miércoles , 8 mayo 2024
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La princesa Tarakánova

  • Se hacía llamar Lady Shelly, Madame Achille, Madame de la
  • Trémoille o princesa de Volodomir, según el lugar donde se encontrara, la persona que tuviera delante y el provecho que quisiera obtener de ella

Por Franck Fernández Estrada(*)

Fuente: Diario de Yucatán

Hay cosas en la vida que marcan para siempre. Y si este suceso es el hecho de conocer una nueva palabra en un idioma que recién comienzas a estudiar, es realmente un evento marcante. A los pocos días de comenzar mis estudios de ruso, la profesora miró con cara de espanto y rostro transfigurado por un evidente próximo desvanecimiento mientras señalaba con el índice trémulo de su mano derecha y gritó: “Tarakán”. Después del grito cayó al piso desmayada como había anunciado su pálido rostro. Ese fue el momento en que supe lo que significaba esa palabra: cucaracha.

Jamás olvidé la palabra y cuando supe de la historia del personaje del que les quiero hablar hoy, es evidente que recordé a aquella profesora de ruso desmayándose ante la vista del repugnante insecto.  Les quiero hablar de la princesa Tarakánova. Pero primero les quiero decir que no fue ella la que adoptó ese nombre, sino que aparentemente le fue dado por un embajador francés que conocía el significado de la palabra “tarakán” en ruso. Pero ya entremos en tema.

En la historia rusa se han dado varios casos de impostores, personajes que se presentaban alegando ser quienes no eran. Ya he escrito del caso de Franziska Schanzkowska, la campesina polaca que pretendía ser la archiduquesa Anastasia, última hija del matrimonio de Nicolás II con su esposa Alejandra.  También fue muy importante un levantamiento de campesinos liderados por un individuo de apellido Pugachev, quien pretendía ser el asesinado esposo de Catalina la Grande, Catalina II, quien, por demás, ni rusa era.  Hoy día contamos con las pruebas de ADN que son irrefutables, pero antes bastaba con que alguien narrara una historia bien hilvanada para que muchos se las creyeran.

Lo cierto es que esta señora, cuyos orígenes quizás ni ella misma conocía, debió haber nacido hacia el año 1750 poco antes o poco después. Fue por el mundo inicialmente diciendo que era Fraud Franck. Después utilizó otros nombres: Lady Shelly, Madame Achille, Madame de la Trémoille, princesa de Volodomir, según el lugar donde se encontrara, la persona que tuviera delante y el provecho que quisiera obtener de ella.  Era maestra en el arte de escaparse de una ciudad cuando la presión de los acreedores se hacía demasiado fuerte. Las especulaciones sobre sus verdaderos orígenes son múltiples. Se dice que era la hija de un tabernero de Praga, de un panadero de Nuremberg y otros orígenes. Los contemporáneos la describían como mujer esbelta, de cuerpo muy seco, con un rostro ligeramente moreno con grandes ojos abiertos y de un marrón oscuro, hablaba perfectamente el francés, el alemán, el italiano y entendía al inglés. Decía que hablaba también muy bien el árabe y el persa. Sin embargo, no dominaba los idiomas eslavos.

Aquí ya habrán entendido que era una aventurera, una estafadora. Con aires de gran señora, excelente porte, finos modales, un exquisito refinamiento y buena intérprete del arpa, había engatusado y embrujando a hombres de diferentes lugares de los que obtenía importantes cantidades de dinero. En momentos en que se produce la revuelta de Pugachev contra la emperatriz Catalina II, nuestra heroína comienza a decir que era hija natural de la emperatriz rusa Isabel I y de Alexis Razumovski, un cosaco que fue amante de esa zarina.

Isabel Petrovna era hija del emperador Pedro el Grande. Como en Rusia no existía la ley sálica, que es una ley mal entendida de viejas escrituras bíblicas, se le permitía a la mujer gobernar. Isabel I, al quedar sin heredero, trajo desde Alemania a su sobrino para que la sucediera. A la muerte de su tía fue el zar Pedro III, pero este individuo, alemán que era, despreciaba todo lo que tuviera que ver con Rusia. Él trabajaba abiertamente para Prusia, eterno enemigo de Rusia. A Pedro, aún zarévich, se le buscó a una princesa de un pequeño estado también alemán, Catalina, que llegó a Rusia para ser casada con el futuro Pedro III.

Quienes pronto tomaron a la Princesa Tarakánova como abanderada y pretendida hija de Isabel I fueron algunos nobles polacos descontentos con la llegada al trono de su país de Estanislao II Poniatowski, último rey de Polonia. Este rey polaco procedía de la baja nobleza campesina polaca pero que había sido llegado al trono electivo de Polonia gracias a la enorme cantidad de dinero que para ello pagó la zarina Catalina II. Entre otras cosas, por los maravillosos servicios horizontales que le había brindado Estanislao a Catalina, dotado que estaba de una muy gran virilidad.

