agua de consumo o que tuviera que estar en contacto con comida o utensilios de cocina.

No siempre el alcohol ha sido para bien. Los primeros colonos que llegaron de Inglaterra a Estados Unidos, e incluso desde Holanda, eran fundamentalmente protestantes, muchos de ellos puritanos. Veían con malos ojos el consumo del alcohol.

A mediados del siglo XIX, las nuevas migraciones de Europa hacia Estados Unidos vinieron fundamentalmente de Irlanda y Polonia, países católicos en donde no existía ningún problema con el consumo del alcohol.

Ya para los años 1840, algunos estados del norte querían de alguna forma limitar o prohibir el consumo del alcohol. Y razones no les faltaban. Los padres de familia llegaban a casa después de haber cobrado su salario, pero con una escala técnica en el “saloon” más cercano, sin un centavo en el bolsillo. Como premio, maltrataban a la mujer y a los hijos. En este proceso se interpuso la Guerra Civil que, como sabemos, enfrentó al norte industrial con el sur de esclavista de 1861 a 1865. Una vez terminada la guerra, se reiniciaron los movimientos para limitar o prohibir el consumo del alcohol.

Con nuestros ojos del siglo XXI nos puede ser paradójico, pero eran las feministas, aquellas que pedían el voto para la mujer con el sufragio universal, las que también pedían la limitación de la venta del alcohol. Muchas de ellas se agrupaban delante de los expendios de alcohol y de rodillas rezaban para que los bebedores renunciaran a su vicio. Muchas fueron agradecidas a golpes por tan devotos deseos.

Así estaban las cosas hasta que llegó la Primera Guerra Mundial. Por una parte, se consideraba bochornoso que se utilizaran los cereales para fabricar whisky o cerveza cuando el país necesitaba todos esos recursos para la alimentación. Por otra parte, la cerveza estaba muy asociada a los inmigrantes o descendientes de alemanes, de alguna forma dando a entender que aquellos que bebían cerveza eran enemigos de Estados Unidos.

A partir del fin de la Primera Guerra Mundial cada vez fueron tomando más forma las ideas prohibicionistas. La idea es sencilla, al prohibir el consumo del alcohol, los hombres de familia llegarían a casa con el dinero íntegro de su salario. Ya se acabarían los golpes a esposas e hijos. Hay que considerar que el problema era grande. Se calcula que por cada 300 norteamericanos había un  “saloon”.

Como los barrios pobres eran los más castigados por la cantidad de personas que iban a prisión. Las cárceles forzosamente se vaciarían y se establecería una nueva sociedad próspera y feliz. Pero, como dice el viejo refrán: “El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”. En realidad, fueron más los problemas que surgieron que los que se eliminaron.

Fundamentalmente el campesinado de Estados Unidos adoptó estas medidas, no así los ciudadanos de las grandes ciudades que consideraban que el Estado, autodenominado democrático, no tenía ninguna potestad para decirles qué podían y qué no podía beber. En las grandes ciudades se abrieron bares clandestinos donde el consumo del alcohol seguía siendo como antes de que se estableciera la ley.

La ley fue aprobada el 16 de enero de 1920 con el nombre de Enmienda número 18, puesto que ya antes se le habían hecho 17 enmiendas a la constitución del país. También fue conocida como ley Volstead por el apellido del senador que la redactó en compañía de un abogado. La ley prohibía la producción, el transporte, la venta, la importación y la exportación de bebidas alcohólicas. Solo se autorizaba la venta de bebidas con un contenido de, como máximo 0.05% de alcohol, para los ritos religiosos y para “fines médicos”.

Los trabajadores de las destilerías se quedaron sin trabajo. Los repartidores de alcohol se quedaron sin trabajo. Muchos  “saloons” tuvieron que cerrar. Algunos se reconvirtieron a un nuevo negocio. Algunos de los antiguos fabricantes de cerveza se dedicaron a fabricar refrescos o cerveza de raíz. De los 7,000  “saloons” que existían en la ciudad de Chicago, 4,500 se reconvirtieron a la venta de helados. El precio de las acciones de la Coca Cola se duplicó.

Pero dicen que el que hizo la ley, hizo la trampa. Aquellos a quienes se los permitía su bolsillo almacenaron en sus casas o clubes grandes cantidades de alcohol en espera de tiempos mejores.

Los que peor la pasaron fueron los pobres que tuvieron que pagar el sobreprecio porque evidentemente se había establecido el contrabando. Lo más pernicioso de esta ley fue que, antes de esta ley Volstead, la mafia se dedicaba exclusivamente a temas como la prostitución y al juego. Ahora le traían en bandeja de plata un nuevo negocio que prometía ser muy enriquecedor: el contrabando de alcohol.

Desde Canadá venía el alcohol a los estados del norte de Estados Unidos. Las islas Saint-Pierre et Miquelon, posesión francesa, tuvieron un importante auge económico gracias al contrabando. Los estados del este eran fundamentalmente aprovisionados por el contrabando procedente de Escocia. En los estados fronterizos con México se negociaba tequila. A Florida llegaba el ron de las Antillas, fundamentalmente desde Cuba. En las grandes ciudades, principalmente las bandas italianas se enfrentaron con las irlandesas para tratar de dominar la plaza.

Este fue el inicio del surgimiento de personajes de la talla de Al Capone. Los ajustes de cuentas eran grandes entre las bandas rivales siendo su punto más álgido lo que la historia reconoce como “los asesinatos del día de San Valentín” que se produjo el 14 de febrero de 1929. Un grupo de mafiosos llegó a uno de los escondites de la banda rival disfrazados de policías y, a sangre fría y con mucha saña, fusilaron a siete mafiosos. La corrupción era tal que, desde el más pequeño policía hasta gobernadores, como fue el caso del gobernador del estado de Nueva York, eran comprados por la mafia y se enriquecían gracias a la corruptela.

A partir de la masacre del día de San Valentín, la opinión pública cambió drásticamente haciendo que el pueblo norteamericano entendiera, de una vez y por todas, que esta ley seca había traído más problemas que los que había solucionado.

En 1931 llegaba a la presidencia de Estados Unidos el primer presidente demócrata después de varios períodos presidenciales en manos de los republicanos. El presidente Franklin Delano Roosevelt, quien había prometido a la población la erradicación de esta ya poco apreciada ley.

Por otra parte, no debemos olvidar que, al no haber fabricación legal de alcohol, no se podía cobrar impuesto por los espirituosos. Con otra nueva enmienda a la constitución, la número 21, fue abolida la prohibición el 5 de diciembre de 1933 después de 14 años sin lograr ningún beneficio tangible y sí haber enriquecido enormemente a la mafia. El estado de Mississippi oficialmente erradicó la ley seca de sus leyes estatales solo en el año 1966.

Podemos entender que los mafiosos no iban a quedarse contentos con el fin de la prohibición al alcohol que tantas ganancias les había traído. Fue en ese momento que a los tradicionales modos de ganancia de antaño, a saber, la prostitución y el juego, se unió el tráfico de drogas.

Fue durante los años que no se pudo cobrar impuestos por la fabricación, venta, compra y consumo de alcohol, que se estableció para el ciudadano norteamericano el impuesto sobre la renta. No nos equivoquemos. Cuando comenzaron a cobrarse los impuestos por el alcohol no por ello dejó de cobrarse el impuesto sobre la renta… nada, como hoy sabemos, impuesto puesto nunca es retirado.

(*) Traductor, intérprete y filólogo.

altus@sureste.com

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