domingo , 19 mayo 2024
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Dulce María Sauri Riancho: El ejemplo de la OSY

Continuidad y ruptura

Dulce María Sauri Riancho (*)

Fuente: Diario de Yucatán

El pasado domingo asistí al concierto inaugural de la 32 temporada de la Sinfónica de Yucatán. Como se ha vuelto costumbre desde hace 15 años, estuvo dedicado a la música mexicana.

Mientras me deleitaba con la ejecución magistral de la orquesta me vino a la mente que estaba en un espacio que permitía reflexionar sobre los tres componentes de las políticas públicas, esas que abren paso a las acciones que transforman nuestras vidas, para bien o para mal.

Primer componente: continuidad. En ocasiones anteriores he expresado que el Patronato de la Orquesta Sinfónica de Yucatán (OSY) es uno de los mecanismos más acabados de colaboración entre organizaciones de la sociedad y el gobierno.

Cuando la iniciativa de Adolfo Patrón, melómano y amante de su tierra natal, fructificó en 2004, comenzó la aventura de formar y darle sustentabilidad a la Sinfónica.

No fue tarea fácil conseguir los fondos para asegurar a quienes viajaron de distintas partes del mundo sus remuneraciones ni la existencia de instalaciones dignas e instrumentos adecuados para una ejecución profesional.

La tarea era inmensa: ni sólo el gobierno o las voluntades de los amigos de la música hubieran sido suficiente. La asociación en torno a un fin se imponía.

Así se trabajó durante tres años, cuando en 2007 vino el cambio de administración estatal y de partido en el gobierno. Esos momentos de transición son una especie de “salto de la muerte” para numerosos proyectos, como lo estamos presenciando en la actualidad en el plano nacional.

Entonces hubo dificultades para la Sinfónica, principalmente provenientes de la incomprensión y el desconocimiento de lo que hacían. Afortunadamente lograron superarse con éxito; todavía más: se creó el Fideicomiso Garante (Figarosy), que compromete al gobierno y al patronato a aportar los recursos necesarios para su funcionamiento. El primero, a presentarlos como parte del presupuesto anual y el segundo, a realizar los esfuerzos requeridos para juntar la aportación comprometida.

Las administraciones siguientes, del PRI y del PAN, han mantenido este compromiso, que va más allá de la indispensable canalización de recursos económicos.

En tiempos en que la música académica —o clásica— se considera superflua, o “fifí”, su arraigo social ha propiciado la continuidad de la colaboración entre el gobierno y su patronato y, por tanto, de la Orquesta Sinfónica de Yucatán.

La mezquindad y la miopía son males de la política mexicana. Si Ivonne Ortega, Rolando Zapata o Mauricio Vila hubieran visto a la Sinfónica como pesada “herencia” de su antecesor; si hubieran querido disolverla para crear su propia opción musical o peor aún, para desplazarla por otras actividades bajo la excusa de promover algo más cercano al pueblo; si no hubiese un grupo social dispuesto a colaborar y a compartir las responsabilidades, Yucatán ya no tendría Sinfónica.

Esta continuidad se ha puesto de manifiesto en otras políticas públicas de gran calado para el presente y futuro de Yucatán. Como ejemplo pongo a la seguridad y a la innovación científica y tecnológica, además del fomento económico.

Segundo componente: cambio. En el programa patrio tradicional hubiéramos disfrutado la música de Moncayo, Chávez o Revueltas.

En esta ocasión, la OSY ofreció tres innovaciones que, al mismo tiempo, permitió reconocer los alcances de Yucatán en el difícil terreno de la música académica.

Cecilio Perera, joven virtuoso de la guitarra clásica, egresado del Centro de Música “José Jacinto Cuevas”, de Mérida, ejecutó la obra “Jig variations”, escrita para su instrumento y orquesta por otro joven de origen yucateco, Alejandro Basulto.

Dominar magistralmente la guitarra no es tarea sencilla. Hacerlo en la juventud, menos. Otro tanto sucede con la composición musical, difícil disciplina, en particular cuando se trata de música sinfónica.

Si el director Lomónaco no se hubiese arriesgado a introducir lo nuevo, que es el significado de innovar, no hubiésemos tenido ocasión de conocer algo diferente y comenzar a disfrutarlo.

Otro elemento de transformación se manifestó en el primer programa de la OSY. Me refiero a la ejecución de “Y la máquina va”, obra para orquesta. Su compositor, Javier Álvarez Fuentes, es considerado “pilar de la creación musical en México por su tendencia plural y su integración estilística, tanto en la música acústica como en la electrónica” (OSY, Programa de mano, p. 15).

Javier reside en Mérida desde hace varios años. Recientemente aceptó la dirección de la Escuela Superior de Artes de Yucatán (ESAY), en vías de convertirse en Universidad de las Artes. Él, como otros inmigrantes que provienen de distintas partes del país y del extranjero, le están aportando a Yucatán una nueva dinámica en las distintas ramas del saber: científico, artístico, tecnológico. Están entre nosotr@s, son parte nuestra.

En broma y en serio, manifestaba que esta corriente innovadora puede llegar a significar para Yucatán lo que el exilio republicano español fue para México. La forma como se tejen continuidad y cambio estuvo en el “pilón” o “encima” de la ejecución de Cecilio Perera. Animado por los cálidos aplausos del público interpretó “Quisiera” de Guty Cárdenas y una más, “La mestiza”, de Chan-Cil. Los siglos XIX y temprano XX vinieron a la memoria, evocando la presencia cotidiana de los trovadores en la Plaza Grande.

Tercer componente: ruptura. Es el “borrón y cuenta nueva”. Es el “antes de mí, el diluvio”. Es la polarización social y la descalificación del pasado envueltos en la retórica del combate al modelo “neoliberal”.

Es romper “Prospera” y acabar con el Seguro Popular. Es desaparecer la alianza entre la sociedad y el gobierno en las políticas públicas. Es disfrazar la exclusión de “austeridad” y las vendettas políticas de “combate a la corrupción”. De eso, lamentablemente, tendremos que hablar.

Me quedo con el sabor del programa de la Sinfónica. Apuesto por la combinación entre continuidad y cambio. Y ruptura, radical, con todo aquello que signifique o propicie corrupción. Sin olvidar que la ineptitud y la miopía política son también sus manifestaciones.— Mérida, Yucatán.

dulcesauri@gmail.com Licenciada en Sociología por la Universidad Iberoamericana, con doctorado en Historia. Ex gobernadora del Estado y diputada federal plurinominal del PRI

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