viernes , 3 mayo 2024
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Rodrigo Llanes Salazar: Tiempo de polarización

Mirada antropológica

Rodrigo Llanes Salazar (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Junto con la gran corrupción, la desigualdad extrema y la proliferación de las noticias falsas, la polarización se ha convertido en una de las principales preocupaciones políticas de nuestra época. “La polarización extrema puede acabar con la democracia”, escribieron Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su aclamado libro “Cómo mueren las democracias” (2018).

Desde luego, la polarización de la sociedad no es un fenómeno nuevo, como tampoco es novedosa la estrategia de polarizar a un grupo para alcanzar fines particulares. El uso de la máxima “divide y vencerás” se remonta por lo menos a Julio César. Pero hay algo de nuestro contexto actual que hace particularmente preocupante la polarización. Tal vez es el hecho de que se ha vuelto más evidente, sobre todo gracias a las redes sociales. La ironía es que las nuevas tecnologías de comunicación e información que, supuestamente, nos ayudarían a comunicarnos y a informarnos más y mejor, están siendo medios poderosos para dividirnos y desinformarnos.

El ejemplo más evidente de lo anterior es el uso de Twitter por parte de Donald Trump. Una reciente investigación de “The New York Times” ha documentado que más de la mitad de los tuits que Trump ha publicado desde que llegó a la Casa Blanca han sido ataques a otras personas. Asimismo, de acuerdo con esta investigación, el presidente de los Estados Unidos ha retuiteado 217 cuentas que no han sido verificadas por Twitter, es decir, cuentas probablemente falsas. Además, al menos 145 de esas cuentas han publicado contenido conspiracionista o extremista, y muchas de ellas han sido suspendidas por la red social (“The New York Times”, 2-11-19).

En México vivimos una polarización similar, sobre todo en torno a la figura de Andrés Manuel López Obrador. Las reacciones en torno a la liberación de Ovidio Guzmán López en Culiacán el pasado 17 de octubre son solo uno de los ejemplos más recientes de la polarización. La decisión fue justificada por priorizar las vidas humanas sobre la captura de un capo o condenada por ser la declaración de derrota del Estado frente al crimen organizado. En este contexto de polarización el diálogo y la crítica se vuelven cada vez más difíciles. Mientras más polarizada esté la sociedad, más se endurecen las categorías con las que clasificamos a las personas —“conservadores”, “fifís”, “corruptos”, “chairos”, “izquierdistas”, “ambientalistas”, “activistas”, etcétera—, más se arraigan los prejuicios que tenemos sobre esas categorías y, de manera peligrosa, asumimos que ya sabemos lo que piensa o va a hacer una determinada categoría.

Así, la polarización resulta también en una deshumanización, es decir, reducimos la complejidad de los seres humanos a una sola de sus facetas. Por ejemplo, si asumimos que una persona es “conservadora” simplificamos las motivaciones de su conducta únicamente a factores “irracionales”, como la búsqueda de preservar ciertos valores; si creemos que una persona es “activista”, pensamos que actúa únicamente por un fin o beneficio político. No intentamos —ciertamente, no resulta fácil hacerlo— comprender la diversidad de motivaciones de la conducta, las historias de vida y las experiencias que moldean las creencias, los sesgos y los prejuicios. Resulta más fácil juzgar, prejuzgar, clasificar, calificar, condenar e incluso linchar (las redes sociales se prestan muy bien para esto).

No creo que la tecnología tenga la culpa de lo anterior, pero creo que sí facilita más algunas conductas. Tal vez ahora es más sencillo expresar tu idea en un meme que articularla en un argumento escrito. Y ni siquiera tienes que crear el meme, simplemente se trata de compartirlo, retuitearlo (o mejor, simplemente escribir “rt”).

Esto empobrece nuestra capacidad de argumentación y con ello, me parece, nuestra capacidad de crítica. “Crítica” entendida en el doble sentido de “distinguir” o “discernir” como de cuestionar. Porque una mirada crítica de la decisión del gobierno federal en el caso de Culiacán —por regresar a ese ejemplo— no se trata únicamente de condenar al gobierno, sino de distinguir y discernir elementos. Por ejemplo, ¿qué es lo que se critica?, ¿únicamente la decisión de liberar a Guzmán López?, ¿el operativo?, ¿la estrategia de seguridad más amplia de la que forma parte el operativo?, ¿existe realmente una estrategia?, ¿es distinta a la de gobiernos anteriores? Los comen taristas de la liberación de Guzmán, ¿se pusieron algún momento en los zapatos de los habitantes de Culiacán? (muchos locales entrevistados por medios de comunicación han expresado que prefirieron la liberación del capo que un enfrentamiento más prolongado). La polarización no solo se enfrenta con argumentación y crítica, sino también con apertura y humildad. Solo por hacer referencia a este oficio, el de escribir artículos de opinión, es necesario reconocer que está bien que no tengamos una opinión para todo, que son muy pocas las cosas que sabemos, y que podemos —y solemos— equivocarnos. Las redes sociales, me parece, alientan a lo contrario: a que todas las personas deban tener una opinión, expresarla y, cuanto antes, mejor (ser la primera persona en comentar o publicar se vuelve muy importante, sin importar el contenido de lo publicado). Y como las redes sociales son también un espectáculo, hay que tener la razón frente a la audiencia (el meme de Michael Jackson comiendo palomitas de maíz ilustra muy bien el voyerismo en las redes sociales, pero solo eso, ilustra, comunica de manera simplificada).

Desde luego, las nuevas tecnologías de comunicación e información también han dado un espacio de expresión a quienes antes no lo tenían, han puesto a nuestro alcance información antes inaccesible para la mayoría y también ha permitido documentar y denunciar agravios e injusticias. Por ello es fundamental la posición crítica que pueda distinguir esos aspectos positivos, liberadores y emancipadores de las tecnologías de comunicación e información, es decir, aquellos que realmente nos comunican e informan, de los que nos dividen y desinforman. No se trata de tirar la bañera con todo y niño, sino de rescatar y potenciar lo más prometedor de lo que ya hemos alcanzado. La polarización es un tema que está sobre la mesa en los Estados Unidos debido a las preocupaciones que su impacto pueda tener en las elecciones del próximo año. En México, algunos analistas consideran que el propio López Obrador busca polarizar a la sociedad como estrategia de campaña con miras al 2021. Sí, la polarización debe preocuparnos por sus consecuencias en los resultados electorales, pero, ante todo, debe ocuparnos en la vida cotidiana, en el día a día, pues está haciendo cada vez más difícil el diálogo entre diferentes, el intercambio crítico pero tolerante y respetuoso. Está complicando, pues, algo mucho más básico y elemental: la convivencia humana.— Mérida, Yucatán.

rodrigo.llanes.s@gmail.com

Investigador del Cephcis-UNAM

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