domingo , 19 mayo 2024
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El modelo autoritario de AMLO

Othón Baños Ramírez*

Fuente: Diario de Yucatán

En estos cuatro meses que siguen, de aquí al 31 de mayo, la figura del ciudadano —figura formal— y la figura del pueblo —figura coloquial— serán colocadas en el centro de los discursos de los agentes que pretenden llegar al poder mediante el voto en las elecciones del domingo 2 de junio de 2024.

En los regímenes democráticos modernos la figura del ciudadano es central. Sintetiza las facultades de los individuos para participar activamente en defensa de sus intereses en la esfera de la política. Ojo: dije la esfera política y no solo en los procesos electorales.

La figura del ciudadano está formalmente diseñada para ser un factor de derechos y demandas. Y, de otra parte, siempre en teoría, los políticos están para atender las demandas de los ciudadanos.

Asimismo, dicha figura está pensada como un contrapeso que evitaría las arbitrariedades de las autoridades electas. Para eso en México se crearon los organismos autónomos, como el Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI), por ejemplo.

En definitiva, la participación de los ciudadanos en la esfera de la política es la diferencia entre un régimen democrático y uno autoritario.

Claro está que hay diferentes tipos y grados de participación ciudadana y de regímenes democráticos.

Cuando un ciudadano participa en la esfera política está haciendo ciudadanía política. En los regímenes autoritarios la ciudadanía política prácticamente no existe y los ciudadanos son reducidos a pueblo —masa amorfa— con escasa, frecuentemente nula, capacidad de crítica.

Quiere decir que hay dos tipos de ciudadanía. La ciudadanía que se adquiere por nacimiento y la ciudadanía política que se ejerce a la hora de emitir el voto, reclamar derechos o defender conquistas.

En los regímenes autoritarios los ciudadanos pueblo son reducidos a clientes electorales y al mismo tiempo son —en el discurso— los protegidos del poder político.

Cuando en un país hay ciudadanía política, los agentes políticos que hacen campaña para obtener votos que le permitan el arribo al poder tienen que escuchar y no solamente proponer. Con la ciudadanía política la democracia se enriquece porque los actores políticos se ven obligados —repito— a escuchar y no solamente oír las demandas y reclamaciones de los ciudadanos.

En lo que va de las campañas electorales se observa que impera el monólogo con acarreados, con mítines aburridos donde los candidatos repiten mil veces los mismos lugares comunes.

El partido en el gobierno aprovecha la condición de pobreza e ignorancia de más de 60 millones de mexicanos que viven en condiciones carenciadas. Las pensiones y las ayudas son el argumento central.

La historia nos enseña que en aquellas sociedades donde hay calidad de ciudadanía hay buenos gobiernos y con ello se ven mejoradas las condiciones de vida de toda la población.

En México tenemos gobierno autoritario porque no hay interlocución con la ciudadanía política. El pueblo es noble, dócil y agradecido por eso son sus interlocutores predilectos del régimen de AMLO. Es un contingente carenciado que constituye una ciudadanía electoral con más de la mitad de los mexicanos. Ejercen su ciudadanía el día de las elecciones y punto.

El modelo exitoso: se puede decir que en su mandato AMLO se convirtió en el gran educador del pueblo en materia de política, diciéndole qué es democracia y qué no es. Cuál es la democracia buena y la democracia contraria al pueblo.

Gracias a las mañaneras, a cada rato repite —y los medios de comunicación y las redes sociales retoman— la cantaleta de que la democracia que él practica es la mejor para el pueblo y para el sistema, pues reduce la corrupción en el gobierno y con ello se eleva la calidad de vida de toda la población.

No es casualidad que la gran mayoría de la población le parezca enteramente natural que los anhelos de justicia social se viertan casi exclusivamente en los procesos electorales.

El régimen que encabeza el presidente AMLO es formalmente democrático porque reconoce los derechos y no se opone a la participación de los ciudadanos en los asuntos de la política. Sin embargo, en los hechos su gobierno funciona mayormente con estructuras de poder alejadas de la verdadera democracia.

En la práctica de todos los días, el gobierno de AMLO, las instituciones —incluso las educativas— y algunas costumbres de la población operan con una lógica que tiende a neutralizar y controlar la capacidad política del ciudadano.

Con este modelo de democracia de AMLO, sin ciudadanía política, la sociedad va para atrás en vez de ir hacia adelante. Morena y su candidata presidencial, Claudia Sheimbaun, están comprometidos con la continuidad, con la idea de reconstruir el Estado mexicano omnipresente y sin contrapesos como en la década de 1970.— Mérida, Yucatán.

bramirez@correo.uady.mx

*) Doctor en Sociología, investigador de la Uady

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