Para nadie es secreto que Catalina la Grande pasó a la historia como una ninfómana. Se cuenta que tenía a una dama de compañía, la condesa Praskovia Bruce, oficiosamente su “catadora de amantes”. El prospecto amante imperial primero pasaba por los aposentos de la condesa Praskovia y, si el servicio brindado a la condesa era convincente, entonces pasaba a los aposentos imperiales. Fue así como llegó a ser rey Estanislao Poniatowski, gracias a la potencia de su hombría.

En Polonia el trono del rey no era hereditario, sino electivo. Mucho pagó Catalina para que su amante (o antiguo amante) fuera electo rey. Los nobles estaban descontentos y descontentas estaban las potencias vecinas de Polonia ante la influencia de Rusia a través de Estanislao. Tan descontentas estaban las potencias del momento con fronteras con Polonia, Prusia y Austria, que ambos países le declararon la guerra a Polonia, lo que generó el primer desmembramiento del reino de Polonia.

El sobrino de Isabel, ya emperador, abiertamente despreciaba a su mujer. Se mostraba sin enfado con su amante. Era frívolo, infantil, déspota y medio idiota. Al enterarse Catalina de que su esposo, que no marido, preparaba deshacerse de ella, junto con sus amantes tramó un golpe de estado contra su esposo con el fin de quedarse ella con el trono. Entre los conspiradores se encontraban los hermanos Orlov. También Alexei Orlov, uno de los dos hermanos, había sido uno de sus amantes.

A Pedro III se le llevó a una prisión donde, según el criterio de muchos historiadores, murió asesinado. El usurpador Pugachev decía ser Pedro III y organizó una gran revuelta de campesinos en contra de Catalina. Al ser capturado, Pugachev fue decapitado públicamente en Moscú, su cuerpo fue descuartizado y quemado y sus cenizas esparcidas al viento. Mientras tanto, la princesa Tarakánova (o cualquiera que fuera la identidad que utilizaba en este momento) se paseaba por media Europa. Presentaba un documento mediante el cual ella se proclamaba emperatriz de Europa como hija real de Isabel I. Esto comenzó a preocuparle a Catalina que no quería enemigos ni de cerca ni de lejos. Ya Catalina había tenido bastante con Pugachev.

Mandó a Italia a su antiguo amante Alexei Orlov a ocuparse de la pretendiente. En Livorno se encontró el conde con la pretendiente Tarakánova profesándole gran amor. La estafadora pretendiente se dejó llevar por el falso amor manifestado por Orlov. Llegó el momento en que el conde le propuso matrimonio a la impostora. So pretexto de realizar el matrimonio en su barco, que se encontraba en el puerto de esta ciudad, la invitó a subir. Una vez la ingenua abordó el barco fue tratada como prisionera y llevada a San Petersburgo, donde fue de inmediato encarcelada en la fortaleza de Pedro y Pablo, en la isla que se encuentra en medio del río Neva frente por frente al Museo del Hermitage.

Allí fue sometida a violentos interrogatorios durante los cuales siempre repetía la misma cosa, ella era hija de Isabel I. Se dice que ya había llegado a Rusia enferma de tuberculosis que, con los malos tratos de los interrogatorios y las pésimas condiciones del calabozo donde estaba encerrada, la enfermedad cobró su vida. Sin embargo, también existe la leyenda de que la princesa Tarakánova no murió en el momento en que se dio la noticia al público, sino pocos años más tarde durante una gran crecida del río Neva que inundó la fortaleza de Pedro y Pablo. Durante esta crecida la Princesa habría muerto ahogada dentro de su celda.

Este tema fue retomado por un joven pintor ruso, Konstantín Flavitsky en un hermoso cuadro que inmortaliza a este peculiar personaje. El cuadro en cuestión tiene un formato vertical. En el mismo vemos a una hermosa mujer de pie sobre la cama de su calabozo. Su rostro denota la gravedad del momento en el que la angustia se ampara de ella viendo su próximo fin. Al mismo tiempo, por la ventana entra a acaudales el agua del río que la ahogará. Esta magnífica obra de pintura, al igual que muchos otros de la gran pintura rusa, se encuentra en la Galería Tretiakóvskaya de Moscú.

Les invito a visitar mi canal de arte e historia en YouTube con otras interesantes historias acompañadas de fotos, películas y música. Me encuentra como “Franck Fernández Historia”.

 (*) Traductor, intérprete y filólogo; correo electrónico: altus@sureste.com

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