miércoles , 8 mayo 2024
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El peor año de la Historia

Franck Fernández Estrada*

Fuente: Diario de Yucatán

Quien visita la ciudad de San Salvador, al este de la capital de El Salvador, encontrará un gran lago con unos 72 kilómetros cuadrados de superficie. Es un lago profundo. Su nombre es Ilopango y huelga decir que es un importante punto de atracción para propios y extranjeros.

Sin embargo, este apacible lago, de origen volcánico, es señalado por muchos como causante de una gran catástrofe mundial que, a comienzos del año 536 de nuestra era, transformaría la humanidad entera. Hay otros estudiosos que sitúan al culpable en algunos de los múltiples volcanes de Islandia, otros en los Estados Unidos, aquellos de allá incluso hablan del famoso Krakatoa de Indonesia. Otros alegan que no es posible que esta gran calamidad sea producto de uno solo, sino por varios de los muchos inculpados por los estudiosos.

Cualquiera o cualesquiera que hayan sido los volcanes, el hecho es que pronto todo el planeta se vio envuelto en una espesa capa de nubes. Hay científicos que calculan que la explosión equivaldría a la explosión de 2,000 millones de bombas atómicas como la de Hiroshima. En estos momentos, en el año 536, ya Roma había perdido su supremacía y había tenido que claudicar ante una serie de invasiones bárbaras procedentes del Norte. Ya hacía casi 240 años que Constantino había declarado el Cristianismo como religión oficial del Imperio y había fundado la ciudad de Constantinopla con la intención de hacer más administrable el Imperio romano, dividiéndolo en Imperio romano de Oriente y de Occidente.

A estas alturas, Constantinopla se había convertido en una muy importante plaza comercial, siendo punto de encuentro de mercaderes no solo de Asia y del norte y oeste de Europa, sino incluso de África. En la primavera de ese 536 pronto los habitantes de la ciudad vieron cómo las nubes cubrían todo el cielo y el Sol tenía la luminosidad de una Luna llena, sin siquiera producir sombra a mediodía. Esto duró 18 meses generando una rápida caída de la producción agrícola. Como sabemos, a falta de luz, las plantas se ven en la casi imposibilidad de hacer su fotosíntesis.

En India, China, Japón, incluso en Corea, se reportaron cambios climáticos inusuales. En este verano de este año 536, las temperaturas en el hemisferio norte no subieron de los 3 grados Celsius y, con frecuencia se vio nevar en el mes de agosto en todo el mundo, cosa que también contribuyó a empobrecer las cosechas. Se considera que América también se vio muy afectada. Se cree que ése fue el momento de la caída del famoso Imperio de Teotihuacán.

En Perú, también la caída de temperaturas contribuyó a la caída del Imperio predominante en esos momentos en ese país.

Estos cambios también fueron registrados en varios lugares de África, desde donde llegaban cargamentos de cereales y de marfil a las costas de Egipto para, de allí, ser transportados al continente europeo hacia la ciudad de Constantinopla.

Lo que nadie sabía era que una bacteria que había permanecido dormida durante cientos de miles de años en África tuvo las condiciones ideales para su desarrollo. Fue la primera vez que la Yersinia pestis se propagó desde África por todo el mundo conocido. Un barco cargado de cereales africanos que partía de un puerto cercano a Alejandría, al llegar a Constantinopla, ya había perdido a casi todos sus tripulantes por una enfermedad desconocida y cuyos síntomas nunca habían sido vistos por nadie. Se formaban grandes bubones cerca de las glándulas de la ingle, de las axilas. Estos bubones eran pestilentes y altamente contaminantes.

La Yersinia pestis se alojaba en el estómago de pulgas que residían sobre el cuerpo de las ratas. En aquella época, las condiciones de higiene eran paupérrimas y no era mal visto que los hombres convivieran con todo tipo de animales, incluso las horribles ratas. Al llegar las pulgas sobre los lomos de estas ratas al continente, hambrientas, buscaban humanos para picar, succionándoles la sangre y, al mismo tiempo, transmitiéndoles la enfermedad.

No importaba clase social ni cantidad de dinero. El propio emperador Justiniano II llegó a contraer la enfermedad aunque fue uno de los que lograron sobreponerse a ella. Esta epidemia de peste bubónica, que llegó hasta China recorriendo todo el mundo, recibió el nombre de Peste Justiniana por el emperador Justiniano II, el emperador de ese momento en el Imperio Bizantino.

Pero no solo fue la epidemia mundial de peste ni la pérdida de grandes cosechas las que causaron grandes tragedias. Se puede entender que los pueblos que residían al Norte se vieron en la necesidad de emigrar al Sur, buscando mejores condiciones de vida. Estas migraciones generaron incursiones sangrientas como la de los hunos. También en muchas ciudades y países se sublevó la población contra las clases dirigentes, considerando en su ignorancia que eran los reyes, emperadores y poderosos los que tenían que protegerlos de este tipo de calamidades. Era evidente que la mayoría consideraba todo esto como un gran castigo divino por el mal proceder del ser humano.

Las malas cosechas, al generar hambrunas por todas partes, la propia mortandad, debida a la epidemia y las incursiones bárbaras y revoluciones generaron una pérdida masiva de población en todo el planeta. Se cree que ese año el planeta habría perdido el 80% de su población.

Pronto la bacteria mutó, convirtiéndose en una variante más agresiva que se instalaba en los pulmones. Esto hacía que cualquier enfermo esparciera una nube de bacterias dispuestas a atacar a una nueva víctima cada vez que alguien tosía, hablaba o estornudaba. No solo los registros de los historiadores y cronistas de distintos lugares del mundo de ese fatídico año 536 dan testimonio del carácter planetario de esta catástrofe, sino que antiguos árboles en sus anillos mostraron a los científicos de nuestros días que ese año y los siguientes fueron de bajo crecimiento de estos árboles. También perforaciones que se han hecho en glaciares suizos y en Groenlandia muestran las huellas de la ceniza y de azufre depositados sobre el hielo de estos lugares.

El volcán del lago Ilopango es un volcán de tipo caldera. Hoy se sabe que todo el parque de Yellowstone en los Estados Unidos y la gran y hermosa bahía de Nápoles, en Italia, también son calderas volcánicas que en cualquier momento pueden estallar y trastornar la vida del ser humano moderno.

En el año 540 y 547 se produjeron nuevas explosiones volcánicas que hicieron que este pequeño periodo glaciar durara unos 10 años. El hombre moderno, con todas sus pretensiones y dominios técnicos, está absolutamente desarmado ante una catástrofe de esta naturaleza. Esperemos que ninguna de estas calderas volcánicas del mundo explote en un futuro.

*Traductor, intérprete, filólogo.

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