Antonio Salgado Borge (*)
El proceso para elegir gobernador en Yucatán este año será duramente competido. Si bien la falta de encuestas confiables hace difícil conocer a ciencia cierta la posición en la que el PRI y el PAN arrancan, hay motivos para suponer que en el gobierno estatal hay una preocupación real de que este año haya en nuestro estado alternancia.
Dos señales enviadas recientemente por el gobernador encienden inmediatamente los focos de alerta. La primera se produjo hace unas semanas, cuando se dio a conocer una grabación donde se veía y escuchaba a Rolando Zapata, frente a cuadros priistas y a José Antonio Meade. En algún punto de su discurso, el gobernador les anunció: “Mi compromiso este año será hacer todo, todo, todo lo que me corresponda para que gane el PRI en el año 2018. Ese es mi compromiso y es una expresión muy clara, y muy concreta y muy directa”. Desde luego, uno siempre puede decir, como lo hicieron algunos priistas, que el mensaje es una buena intención o deseo a título personal o que éste no tiene que ver con el papel de Zapata como gobernador.
Sin embargo, estas justificaciones son insostenibles. Al menos en México, la posición de quien expresa esta frase sí termina por marcar una diferencia. Para ver por qué, imaginemos a dos personas, una profesional en medicina y la otra de ocupación mesera. Ahora supongamos que estas dos personas son priistas y que, por azares de la vida, se topan con José Antonio Meade e impulsadas por el proyecto y carisma de ese candidato le dicen: “Mi compromiso este año será hacer todo, todo, todo lo que me corresponda para que gane el PRI en el año 2018”.
Claramente este escenario no pondría en duda la equidad de la contienda electoral; las dos personas mencionadas están en todo su derecho de comprometerse a apoyar, con todo su tiempo y recursos, al candidato que se les venga en gana; dada la naturaleza del origen, la cantidad y el alcance de sus recursos personales, su compromiso no pone en riesgo la legalidad o la equidad de la contienda electoral. Por el contrario, en Yucatán el gobernador en turno tiene a su alcance toda la estructura humana, material y financiera del gobierno estatal, del Congreso local y del Poder Judicial.
Es aquí donde la primera señal enviada por Rolando Zapata se enlaza con la segunda. Al menos hasta hace unos días, los priistas podían decir que las palabras del gobernador fueron malentendidas; que si bien el gobernador tiene el poder suficiente para influir en una elección, el compromiso “claro, y muy concreto y muy directo” de Rolando Zapata de ninguna manera tendría que ser interpretado como una insinuación de que el gobernador está dispuesto a seguir un camino de esta especie. Pero esta justificación discrepa con información dada a conocer recientemente por el Diario. De acuerdo con ésta, Rolando Zapata afirmó hace unos días que con el gobernador panista Patricio Patrón Laviada desaparecieron los programas sociales que había creado el priista Víctor Cervera Pacheco y dejó entrever que esta vez podría ocurrir lo mismo. (Diario de Yucatán, 18/02/2018). Es decir, que el gobernador insinuó que, en caso de perder el PRI, los apoyos económicos y en especie dejarán de llegar a quienes más los necesitan.
Las palabras de Rolando Zapata podrían anunciar la tónica de la estrategia del gobierno estatal y del PRI durante las próximas elecciones, y tendrían que preocupar, literalmente, a todos los yucatecos sin distinción de partido. Claramente, para los no militantes o independientes y a la autoridad electoral una declaración semejante no puede sino ser interpretada como una señal de alerta.
También es evidente que estas declaraciones no pueden ser tomadas a la ligera por los partidos que competirán contra el PRI, pero regresaré más adelante a este punto.
Lo que me interesa señalar aquí es que, contrario a lo que puede parecer inicialmente, las palabras del gobernador tendrían que ser alarmantes dentro de su propio partido. Y es que estas señales muestran que, a diferencia de lo ocurrido hace seis años, el PRI no tiene la victoria en la bolsa antes de empezar la competencia; es decir, que podrían ser una muestra de la genuina preocupación de Zapata Bello derivada de información desfavorable a su alcance.
Pero en los tiempos de las redes sociales y del sentimiento anti-PRI más intenso, intentar aplastar a los rivales a la mala podría generar un efecto opuesto al deseado. El PRI en Yucatán no está condenado a vivir en la era de las cavernas.
Las campañas aún no se inician y los priistas podrían cimbrar la arena política local si apuestan por un equipo de campaña y por el anuncio de un gabinete anticipado sin residuos de administraciones pasadas. Para que esto sea efectivo, Mauricio Sahuí, a diferencia de lo hecho hasta ahora por Meade, tendría que romper de tajo con personajes impresentables y vicios de su partido y mostrar su mejor cara.
Pero es momento de regresar a la evaluación pendiente del impacto de la alerta roja en los rivales del PRI.
Ante la real amenaza de que la maquinaria priista y gubernamental se les venga encima, el PAN necesitaría sacar fuerzas de alguna parte si pretende resistir y capitalizar este fenómeno a su favor. El problema para los panistas es que no se ve dónde puedan venir estos ímpetus y que caminando no llegarán a ninguna parte.
Apostar al “efecto Anaya” sería un grave error; el PAN tiene más oportunidades de ganar la elección local que Anaya de ganar la elección presidencial.
En todo caso, la elección presidencial podría llevar el voto anti-PRI de un buen número hacia AMLO, por lo que es posible que Morena en Yucatán, que —hasta ahora— parece menos contaminado que sus homólogos en otros estados, termine por recibir una cantidad de votos récord para un partido local distinto al PRI o al PAN.
El PAN local tiene que convencer a yucatecos independientes y a los jóvenes y motivarlos de salir a votar. La tragedia para este partido es que no puede hacerlo con base en el perfil de sus candidatos seleccionados.
Si bien muchos panistas están indignados porque su candidato a senador será Raúl Paz, y no Joaquín Díaz Mena, me parece que no tiene sentido rasgarse las vestiduras por este caso en particular; desde hace años en el PAN yucateco se ha tolerado o fomentado la postulación de individuos que únicamente representan los intereses de grupos internos. De procesos de esta especie, el propio Díaz Mena ha resultado beneficiado.
Al menos hasta hace unas semanas, este diputado federal, que consideró importante oponerse a la impresentable ley de seguridad interior, no parecía tener mayor problema con las decisiones de su partido.
Desde luego, nada de lo anterior elimina que Raúl Paz sea uno de los candidatos más cuestionados que el PAN pudo encontrar, pero sí muestra que la llegada de Paz a las más altas esferas es un síntoma de una dinámica mucho más extensa y profunda de lo que los panistas suelen aceptar públicamente.
Ciertamente, al menos hasta ahora, ni Mauricio Vila ni Renán Barrera han repudiado públicamente esta forma de entender la política. Independientemente de sus resultados como gobernantes, ambos exalcaldes y exdiputados locales, son un producto de los tiempos que vive su partido.
Para sacar a las calles a los votantes indecisos y a los yucatecos más jóvenes el PAN local tendría que hacer una campaña fresca, liberal, de confrontación real contra el PRI y repleta de propuestas novedosas.
También tendría que hacer públicos a los equipos de trabajo que acompañarían a sus candidatos, con el fin de mostrar que sus gobiernos tendrían mucha más seriedad, profesionalismo y ciudadanía, más de lo que a simple vista se puede apreciar.
A estas alturas, considerando la calidad del árbitro electoral, no les quedan muchas opciones adicionales de reacción ante la alerta roja.— Edimburgo, Reino Unido.
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@asalgadoborge
Candidato a doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Maestro en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y maestro en Estudios Humanísticos (ITESM)
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