lunes , 6 mayo 2024
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Juego de espejos

La magia de López Obrador

FEDERICO BERRUETO

Andrés Manuel López Obrador arriba al poder en condiciones inéditas: un mandato mayoritario acompañado de una sólida mayoría parlamentaria. El resultado dice más del votante que del sistema de representación. Los candidatos de Morena ganaron no por sí mismos, tampoco por su pertenencia partidaria, ocurrió así como efecto colateral del voto por López Obrador.

Dice mucho del votante porque no se votó por las propuestas, tampoco por el proyecto político del Morena, los mexicanos optaron por el salvador de la patria, por una persona que se cree habrá de tener la capacidad y el potencial para hacer realidad el cambio que se anhela. Es un voto por el poder mágico y su referente se llama López Obrador.

Así se asume él y así lo entienden quienes votaron por él y otros convencidos por lo que han visto en las primeras semanas de su presidencia tan real como virtual. Ha cometido errores, pero no le han costado. Incluso, el que haya confrontado al INE por la multa a Morena, aunque impropio de su condición, quien ha salido perdiendo ha sido el INE en términos de credibilidad (http://gabinete.mx/proyectos/espectativas-amlo).

No es ironía y tampoco exceso remitirse al poder mágico de López Obrador. Ninguno de los líderes que invoca como modelo lo tuvieron. Madero tuvo temprana reprobación ya en el poder. Juárez triunfador se debatía entre la crítica severa y la frontal hostilidad de sus correligionarios liberales. Morelos nunca alcanzó el poder. A Cárdenas, arquitecto de la presidencia imperial, se le subestimó al inicio. Hay magia en López Obrador y esto remite más que a la historia, a la sicología social y a la cultura política del mexicano en su persistente anhelo por el regreso del Salvador.

Premoderno o posmoderno, según se quiera ver y entender. Lo primero, porque alude a los valores y sentimientos mágicos; posmoderno, por su actualidad y porque no solo sucede al fracaso no de un régimen, sino también del paradigma de la democracia liberal. También premoderno porque el actor no es el ciudadano, es una abstracción llamada pueblo y una realidad concreta que es el líder.

La relación líder-pueblo no es la del ciudadano-gobierno; lo primero se resuelve en la emoción y en el discurso; lo segundo, en la desacreditada institucionalidad de partidos, Congreso, ley o funcionario electo. Por lo que se ha visto en estas semanas, López Obrador optará por lo primero, es su naturaleza, su condición política y más aún, el espacio natural que lo empodera y le da fortaleza.

Por un buen tiempo se puede vivir en la ilusión y la fantasía. Lo primero, porque es fácil remitirse al pasado inmediato como razón para explicar el desencuentro entre lo prometido y lo realizado. También porque muchos consideran que hay poco que perder… hasta que llegue lo inesperado o lo indeseable. El líder marcará ruta y ritmos, para ello también será fundamental señalar enemigo.

El peligro de que el país degrade en el autoritarismo no sería por el perfil intolerante y autocrático del futuro presidente, más bien ocurriría por la inclinación de buena parte de la población, paradójicamente más sus clases medias o ilustradas, de abrazar el pensamiento y la respuesta mágicas. También por lo acomodaticio de las élites, la falta de oficio liberal de los profesionales de la libertad de expresión y la crisis profunda de la oposición.

López Obrador requiere de un equipo que le ayude y lo ubique, que le apoye con su criterio propio y, si es preciso, su crítica. Pero más que eso el país requerirá de una oposición —formal e informal— inteligente, valiente y decidida. Lo que ocurre es un fenómeno inédito y llevará mucho tiempo para que México toque fondo y entienda que no puede ser el país de un solo hombre.

Se procesa el cambio de un régimen. Inicia el México de López Obrador, del caudillo que todo lo puede. Las expectativas son altas y el apoyo al líder es considerable, no tanto por el triunfo de su partido, sino por la adhesión convencida, decidida y profunda de muchos de quienes ven en él la solución a muchos de los males de la vida pública.

En este desafío, la oposición no ha actuado con acierto en su marginalidad. El PAN no encuentra ni siquiera claridad de diagnóstico que no sean obviedades, no hay proyecto ni sentido del reto que encaran. El PRI, peor, como si solo hubiera sido un tropiezo más, no advierten que la magnitud del repudio apunta al peor de los futuros; incurrieron en el error de cambiar dirigencia cuando tiempo y reflexión es lo que más requieren. El PRD y sus afines, en proceso de extinción. La mesa puesta para la magia de López Obrador.

fberruetop@gmail.com

Twitter: @berrueto

Fuente: Milenio

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