martes , 16 abril 2024
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Canibalismo en Morena

Por Denise Dresser (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Morena celebra sus comicios internos conjugando el verbo “canibalizar”.

Morena intenta elegir 3,000 consejeros y congresistas comiéndose a sí mismo, destazándose a sí mismo, demostrando sus vicios de origen.

No es un partido institucionalizado, sino un movimiento indisciplinado. No es una organización bien armada, sino un conglomerado de tribus enfrentadas.

No surgió en torno a un programa compartido, sino en torno a un hombre idolatrado. Y hoy paga los costos de ser un movimiento que llevó a López Obrador al poder, pero no sabe cómo ejercerlo o compartirlo o rotarlo.

Atrapados en guerras intestinas, los morenistas se atacan, se persiguen, se sabotean, se golpean. Atrapados en peleas por los puestos, los morenistas no luchan por ideas, sino por prebendas.

El enemigo más fuerte de Morena no está fuera del movimiento, sino dentro de él. Y es el ADN que heredó del político que lo parió.

En la elección de 2018, Morena se convirtió en una coalición multiclasista con la capacidad para ser todas las cosas para toda la gente. Pero más allá de propulsar a López Obrador a la Presidencia y obedecer sus órdenes, no tiene una plataforma programática, ni reglas obedecidas, ni mecanismos democráticos para elegir a candidatos que lo representan.

AMLO le apostó al carisma personal, pero no a la construcción partidista. AMLO movilizó un movimiento, pero no prestó atención a cómo institucionalizarlo. Cree en sí mismo, pero no en los demás.

Y he ahí el resultado: una transformación basada en la personalización del poder, pero no en la reglamentación de su ejercicio. Eso es AMLO y su Morena: un Cristo sin apóstoles, un rey sin caballeros, un caudillo sin sombra, una cabeza grande con cuerpo chico.

La sucesión presidencial adelantada ha llevado a la rebatinga indisciplinada. Nadie sabe si Ebrard o Sheinbaum o Adán Augusto repartirán puestos después de 2024 o cómo lo harán.

Morena: supervivencia personal

Y eso lleva a que cada miembro de Morena actúe en función de un cálculo personal, en vez de una lógica partidista. Hoy cada candidato promueve su supervivencia personal, en vez del fortalecimiento del movimiento a nivel nacional. Morena no sabe cómo autogobernarse y por eso se dedica a destrozarse.

Actúa como todo aquello que fue creado para combatir en el ámbito electoral: las urnas embarazadas y las contiendas truqueadas, el acarreo de simpatizantes y la compra de votantes, la cultura del fraude y su morenización.

Morena sobreestima la popularidad del Presidente y su capacidad de endosarla a cualquier corcholata anti-carismática. Cree que para quedarse en el poder bastará el voto comprado, el voto inducido, el voto determinado por el dinero que exprime del gobierno.

Pero ojalá después de la debacle de estos días en los estados donde hubo elecciones internas, se mirara con más autocrítica.

En lugar de enarbolar las mejores causas, Morena ha sucumbido a los peores reflejos. Ha contribuido a que —en algunos estados— el crimen organizado y el morenismo sean indistinguibles.

Ha protegido a candidatos impresentables que nunca debieron serlo. Ha secuestrado la transición democrática imperfecta, contribuyendo a su erosión. Morena actúa como una “izquierda” igualada que cambió de nombre pero no de prácticas predemocráticas.

El origen de Morena

Morena es una “izquierda” fundada para combatir los crímenes de Estado, que acaba solapándolos con más militarización.

Como sentencia Duverger, “del mismo modo que los hombres conservan durante toda su vida las huellas de su infancia, los partidos sufren profundamente las huellas de sus orígenes”.

El origen de Morena es un origen autoritario y sectario, caciquil y porril, unipersonal y antiinstitucional. Nace en la mente de AMLO y refleja sus limitaciones personales. Evidencia su incapacidad para traducir popularidad personal en longevidad partidaria.

Por eso, Morena mantiene los usos y costumbres del priismo transfigurado en lopezobradorismo. Demuestra una cultura de tolerancia al fraude fraguado desde el poder. Insiste en la práctica ilegal de usar programas sociales para comprar votos.

Con demasiada frecuencia guarda silencio en torno a la putrefacción en sus propias filas, porque en lugar de combatir los privilegios, busca apropiárselos. Morena es un cuerpo maltrecho que la cabeza de su padre concibió. Y no tiene autoridad moral para dar lecciones de democracia o desmantelar al INE, dado el código genético que heredó. El del agandalle.— Ciudad de México.

Correo: denise.dresser@mexicofirme.com

*) Periodista

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