sábado , 4 mayo 2024
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La soledad del Empresario

Unos minutos de reflexión

Por: Amado Martínez Ancona

Para algunos ricos soy pobre y para algunos pobres soy rico, pero no me considero ni rico ni pobre. ¡Soy empresario! y como tal, cada año recorro una travesía por montañas y valles, que en sentido metafórico significa que mi negocio tiene épocas buenas y otras no tanto. Y siempre he tenido un apotegma: no llevar problemas de mi casa al trabajo ni trabajo a mi casa. Esto me ha funcionado muy bien… casi siempre. Tengo que confesar a mis cuatro amables lectoras que en épocas críticas (COVID) no sé para donde arrimarme. ¡Quisiera llorar en el hombro de mi mujer y confesar mis más horripilantes miedos! pero me aguanto pensando que ella tiene sus propios problemas. Llego a la oficina y desearía que alguien me pregunte cómo me siento, para contestar casi gritando que ¡desesperado! porque aún no veo horizontes sobre los cuales planificar. Pero me acuerdo que soy el líder y me aguanto todo exabrupto emocional. He desarrollado un orgullo empresarial, que a veces sospecho no es más que soberbia. ¿Por qué les confieso todo esto? Por terapia, por desahogo y porque sospecho que no soy al único que le pasan estas atribulaciones. Confesar miedos y corajes ha sido una sorprendente manera de averiguar que no soy el único con estas emociones. Oyendo a otros empresarios, hago la desagradable pero útil comparación y acepto y entiendo que no estoy solo, que no soy al único que le pasan apremios laborales y financieros. Que puedo aprender de otros a cómo superar los retos por los que estoy pasando. Como decía mi chichí (abuelita) “del dicho al hecho… hay un gran trecho”. ¡En fin! Ya dije y lo que se dice se cumple. Iniciaré tomando clases de humildad para, que se me haga más fácil confesar mis defectos como empresario… frente a otros empresarios. Mientras tanto, seguiré la sugerencia de mi cuate Walt (Whitman), en su poema Carpe Diem (Aprovecha el día): “No te resignes… no traiciones tus creencias. Todos necesitamos aceptación, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos. Eso transforma la vida en un infierno”.

A.M.A. Septiembre 2020.

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